Según el alemán de 90 años, la ofensiva debería considerarse un crimen de guerra, no una venganza por los crímenes cometidos anteriormente por la Alemania nazi. Para él, lo más importante ahora es el desarme.
En 1945, Christoph tenía 14 años. Junto con sus padres y su hermano de tres años vivía en el barrio Johannstadt de Dresde, en la plaza Durerplatz 25. En la noche del 14 de febrero, las Fuerzas Aéreas británicas y estadounidenses comenzaron a bombardear la ciudad. El 15 de febrero, presenció con sus propios ojos la última ola de estos bombardeos. En una entrevista con Sputnik, Adam habló de lo que experimentó durante aquellos días.
Los refugiados en Dresde
Por la mañana fue al colegio, como de costumbre, y luego se encontró con los refugiados en la Estación Central porque era miembro de la organización responsable de su cuidado. Más y más trenes con refugiados del Este —generalmente de Prusia Oriental y Silesia— llegaban a la estación. En el cuartel general ubicado en la estación les dieron instrucciones para reasentar a los refugiados, pero por lo general estos se alojaban con sus amigos y familiares.
El carnaval y las sirenas
Luego, en casa y como todos los años, celebraron el carnaval de Fasching vestidos de cazadores e indios. Su casa estaba decorada con linternas de papel de colores y serpentinas. Después de que fueran a la cama, las sirenas sonaron de repente en medio de la noche y se fueron directos al sótano. No había refugios antibombas ni nada parecido en Dresde, solo sótanos.
Tuvieron que salir urgentemente del sótano y correr a la plaza Durerplatz. Allí, vio cómo las casas ardían.
"Todavía recuerdo esta imagen: casas en llamas de arriba a abajo. Ya habían llegado los bomberos, pero no había nada que hacer. Aunque utilizaron el agua de un depósito que habían construido los prisioneros, los bomberos no tuvieron oportunidad de apagar el fuego. Intentamos escapar de la plaza, pero las calles ya estaban parcialmente bloqueadas por los escombros de las casas que se derrumbaban", relata Adam.
Absorbidos por el fuego
En la plaza Fetscherplatz, se metieron en una verdadera tormenta de fuego. Adam cree que la fuerza del viento fue de hasta 150 km/h. Según un amigo de Christoph, en el centro de la ciudad la velocidad del viento alcanzaba más de 200 km/h y allí la gente volaba por los aires: una mujer con un cochecito y un hombre herido con muletas fueron arrastrados por el fuego. Los pilares de la llama alcanzaban los 500 metros de altura, Dresde ardió durante días y días.
Él y su familia finalmente lograron salir de allí. Después de superar unos 300 metros, el segundo ataque comenzó. Era 14 de febrero. Sobrevivieron a la ofensiva en la calle. Las sirenas ya no sonaban y las bombas caían soltando un tremendo estruendo por todas partes.
Como sus amigos le contaron más tarde, las casas que se extinguieron después del primer bombardeo en Johannstadt fueron bombardeadas de nuevo. Al final, solo quedaron ruinas. Cerca de un millón de bombas, en su mayoría incendiarias, fueron lanzadas sobre la ciudad en tres olas. Afortunadamente, la familia de Christoph sobrevivió y llegó hasta un gran parque. Allí se acostó bajo un árbol y no se despertó hasta el día siguiente.
Desde allí fueron a la casa de unos parientes suyos y en su sótano esperaron a que terminase la tercera ola de bombardeos. Sus padres decidieron irse de la ciudad con Christoph y con su hermano de tres años. Los recogió un convoy de camiones militares que transportaban refugiados y se dirigían a Freital. Finalmente se instalaron en un albergue de refugiados en Altenberg, donde se quedaron hasta el final de la guerra.
Con ametralladoras contra los que se escapan
El interlocutor de Sputnik comenta que después del bombardeo los aliados iban a por aquellos que salían a la calle. Se usaban ametralladoras contra los que intentaban escaparse de los sótanos tras la segunda ola del bombardeo. Esta información la oyó de otros testigos, pero nunca lo vio con sus propios ojos.
"He escuchado lo mismo de varios amigos que todavía viven allí. Les pedí que escribieran sobre ello, pero no lo quieren hacer", agrega.
Según un amigo de Christoph, en Dresde murieron unas 35.500 personas. Después de la guerra pasó toda su vida buscando información sobre los que pasó allí. Tenía un folleto lanzado por las tropas de los aliados que rezaba: "Esperen, también se encontrarán en los ataúdes".
Comparado con el número total de víctimas de la guerra, parecería que no es tan importante, pero cada muerte se debe contar, destaca Adam. Las discusiones sobre cuántas personas murieron durante los bombardeos no sirven para nada. En su opinión, lo que hace falta decir es "queremos actuar de manera diferente, queremos que la paz prevalezca en el futuro".
La estrategia de una venganza sin sentido
No niega que fueron los alemanes quienes comenzaron la guerra, pero desde un punto de vista histórico, a su juicio aquel ataque sobre Dresde no fue necesario. Las tropas soviéticas se acercaron a 100 kilómetros de la ciudad, su rendición era inminente. Los habitantes de Dresde fueron testigos de bombardeos "infernales" dirigidos contra civiles indefensos y desarmados. El ataque no se llevó a cabo contra objetivos militares, además se sabía perfectamente que no había refugios antibombas.
"Cuando tras a la primera ola de ataques le siguieron una segunda y una tercera y la gente estaba en la calle o en el parque, en mi opinión, se convirtió en un crimen", lamenta Adam.
"No quiero pensar que lo que pasó en Dresde fue un desquite. No quiero pensar eso. Fue una locura. Tenemos que cuidar el futuro. Mis deseos están dirigidos al futuro", recalca. Fue un crimen de guerra, uno de muchos, dice, pero hay que acabar con esto y perdonarse mutuamente. Los jóvenes deben ayudar a los ancianos a superar la enemistad entre naciones para que no vuelva a suceder.
Queremos la paz y el desarme de Alemania
"Cuando veo que nuestro Gobierno planea aumentar el gasto militar y oigo a Trump exigiendo que nuestro país compre más armas, creo que debemos hacer exactamente lo contrario. No queremos una repetición del pasado y no intentamos discutir con nadie. ¡Queremos la paz! Quiero que nuestro Gobierno, nuestro país, comience a desarmarse, que se niegue a exportar armas. Porque Alemania participó en la Primera Guerra Mundial y cometió graves crímenes durante la Segunda Guerra Mundial", enfatiza.
"Nosotros, la gente de la vieja generación, pronto perderemos nuestra voz, por eso hay que escucharnos ahora", concluye.