"Debido a la pandemia debí suspender totalmente mi trabajo, que es la aspersión aérea de cultivos con drones, pero mientras estaba encerrado en casa [cumpliendo la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno desde el 25 de marzo hasta el 26 de abril] pensé que podía poner mi trabajo y mis drones al servicio de la comunidad y asperjar puntos críticos de la ciudad", dijo a Sputnik el propietario de Drone SAR Colombia, Andrés Ramírez.
"Siempre he sido muy amante de mi ciudad y por eso vine a colaborar", dice el hombre, quien explica que sus equipos son de uso industrial y no comercial, y que debió solicitar a la Fuerza Aérea Colombiana, la Aeronáutica Civil, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Alcaldía de Buga y los organismos territoriales, en tiempo récord, los permisos para volarlos en la ciudad.
Fue así como con ayuda de otros tres pilotos certificados en el manejo de drones, Andrés logró la aspersión de hospitales, plazas de mercado y la terminal de transportes de Buga, entre otros espacios de su localidad.
"Usamos un producto que se emplea para la desinfección de salas de cirugía y hospitales, que se llama amonio cuaternario de quinta generación y que me fue donado por la Secretaría de Salud de Buga", explica el hombre, quien tardó una semana en su labor, por la que no cobró un solo centavo.
"Hubo que volar por entre cuerdas del tendido eléctrico, luminarias y techos, lo cual es muy complejo, pero también muy gratificante", agregó.
Aportar conocimiento
Tan asfixiante como fue su carrera para brindar su experiencia en la lucha contra el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, es también el esfuerzo que realizan Víctor Aristizábal y Rosa Aranzazu, quienes para darle una bocanada de aliento al atareado sistema de salud del país diseñaron respiradores mecánicos caseros.
"Al ver la problemática mundial y lo que está enfrentando Colombia tomé la iniciativa con Rosa, que es terapeuta respiratoria, para aportar conocimiento a esta causa", dijo a esta agencia Víctor, ingeniero mecatrónico de 34 años.
Víctor y Rosa trabajan en Cartago (Valle del Cauca, suroeste) en el desarrollo de los respiradores por medio de motores paso a paso que comprimen y liberan un insuflador, una suerte de bomba de aire que aporta oxígeno a los pulmones de los pacientes que puedan resultar afectados por la enfermedad.
"Los planos, el desarrollo mecánico, el software, todo el prototipo ya está disponible, ahora sólo falta probarlo y, de ser viable, se puede entrar a fabricar", dice.
Producir cada respirador cuesta alrededor de dos millones de pesos (unos 512 dólares), bastante menos que un dispositivo profesional, pero aún demasiado costoso para familias de escasos recursos, por lo que esperan el apoyo industrial para poder poner su idea al servicio de toda la población y así enfrentar el COVID-19.
La enfermedad COVID-19 se registró por primera vez en Colombia el pasado 6 de marzo y desde entonces ha matado a 69 personas y contagiado a 2.223.
El departamento del Valle del Cauca —donde residen Andrés, Víctor y Rosa— lidera la lista de contagios en todo el país, con 314 personas afectadas por COVID-19.