Según el medio estadounidense, los ucranianos también se sienten frustrados por las tensiones entre el Gobierno y los mandos militares, y no son optimistas ante la progresiva constatación de que el conflicto tiene visos de continuar.
"Me siento desesperada. Esta guerra no tiene fin y a veces dejo de creer que acabará algún día", afirma a Bloomberg Natalia Kobiuk, enfermera de Kiev, cuyo marido está en primera línea desde el inicio de la operación especial rusa.
Desde el Instituto Internacional de Sociología de Kiev aclaran que el índice de aprobación del mandatario del país, Volodímir Zelenski, no ha dejado de disminuir. La población también está preocupada por las señales de que la ayuda de la OTAN se está debilitando.
Otro habitante ucraniano, Serguéi Petrovski, diseñador de 52 años y consultor de medios de comunicación de Leópolis, coincidió en que las expectativas de la contraofensiva eran "un poco exageradas".
"El mayor temor ahora es el caos interno y las discordias. La gente teme que todo esto pueda privar al país del apoyo de Occidente, que es el problema clave en este momento", declaró.
Ante la proximidad del invierno, el operador de la red nacional Ukrenergo ha advertido de un fuerte aumento de la demanda de calefacción, instando a los ciudadanos a ahorrar energía utilizando lámparas de mesa en lugar de lámparas de techo, lavando la ropa por la noche y evitando el uso simultáneo de electrodomésticos, escribe también el periódico.
Desde Rusia estiman que las tropas ucranianas han perdido a más de 90.000 soldados entre heridos y muertos —solo durante la fallida contraofensiva iniciada en junio pasado—, además de numerosas pérdidas de equipo militar occidental, que ascienden hasta más de 13.500 tanques y blindados destruidos.
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