El columnista Timur Ajmétov en su nota para el medio Izvestia analizó la situación de la política exterior turca.
La importancia política de Turquía no permite que sus vecinos y socios se deshagan del problema ignorando las acciones y las declaraciones de Ankara.
Cruzar el Rubicón
A principios de marzo de 2018, el tribunal de la ciudad turca de Edirne —ubicada en la parte europea de Turquía, cerca de la frontera con Grecia y Bulgaria— dictó el arresto de dos guardias fronterizos griegos y los acusó de haber violado las fronteras de Turquía, así como de intentar espiar para Grecia.
Las autoridades griegas esperan que Turquía ponga en libertad a los guardias fronterizos detenidos durante el proceso judicial. Sin embargo, los órganos judiciales rechazaron el 5 de marzo la solicitud de Grecia.
La negativa de las autoridades turcas de liberar los guardias fronterizos solo aumentó la desconfianza de Atenas respecto al motivo verdadero del juicio, explicó el autor.
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El ministro de Justicia del país helénico, Stavros Kontonis, declaró en enero de 2018 que las autoridades no extraditarán a ocho militares turcos que se habían refugiado en Grecia después de la intentona golpista fallida de julio de 2016 en Turquía.
Los soldados que llegaron al territorio griego en un helicóptero militar turco son acusados por Ankara de haber participado en el intento del golpe de Estado, apuntó el periodista.
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"Cabe señalar que Atenas rechaza cualquier posibilidad de intercambio de los guardias fronterizos griegos por los soldados turcos que supuestamente tomaron parte en el golpe de Estado. Las autoridades turcas tienen el mismo punto de vista sobre el asunto. Es curioso que incidentes parecidos se solucionaban anteriormente entre las autoridades locales sin recurrir a los arrestos", señaló el columnista.
Profundas discrepancias
"De esta manera es posible vincular la retención de los guardias fronterizos griegos con el deseo de Ankara de ejercer presión sobre Atenas en asuntos que afectan los intereses [nacionales] de Turquía", subrayó el autor.
Grecia firmó el pasado diciembre un acuerdo con Italia, Israel y el Gobierno de la República de Chipre —no reconocido por Turquía- para la construcción del gasoducto East Med, que tendría una longitud de más de 2.000 kilómetros y conectaría los yacimientos petroleros en la parte este del mar Mediterráneo con las costas de Grecia e Italia, indicó Ajmétov.
El ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, declaró a principios de febrero de 2018 que Ankara estaba dispuesta a tomar todas las medidas necesarias para contrarrestar los planes de sus vecinos de construir gasoductos alternos en el fondo del mar Mediterráneo.
No hay lugar para el enroque
"Se puede suponer que las autoridades griegas y turcas de verdad no planean realizar el intercambio de militares ya que ambas partes imaginan la ola de críticas que provocaría esta acción en Bruselas, que sigue denunciando la caída de los estándares democráticos en Turquía diariamente", destacó el autor de la nota.
Es poco probable que Ankara use a los guardias fronterizos turcos en la discusión referente a la construcción del gasoducto puesto que el proyecto es multilateral, de ahí que la presión sobre Atenas no bastaría en este caso, adelantó.
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Desde el punto de vista del columnista, Rusia debe tener en cuenta que Turquía suele considerar las relaciones bilaterales entre ambos países como parte de su arsenal diplomático contra sus socios occidentales.
"La adquisición de los sistemas aéreos S-400 por Turquía en esencia significa la búsqueda de un recurso alternativo para influir sobre Occidente. Esta sería un arma idónea en la guerra mediática, en la que Ankara trata de demostrar su autosuficiencia e importancia en la política mundial", concluyó.