Por su parte, el presidente de EEUU, Donald Trump, ya ha advertido que su firma podría esperar hasta la celebración de las elecciones de 2020. Si Washington llega a escalar la guerra comercial contra China, Pekín todavía tiene un as bajo su manga que podría utilizar como parte de su poder blando para mostrar su descontento. Se trata de su influencia sobre el turismo. El gigante asiático utilizó una táctica semejante en el pasado para poder influir sobre los países vecinos como Corea del Sur y Corea del Norte, advierte el periodista Edward White en su artículo para Financial Times.
"Los gobiernos de Londres a Wellington, que han llegado a depender de los 150 millones de turistas que salen cada año de China, podrían tomar en cuenta esta barrera no arancelaria, ejercida por Pekín", recalca el autor.
El uso de esta herramienta de presión se sumió al ambiente económico hostil en el que las empresas surcoreanas como Hyundai y Samsung en China tenían que luchar contra una elevada competencia ejercida por parte de los fabricantes locales. Hoy en día, los smartphones de Samsung ocupan tan solo 1% del mercado chino, mientras que las ventas de los vehículos producidos por Hyundai se desplomaron hasta los 790.000 vehículos en 2018 frente a los 1,1 millones en 2016.
Mientras que la industria surcoreana todavía no ha recuperado su posición en China, la situación en el ámbito turístico parece haber mejorado. El número de turistas chinos que visitaron al país vecino superó los 5 millones de personas en octubre y se espera que aumente más de un 25% este año.
Tras la visita del Consejero Estatal de China, Wang Yi, a Seúl, varios funcionarios surcoreanos comunicaron que ambas partes se habían puesto de acuerdo para normalizar por completo las relaciones bilaterales. Según expertos, los vínculos más estrechos entre ambos países amenazan con constreñir la influencia de EEUU en la región.
El investigador surcoreano Kim Han-gyu estimó que el número de turistas chinos en el Estado más aislado del mundo ha superado este año el 1,2 millones de personas.
Basándose en los gastos medios de un turista promedio, entre los 300 y 500 dólares, este flujo podría generar beneficios imprevistos para Pyongyang, estimados entre 105 millones y 600 millones de dólares.
Es un apoyo considerable que ofrece a la economía, al tiempo que las exportaciones norcoreanas se han reducido de 1.800 millones de dólares en 2017 a 240 millones en 2018, según los datos del banco central de Corea del Sur.
Edward White destaca que el turismo ha proporcionado "un respiro necesario" para Kim Jong-un después de que las sanciones estadounidenses —impuestas con el objetivo de presionar al líder norcoreano para que rechazara el desarrollo de las armar nucleares— obstaculizaran el crecimiento económico del país.