El Nasdaq —el índice de las grandes tecnológicas— ha caído un 9,2% y se ha situado en niveles de noviembre de 2008. El índice MSCI World, en el que cotizan las monedas de 23 países, ha caído un 15% en lo que llevamos de año. Y precisamente el colapso de las bolsas es el primer motivo que los economistas achacan al posible inicio de una nueva crisis. Los grandes bancos advierten: el mercado ha entrado en una fase de alta volatilidad y la economía podría ir cuesta abajo y sin frenos tan pronto como en 2020.
¿Qué está pasando?
¿Por qué las bolsas están vendiendo como si no hubiese un mañana? La razón principal es el miedo de los inversores por que aumenten los tipos —las tasas— de interés en Estados Unidos y que las relaciones comerciales entre Washington y Pekín sigan empeorando.
También los analistas avisan: las tasas continuarán subiendo y con ellas llegará la inflación. Desde la Universidad de Yale estiman que el ciclo inflacionario de EEUU está entrando ahora en un periodo de crecimiento, incluso debido a las crecientes contradicciones en la economía. En otras palabras: la Reserva Federal tendrá que subir más las tasas, lo que empujará al mundo a una crisis en 2020, aseguran los economistas.
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El economista estadounidense James Rickards también señala que el actual auge de las economías estadounidense y europeas podría devenir en un colapso bursátil similar al de 1929.
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"El miedo a que la economía de Estados Unidos se 'sobrecaliente' ha llevado a que los bonos rindan más y a que se produzca una potente ola de volatilidad en el mercado bursátil" recoge el Wall Street Journal.
Las víctimas están preparadas
JP Morgan Chase estima que la crisis económica mundial asomará en 2020, y que estará precedida por una serie de caídas en los índices estadounidenses.
Primero, porque los Estados con una elevada deuda han podido transferir parte de esas obligaciones a largo plazo en condiciones más favorables. Segundo, porque los países en desarrollo con un alto riesgo de entrar en 'default' se han vuelto más resistentes al endurecimiento de las políticas monetarias gracias a haber reducido sus déficits comerciales y presupuestarios.
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Así que la crisis de una economía en particular —incluso de la estadounidense— ya no causará una reacción en cadena que no se pueda controlar, concluye Dembínskaya.