El medio reconoce que las especulaciones sobre 'la mano de Moscú' fueron "inevitables" dada la resonancia causada por la muerte del disidente y exoficial del Servicio de Seguridad Federal ruso, Alexandr Litvinenko, en 2006.
Pero después de años de investigaciones, el caso de Litvinenko no produjo evidencias lo suficiente sólidas como para inculpar a Rusia directamente, sostiene el medio, y en el caso de Skripal, 'canjeado' en un intercambio de espías en 2010, la situación es aún más vaga.
"Skripal estaba viviendo una vida tranquila en el Reino Unido desde el 2010 tras pasar cuatro años de su condena de 13 años en prisión en Rusia. ¿Para qué Putin, o cualquier otro funcionario ruso querría asesinarle ahora, después de más de una década?", pregunta el artículo.
Más aún, ¿para qué violar el 'código de honor' que obliga a respetar los cambios de espías, la única regla que hace viable este sensible tipo de contactos entre las naciones?
Lo que hace el asunto más complicado, y también difícil para el Gobierno británico, es que el espionaje ya no es el monopolio del Estado ruso —u otro— ya que existen estructuras privadas con sus propios intereses. Por eso, según The Spectator, hasta los propios investigadores no descartan que la tentativa de asesinato pudiera haber sido "un intento de culpar a Rusia y provocar una respuesta inmoderada de Occidente".
"Dado que estamos profesando los derechos humanos para el resto del mundo, es difícil argumentar que la presunción de inocencia no se aplique a Vladímir Putin. Con una acusación injusta corremos el riesgo de perder el apoyo de Rusia cuando lo necesitemos", valora la nota.
Sin embargo, para el final del artículo, los autores decidieron cambiar bruscamente su mensaje y afirman que la mejor forma de "contener a Rusia" sería restablecer el potencial militar, algo que, según ellos, "Europa despilfarró una vez acabó la Guerra fría". Y como receta para lograrlo, proponen "mantener el poderío de la OTAN".
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