Sputnik habló con uno de ellos, un hombre de 27 años que llegó a México desde Pakistán, siguiendo el camino migratorio que empieza al norte de Sudamérica.
"Vine a Ecuador, Colombia, caminé cinco días por la selva hasta Panamá. Ahí tomó mucho tiempo porque había mucha gente, luego Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y aquí, ¡pero no escriben mi nombre en la lista!", relató en inglés.
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Estuvo un mes alojado en uno de los "albergues" para refugiados en Panamá, que finalmente lo envió a él y su grupo en autobús hasta Costa Rica. Allí le dieron papeles de refugiado. Lo mismo sucedió en Nicaragua y Honduras, y gracias a estos documentos pudo seguir viajando.
Sin embargo, en México, el sistema creado para poder solicitar protección de las autoridades se ve caótico desde la mirada de los que esperan. Es similar al ingreso a la frontera con EEUU: hay una lista poco transparente, de la cual las personas esperan oír su nombre para ingresar a la estación migratoria y, luego, obtener una estancia legal en México.
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No está garantizado que sean aceptados en territorio mexicano y, llegado el caso, pueden ser igualmente deportados, sin un proceso transparente, como han denunciado decenas de haitianos allí presentes.
"Quiero ingresar al campo aquí en México pero aún estoy esperando, no nos dan ninguna información y como ves, no hay hoteles cerca, nada. Pero dicen que esto es más una cárcel que un campo de refugiados: sin comida, sin agua, por eso la gente permanece aquí afuera", relató.
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La estación Siglo XXI tiene una capacidad para 960 internos. Sin embargo, como han podido constatar visitadores oficiales de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, allí hay alrededor de 1.400 migrantes en condiciones de hacinamiento y sin servicios básicos. Sectores de la sociedad civil organizada, en cambio, estiman en más de 3.000 la posible cantidad de extranjeros recluidos.
El migrante pakistaní entrevistado por Sputnik está a 14.000 kilómetros lineales de su hogar, muchos más si contamos los que ha recorrido para llegar hasta aquí. Es parte de la minoría chiita en un pueblo rural de Pakistán. Allí, el 30% profesa su rama del islam, mientras que el otro 70% es sunita.
"Ya no estoy seguro en mi país, por eso me voy. Tengo a mi familia allá, a mi padre y mi madre, niños pequeños, pero tuve que irme porque cualquier día pueden matarme, atacarme o hacer algo conmigo", explicó.
El grupo que viajó con él está compuesto por otras 30 personas que hicieron también la ruta migratoria que recorre el sur del continente: haitianos, otros pakistaníes, así como personas originarias de Camerún y la India que también esperan una respuesta del Gobierno mexicano para seguir su camino hacia los EEUU.
