Para ello, aceleraron un Opel Omega de la segunda generación hasta que alcanzó una velocidad de 208 km/h, velocidad medida con un radar policial. A lo largo de todo el experimento, el vehículo fue manejado por control remoto y como obstáculo fue elegido un autobús urbano.
Para evaluar el impacto, el experimento fue grabado desde distintos ángulos, incluido el superior con la ayuda de un dron. Como era de esperar, el daño sostenido por el auto ha sido tremendo. De hecho, se ha convertido en un montón de chatarra irreconocible, siendo su maletero la única excepción.
A juzgar por lo visto, no hace falta ser un experto en pruebas de choques para determinar que nadie sobreviviría en el Opel, sin importar en qué parte del auto estarían sentados. Sin embargo, lo que podría sorprender a muchos, es el hecho de que los pasajeros del autobús tampoco saldrían bien parados.
Con ello cabe destacar, que no hace falta que un auto sostenga un impacto directo a semejantes velocidades para sufrir consecuencias nefastas. Un ejemplo de ello fue el accidente ocurrido durante una persecución policial a una velocidad de 175 km/h, donde el conductor que intentaba escapar de las autoridades falleció. Las fuertes imágenes de dicho accidente quedaron grabadas en vídeo.