Un nuevo estudio mostró que nuestros ancestros que vivieron en Noruega entre 6.300 y 3.800 años atrás, es decir, en la Edad de Piedra temprana, consumían niveles nada saludables de metales pesados tóxicos justamente debido a su dieta. Los mariscos, que correspondían a la mayor parte de la alimentación, contenían niveles peligrosos de plomo y cadmio.
Al analizar la basura fosilizada producida por los seres humanos de aquella época, colectada en ocho sitios arqueológicos distintos, los científicos de la Universidad de Tromso (Noruega) lograron descubrir más detalles acerca de la alimentación de nuestros antepasados. En los desechos alimentarios prehistóricos, se encontraron huesos de bacalao del Atlántico y de foca de Groenlandia.
Al analizar las muestras, los científicos descubrieron que el bacalao consumido por los cavernícolas contenía 22 veces más cadmio en los tejidos blandos de que los límites recomendados a día de hoy. El plomo superaba entre tres y cuatro veces los límites actuales. En las focas, los niveles de cadmio eran 15 veces mayor que el recomendado y el de plomo, entre tres y cuatro veces.
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), los límites seguros recomendados de cadmio y plomo en los tejidos blandos son de 50 nanogramos por gramo y 300 nanogramos por gramo, respectivamente.
El cadmio y el plomo son metales que pueden ser encontrados en el suelo. La acumulación del primero en el cuerpo humano puede causar cáncer, así como enfermedades en los riñones, el hígado y los pulmones. El plomo, por su parte, se acumula en el esqueleto humano y puede afectar negativamente el cerebro y el sistema nervioso.