La cifra anunciada, tres décimas superior a la que esperaban las autoridades chinas, contrarresta las expectativas de la desaceleración que ya auguraban algunos inversionistas y analistas.
El consumo, que representó casi el 80% del crecimiento económico entre enero y marzo, desempeñó un papel esencial en el apoyo a la economía, incluso cuando los riesgos han crecido indudablemente para los exportadores chinos por la política proteccionista iniciada por EEUU.
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Las ventas minoristas de marzo aumentaron un 10,1% con respecto a 2017, ligeramente más de lo esperado, al ritmo más fuerte en cuatro meses, con los consumidores comprando más de casi todo, desde cosméticos hasta muebles y electrodomésticos.
En resumen, la demanda interna resistió el estancamiento de la producción industrial, la presión de la deuda, el endurecimiento de las condiciones de crédito y las dificultades del sector inmobiliario.
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Así, las crecientes tensiones comerciales entre Washington y Pekín han tenido poco efecto en China, aunque la tendencia podría empezar a cambiar si la batalla entre los dos colosos se endurece o se prolonga demasiado en el tiempo.
Este ambiente desfavorable ha sacudido los mercados de valores globales, generando la lógica preocupación de que una guerra comercial de gran calibre arrastre a la economía mundial.
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Trump, como siempre, va más allá. Lo último que ha salido de su cuenta de Twitter ha sido acusar a China de practicar el "juego de la devaluación" del yuan, aunque el jefe de Estado parece olvidar que Pekín posee 3 billones de dólares en reservas de moneda extranjera —frente a los 150.000 millones de dólares que guarda EEUU en sus arcas—, lo que le permitiría, si quisiera, emplear esa baza e incluso hundir el "billete verde" en el mercado de divisas.
Ese plan estratégico pretende impulsar y reestructurar su industria, con el objetivo de que China sea líder en tecnología a escala internacional, por delante de potencias como Alemania, Estados Unidos o Japón, centrándose en áreas punteras como la inteligencia artificial, el espacio o los circuitos integrados.
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Como señalaba un reciente editorial de la agencia china Xinhua, es "primitivo" que el Gobierno estadounidense se enfrente a estas disputas comerciales "agitando el palo del proteccionismo".
"Apuntar a China solo desviará la energía del verdadero desafío y pondrá en riesgo el futuro de la economía de EEUU", concluía diciendo el comentarista.
El Gobierno chino afirma que el crecimiento económico es sostenible aunque no oculta en público que subsisten serios "retos" a la vista, pues reconoce que "el desarrollo interno es todavía desigual e insuficiente". Estos entrecomillados reproducen palabras de Xing Zhihong, el portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas (NBS por sus siglas en inglés).
Este último índice, creado en 2016, utiliza nada menos que 2.200 millones de instantáneas satelitales tomadas de más de 6.000 áreas industriales que abarcan medio millón de kilómetros cuadrados de territorio chino con las que la empresa SpaceKnow, con sede en San Francisco, obtiene, gracias a unos algoritmos, una medida numérica de cómo está funcionando el sector manufacturero.
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En otras palabras, la estabilidad del crecimiento económico chino es real y tangible. Los algoritmos no engañan. Ese es un hecho muy significativo, sobre todo teniendo en cuenta que la economía de China se halla actualmente en una delicada fase de transición porque está pasando de un modelo basado en la industria pesada y las inversiones hacia otro que gira alrededor de los servicios, la tecnología y otros nuevos sectores.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK