Stella Maris tiene los ojos amables y una voz tersa; cruza los brazos tomándose de las muñecas, un movimiento que hace sonar el reloj sobre la mesa de madera frente a la que está sentada, mientras relata con parsimonia su historia, que muchas veces se transforma en la de los logros de sus dos hijas, Verónica y Carolina.
"Después del secundario empecé arquitectura pero en la mitad del primer año me di cuenta que no era para mí. Mi papá, que no entendía que yo no estuviera estudiando algo, me mandó a estudiar mecanografía a la Academia Pitman [institución desaparecida especializada en la formación de mujeres, principalmente como secretarias ejecutivas]", dijo a Sputnik Stella Maris.
Debido a que en la década de 1960 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires se vivían años de tensión política, decidió estudiar la Licenciatura en Psicología en la Universidad del Museo Social Argentino. Al finalizar, al cabo de seis años, realizó un doctorado de un año más cuya tesis lamentablemente nunca pudo presentar debido a que su tutora falleció.
En enero de 1969, al terminar sus estudios, Stella Maris se casó con Juan, su novio desde la secundaria. Él para entonces ya se había recibido como abogado y se mudaron a un departamento cerca de la estación de trenes de Ramos Mejía, barrio de la zona oeste del conurbano bonaerense, donde los primeros años también funcionó su primer consultorio, compartido con otros dos colegas y amigos de la carrera.
Después del nacimiento de su segunda hija, la familia se muda a una casa en el mismo barrio, que Stella Maris cuenta que era su lugar en el mundo, amplia y con pileta y jardín, siempre abierta a ser sitio de encuentro social para grandes y chicos, un espíritu anfitrión heredado de lo que vivió en su infancia.
Cinco décadas de experiencia
Stella Maris comenzó su carrera con consultas clínicas para niños derivados de una institución de la zona. Con el tiempo, amplió el espectro a adolescentes, adultos y parejas. Luego del nacimiento de su primera hija, el grupo muda el sitio de visitas a la casa de otra de las colegas, en el barrio porteño de Caballito.
"Es una realidad totalmente diferente a lo que se vive en la capital y me sirvió; me sirve todavía mucho como experiencia", explicó Stella Maris, quien aseguró también que este tipo de trabajo le permitió una exposición a pacientes con problemáticas tan diversas entre sí y en comparación a lo que estaba acostumbrada que la obligaron a desarrollar muchas herramientas como profesional.
Ya en la primera década del siglo XXI, luego de un divorcio difícil al cabo de más de 30 años de matrimonio y casi 40 de vínculo, la casa de Ramos Mejía se vendió y Stella Maris encontró un departamento en la capital, donde hoy también recibe a sus pacientes, y cuenta que con alguno lleva casi 20 años de acompañamiento.
"El tema de la mujer ha sufrido una modificación muy importante en los últimos tiempos. El machismo siempre imperó y recién ahora las mujeres empiezan a tener una presencia más importante. Siempre la mujer fue un objeto, limitada a quedarse en la casa y sin mucha libertad", dijo.
Y remató: "si tuviera que poner un porcentaje, diría que un 98% de las mujeres que atendí en estos años trajeron historias de maltrato, abuso, acoso, violación o violencia, sobre todo intrafamiliarmente. Ahora sí llegan a la consulta por esto, pero antes no aparecía el tema inmediatamente, pasaba un tiempo largo hasta que se animaba a contarlo, porque es como una confesión, para la que se necesita mucho valor".