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La educación universitaria, una aspiración cada vez menos accesible en Argentina

Si bien el 85% de los jóvenes quieren estudiar en la universidad, apenas la mitad lo logra. El número se derrumba hasta el 21% entre los más pobres. Además, el 26% de la población en esa franja etaria no terminó la secundaria. "La falta de acceso entre los más vulnerables es preocupante", dijo a Sputnik el especialista Martín Nistal.
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La emblemática educación pública y gratuita argentina no llega a todos por igual. El 85% de los jóvenes de entre 19 y 25 años quiere seguir estudiando después de la secundaria, pero apenas la mitad lo logra: solo cuatro de cada 10 jóvenes (38%) continúan su formación superior. A esa edad, el 26% de los argentinos aún no terminó la escuela.
Los datos surgen del último informe del Observatorio Argentinos por la Educación, titulado Educación y trabajo: expectativa y realidad de jóvenes en Argentina, elaborado a partir del entrecruzamiento de las pruebas Aprender 2022 con los datos de la Encuesta Permanente de Hogares nacional de 2023.
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El nivel socioeconómico reviste un rol absolutamente condicionante tanto en las expectativas como en su concreción. Dentro del 10% más rico de la población, el 95% de los jóvenes tiene como proyecto seguir estudiando, y el 51% lo concreta. Sin embargo, en el primer decil (los más vulnerables) las cifras se derrumban hasta el 72% y el 21%. Es decir, que la enorme mayoría de los pobres no logra continuar sus estudios después de la escuela secundaria.
Entre los más pobres, el 72% de los jóvenes de esa franja etaria aspira a trabajar, mientras que la cifra es del 50% en el caso de los más ricos: en el segmento más adinerado, el proyecto de la formación académica es priorizado por sobre el laboral.
El trabajo resalta que —siempre al interior de la población de entre 18 y 25 años— tres de cada cuatro jóvenes (74%) finalizaron la escuela. Además, el 25% se dedica exclusivamente a estudiar, mientras que el 13% trabaja y estudia, un 25% solamente trabaja y un 12% no lleva a cabo ninguna de las dos tareas.

La brecha creciente

"La falta de acceso entre los más vulnerables es preocupante. De todos modos, que solo el 38% de los jóvenes logre seguir estudiando es gravísimo: la realidad termina siendo mucho más dura que la expectativa", dijo a Sputnik Martín Nistal, coordinador de investigaciones de Argentinos por la Educación.
Según el especialista existe un factor determinante a la hora de indagar en el fenómeno: el componente de clase. Claramente el factor socioeconómico es fundamental. Hay una escalera perfecta: cuanto más rico es el joven, más chances tiene de acceder a un nivel superior de estudios. Esto lo corroboramos con una cifra concreta: el 44% de los jóvenes de entre 18 y 25 años del decil más pobre no logró terminar la secundaria; en el decil más rico, ese número es de apenas el 4%.
"Si bien es fundamental que Argentina tenga formación superior totalmente gratuita, hay condiciones objetivas determinantes para los más vulnerables: muchos de ellos deben salir a trabajar y eso les impide continuar con su formación. La coyuntura juega un rol importante, pero no es determinante en este punto: los datos exhiben que existe una tendencia estructural", remarcó el experto.

Un fenómeno multicausal

El factor socioeconómico no es el único gravitante. En el marco de la paulatina desaparición de la añorada movilidad social ascendente —sobre todo frente a una economía virtualmente estancada desde hace más de una década—, el descreimiento de la educación superior —tanto terciaria como universitaria— como vehículo de desarrollo desempeña un papel insoslayable.
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"Llama la atención que solo la mitad de los chicos más ricos quiera seguir estudiando. Es probable que esté muy presente la idea de que la formación académica ya no garantiza una buena calidad de vida: la educación parece haber perdido, en la conciencia popular, ese lugar como forma de ascender socialmente", consideró Nistal.
"En este contexto es importante destacar que el 85% de los adolescentes en el último año escolar hayan expresado que quieren seguir estudiando. Sobre todo es importante remarcar que en Argentina no hay un grave problema de inclusión o de acceso, sino de calidad educativa. Esto puede explicar las dificultades de los sectores más vulnerables para ingresar en estudios terciarios o superiores", apuntó el especialista.

Un círculo vicioso

Cual serpiente que muerde su cola, el acceso a la formación académica superior puede ser concebido como consecuencia, pero también causa del nivel socioeconómico. Nistal lo expresó sin eufemismos: "Esto tiene un impacto directo en el acceso al mercado laboral y las posibilidades de un ascenso social. La evidencia respalda ampliamente que el acceso a estudios superiores incide de lleno en las posibilidades de acceso a un ingreso relativamente elevado".
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Ante un escenario signado por la creciente desigualdad por ingresos —récord en 15 años—, la apuesta por la educación aún puede ser redituable para el ascenso social: "el acceso a niveles educativos superiores en cierto modo determina los ingresos que se perciban a futuro", apuntó el investigador.
"Lo más preocupante del actual escenario es que las desigualdades no están siendo revertidas. La brecha entre ricos y pobres es causa y consecuencia de cómo se ve afectada la trayectoria escolar de los jóvenes", remarcó el especialista.
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