Estos datos revelan un hecho sorprendente. A medida que la Voyager 2 se aleja cada vez más del Sol, la densidad del espacio aumenta. Aunque no es la primera vez que se detecta algo así. La Voyager 1, que ingresó en el espacio interestelar en 2012, detectó un cambio similar en la densidad en una zona concreta.
La Voyager 2 arroja datos que no solo vienen a confirmar los de la Voyager 1, sino también que el aumento en la densidad puede ser una característica importante de lo que se conoce como medio interestelar muy local.
El espacio dentro de la heliopausa se llama heliosfera, y el espacio fuera de la misma es el medio interestelar muy local. Pero la heliosfera no es una esfera redonda. Es ovalada; en su extremo se sitúa el sistema solar, y, por detrás, fluye una corriente cuya nariz apunta en la dirección de la órbita del sistema solar en la Vía Láctea.
Ambas sondas, la Voyager 1 y la Voyager 2, cruzaron la heliopausa en la nariz, pero con una diferencia de 67 grados en latitud heliográfica y 43 grados en longitud.
El espacio generalmente se considera un vacío, pero no lo es, escribe el portal Science Alert. La densidad de la materia es extremadamente baja, pero está presente. En el sistema solar el viento de nuestra estrella tiene una densidad media de protones y electrones de 3 a 10 partículas por centímetro cúbico, pero disminuye a medida que se aleja del Sol.
La densidad media de electrones del medio interestelar en la Vía Láctea entre las estrellas se ha calculado en alrededor de 0,037 partículas por centímetro cúbico. A su vez, la densidad del plasma en la heliosfera externa es de alrededor de 0,002 electrones por centímetro cúbico. A medida que las sondas se alejaban de la heliopausa, sus instrumentos científicos detectaron la densidad electrónica del plasma a través de las oscilaciones plasmáticas.
Cuando la sonda midió por primera vez las oscilaciones del plasma después de cruzar la heliopausa el 23 de octubre de 2013 a una distancia de 122,6 unidades astronómicas (18.300 millones de kilómetros), la Voyager 1 detectó una densidad plasmática de 0,055 electrones por centímetro cúbico.
La Voyager 2, que optó por la ruta larga hacia Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, cruzó la heliopausa el 5 de noviembre de 2018 a una distancia de 119 unidades astronómicas (17.800 millones de kilómetros). La sonda midió las oscilaciones del plasma el 30 de enero de 2019 a una distancia de 119,7 unidades astronómicas (17.900 millones de kilómetros). La densidad del plasma era de 0,039 electrones por centímetro cúbico, muy cerca de la medición de la Voyager 1.
Ambas sondas informaron de que la densidad había aumentado. Después de recorrer otras 20 unidades astronómicas a través del espacio, la Voyager 1 reportó un aumento de aproximadamente 0,13 electrones por centímetro cúbico. Pero los descubrimientos hechos por la Voyager 2 en junio de 2019 mostraron un aumento mucho más significativo en la densidad: alrededor de 0,12 electrones por centímetro cúbico a una distancia de 124,2 unidades astronómicas.
La primera teoría es que las líneas del campo magnético interestelar se vuelven más fuertes a medida que caen sobre la heliopausa. La Voyager 2 detectó un campo magnético más fuerte de lo esperado a la hora de cruzar la heliopausa.
La segunda teoría es que el material que el viento interestelar se lleva consigo disminuye a medida que llega a la heliopausa y que eso hace que el tráfico se atasque.
Las mediciones que las dos sondas llevarán a cabo en el futuro aclararán un poco más el misterio. Pero se necesita tiempo.
Los resultados de la investigación fueron publicados en The Astrophysical Journal Letters.