Nuakchot descansa a orillas del Océano Atlántico. La brisa marina invade la capital de Mauritania para contrarrestar el ardiente torrente de arena procedente del Sáhara. Existen teorías que dicen que la ciudad, enclavada en el constante mecer de sus escasos árboles, recibe su nombre del término bereber Nawākšūṭ, que significa lugar de los vientos. Corrientes que impulsan a sus coloridos pesqueros sobre las olas del mar.
Tras este viajero, se dieron seis casos más. Todos sanaron menos uno, que falleció. El 18 de abril, la Agencia Mauritana de Información lanzaba un mensaje: el país quedaba libre de la enfermedad. No obstante, las restricciones continuaron. Ni colegios ni establecimientos no alimenticios abrieron sus puertas. El toque de queda nocturno se mantenía.
Sin embargo, como una ráfaga traicionera, el coronavirus volvió. En mayo se detectó un nuevo brote en Nuakchot. En un principio, fueron 22 casos. Actualmente, la enfermedad no ha detenido su avance por las calles del país norteafricano y ya suma más de 4.000 contagios. La cifra de fallecidos supera el centenar.
#coronavirus update in #Mauritania. New cases confirmed 134, new recovered 50. Total cases in Mauritania confirmed 4606, recovered 1727, deaths 129. +3.00% daily cases increase, 134 reported today UTC time.
— CoronaLiveUpdates (@CoronaSpread) July 3, 2020
Ante la tendencia ascendente, las autoridades mauritanas han solicitado ayuda internacional, en concreto a España. El embajador Jesús Santos, también médico, trasladó la petición a los Ministerios de Sanidad y Asuntos Exteriores. Estos descolgaron sus teléfonos para llamar a la sede de la Fundación para la Cooperación Internacional de la Organización Médica Colegial (FCOMCI). "Los ministerios solicitaron una comitiva de emergencia con la que se pudiera hacer una intervención para capacitación en hospitales de referencia de Nuakchot durante una semana", explica Sonia Agudo, directora de FCOMCI y una de las dos coordinadoras del proyecto.
En menos de 48 horas, la organización, junto a la Fundación Estatal, Salud, Infancia y Bienestar Social del Ministerio de Sanidad, lograron tener al equipo de cinco sanitarios que volarían a la capital de Mauritania.
Asesorar a los médicos mauritanos
David Pestaña no se lo pensó dos veces. Había participado ya en varias misiones de cooperación y el tiempo no era problema. Tampoco haber estado durante meses en primera línea de la batalla contra el coronavirus como jefe del Servicio de Anestesia y Cuidados Críticos del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Reflexión que comparte el resto del equipo, formado por Esther Barbero, neumóloga del Hospital Ramón y Cajal; José Luis Casado, médico especialista en enfermedades infecciosas también del Hospital Ramón y Cajal; Laura Andújar, enfermera del Servicio de Emergencias del Hospital 12 de Octubre; y Manuel Pardo, enfermero de la Gerencia de Urgencias y Emergencias 061 de la Región de Murcia.
Recibidos por el ministro de Sanidad del país, sus primeras horas en Nuakchot transcurren entre charlas sobre la organización de la semana. Visitarán varios centros médicos de la capital, como el Instituto Nacional de Virología y Hepatología u Hospital Militar. Será al día siguiente cuando los sanitarios españoles tomen contacto por primera vez con el sistema de salud mauritano.
"Nos piden que veamos cómo tienen montado el sistema, que mejoraríamos…Es cierto, que también nos hemos puesto los monos y nos hemos acercado a pacientes y hemos dado algún consejo si nos lo han pedido. Pero, su tratamiento se lo dejamos a los médicos locales que son los encargados y tenemos que respetar su trabajo", explica el médico.
24 horas con las que es difícil hacerse una imagen de la situación del país. Sin embargo, dejan entrever las debilidades que padece la sanidad del país africano. "El personal médico tiene una formación base bastante buena, mejor que la de los enfermeros. Simplemente, falta experiencia a la hora de tratar el coronavirus. El problema está en que la infraestructura sanitaria es peor que la nuestra. Vengo de un hospital que es el centro de referencia para cuidados intensivos de COVID-19 en el país y las camas que tienen para cuidados intensivos las tienen cerradas porque las máquinas no les van bien. En las habitaciones mejor dotadas tienen a los pacientes. Hay pocos, pero están mal. Han tenido malas experiencias para intubar a pacientes", afirma el facultativo del Hospital Ramón y Cajal.
La escasez de material es otro mal existente en los hospitales de Nuakchot, el cual pretende aliviar la delegación. Junto a los sanitarios, en el avión, viajaban 10 respiradores. Además, la farmacia del Hospital Ramón y Cajal preparó una serie de cajas con medicamentos para llenar las despensas de los centros médicos del país norteafricano. "Tienen algún respirador, pero les falta medicación, monitorización…Piden ayuda porque no consiguen distribuidores o el dinero para comprar material. Incluso hay medicaciones que no conocen", lamenta Pestaña.
A pesar de todo, según el médico, "la situación no se ve desesperada". Los centros están vacíos, pero "algo tiene que pasar, cuando nos han pedido venir". Y es que, en las calles de Nuakchot, las medidas se cumplen sin dudar. No hay aglomeraciones y se respeta el toque de queda entre las 20:00 y las 6:00. En los restaurantes, los camareros llevan mascarilla. El gel hidroalcohólico hace acto de presencia en negocios de restauración y hoteles. Incluso, al caminar por la ciudad, se puede observar como la población, en su mayoría, luce mascarilla.
"Creo que hay un sentimiento de gran responsabilidad", reconoce el médico.
La precaución en Mauritania es extrema. Contener el avance de la pandemia es fundamental para este país de poco más de cuatro millones de habitantes. Cautela existente en el interior de las salas de los hospitales de Nuakchot. "Los sanitarios con los que hablamos son muy receptivos, pero también es cierto que no vamos a ir a cambiar sus protocolos. Por ejemplo, ellos son más estrictos en algunos aspectos. Tienen mucho miedo de contagiarse… Se tiran hasta seis horas con el material puesto para evitar infectarse. No lo hacen mal, pero puede parecer algo exagerado", admite Pestaña.
La importancia de la solidaridad
Los vientos del coronavirus no arrecian solo en Mauritania. La enfermedad salta y lo que hace unos meses era Europa, ahora es América Latina. Mientras, el panorama se agrava en los países de Oriente Próximo y África. Situación que también llama a la cooperación internacional. "Desde marzo la cooperación en España estuvo congelada, porque se daba puertas adentro. De repente ha habido un pico de solicitudes de ayuda humanitaria, porque la pandemia se mueve y llega a países muy deficitarios en cuanto a profesionales sanitarios especializados en COVID-19", asegura Agudo, quien también fue cooperante.
El presidente @sanchezcastejon alude a la misión sanitaria en #Mauritania que desde la FCOMCI hemos coordinado junto al gobierno.
— Cooperación Int OMC (@FCOMCI) July 2, 2020
Aquí más información ⬇️https://t.co/eFbgRT2Njh @TomasCoboCastro @SromeroOmc @ArroyoCastilloR #cooperacion https://t.co/JFDxKMdnRR
Durante meses, el coronavirus bloqueó los proyectos humanitarios en España. El cierre de fronteras, la saturación del sistema sanitario y el miedo al contagio paralizaron el trabajo internacional de muchas fundaciones, centradas en las ayudas a nivel nacional. Una vez superado el vendaval, para la directora de FCOMCI, España tiene un papel clave en la lucha contra la pandemia.
"En el mundo de la cooperación, España tiene algo que decir. Tras meses de aciertos y errores, nuestros conocimientos pueden ser útiles en otros países para salvar vidas. Nuestros cooperantes pueden salir a expandir su mensaje de buenas prácticas".
De ahí, la importancia de la presencia de tres médicos y dos enfermeros españoles en Mauritania. Un viaje que, en un principio, parecía "imposible" según Agudo. La virulenta tempestad contra la que tuvieron que combatir los sanitarios en hospitales y centros médicos podía haber acabado con la motivación de los facultativos. Algunos optaron por descansar, pero otros se presentaron voluntariamente a despegar hacia el continente africano. “Nuestro registro de médicos lo forman cooperantes con asociaciones y, sobre todo, voluntarios, que utilizan su tiempo libre para realizar misiones. Muchos de ellos en primera línea de COVID-19".
"Sin embargo, la respuesta fue inmediata y abrumadora. Me parece emocionante ver cómo sanitarios que están agotados después de enfrentarse a la pandemia tienen ganas de apuntarse a misiones de cooperación", indica la cooperante.
Agudo organiza en estos momentos otro proyecto en El Salvador y el interés es el mismo. El teléfono no para de sonar. Desde residentes hasta médicos retirados llaman a su número con la intención de aprovechar sus vacaciones en un viaje humanitario.
Desde Nuakchot, Pestaña coincide con Agudo. "La cooperación es fundamental. La gente tiene que ver que no está sola. La pandemia es algo mundial, no de un país. Esto no puede progresar en África, Asia o Sudamérica. La enfermedad tiene efecto boomerang, puede volver. Hay que atajarla por humanidad, incluso, por egoísmo", sentencia el médico.
El Océano Atlántico trae los vientos alisios a Nuakchot. Esos mismos que soplan en las Islas Canarias.