Francisco condenó todos y cada uno de los abusos sexuales a menores por parte de los miembros de la Iglesia e insistió en que cada uno de esos casos es "una atrocidad", motivo por el que es necesario atajar la cuestión "con la máxima seriedad".
El pontífice, que quiso poner punto y final a la tibieza eclesiástica con la que hasta ahora se ha tratado el problema, comparó esos abusos sexuales a niños con los sacrificios humanos: "Me recuerda a la cruel práctica religiosa que una vez se extendió en ciertas culturas de sacrificar a los seres humanos —normalmente niños— en rituales paganos", dijo.
Durante el tercer día del encuentro el papa se dirigió a los allí congregados durante una liturgia penitencial diciendo: "Debemos decir, como el hijo pródigo: padre, he pecado".
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