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"Me veía muerta": la Casa de la Mujer salva a miles de víctimas de violencia de género en Bolivia

Desde su fundación, en 1990, la Casa de la Mujer en la ciudad de Santa Cruz ayudó a más de 111.000 mujeres víctimas de violencia machista. Sputnik conversó con una de las personas que llegó a esta institución para fortalecerse y buscar que la justicia sancione a quien la agredió.
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María lleva las marcas de la violencia en su cuerpo. 10 años atrás denunció a quien era su pareja por agresiones graves. Todavía tiene la mitad de su rostro paralizado, le duele la columna y también la muñeca.
Huesos y ligamentos ya sanaron, pero el dolor en estas zonas es recurrente. En aquel momento, el médico forense que la revisó instruyó 100 días de impedimento. Lo quiere decir que las heridas le tardaron más de tres meses en curarse.
María pidió a Sputnik que su nombre verdadero no se publique, tampoco el nombre de su agresor, con quien tiene un proceso judicial por intento de feminicidio que todavía no concluye.
Cuando conoció a su agresor, le dijo que era abogado. Pasados los años, con el proceso en marcha, supo que antes había sido policía, hasta que fue dado de baja por asesinar a una mujer, en 1997. Esta causa nunca avanzó. María sospecha que el violento pudo escabullirse de la ley por sus influencias entre las fuerzas policiales y el Poder Judicial.
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María llegó a la Casa de la Mujer, en la ciudad de Santa Cruz, en 2019. Ella no se reconoce en esa persona a la que le quedaba media vida, arrepentida de haber denunciado a su agresor, quien constantemente la hostigaba y amenazaba, a ella y a sus hijos, a quienes tuvo con su anterior pareja, quien falleció de cáncer.
En un diálogo con Sputnik, recordó varios hechos dolorosos durante una hora de conversación. Aunque a menudo el llanto le anudaba la garganta, consideró que era importante dejar su testimonio. Quizás de esta manera pueda llegar con un mensaje de esperanza para los miles de mujeres que en Bolivia sufren violencia permanentemente de parte de hombres que alguna vez dijeron amarlas.
A partir del apoyo de la Casa de la Mujer, María pudo sanar en gran medida. Comprendió su situación, conoció el funcionamiento del sistema judicial y adquirió las herramientas para ayudar también a otras mujeres, quienes sufren lo mismo que ella sufrió.

Denuncia en soledad

En 2013, Maríadecidió denunciar a su agresor, luego de sobrevivir por pura suerte a una brutal golpiza. Juntó valor para enfrentar a su potencial asesino, pero no encontró el apoyo que hubiera necesitado. Su agresor fue imputado por violencia familiar, cuando tendría que haber sido procesado por intento de feminicidio.
Pasaron cinco abogados y seis años sin que avanzara la causa. Uno de esos días, María acudió al Palacio de Justicia cruceño para averiguar el estado del proceso. Pero antes de llegar a la puerta se dio cuenta de que su agresor la perseguía.
Actividad de La Casa de la Mujer en Santa Cruz
"Gracias a Dios había un policía. Me agarré de su brazo y este hombre se escapó", relató María. En el acoso hubo algo positivo: consiguió los registros de las cámaras cercanas al Palacio de Justicia y los presentó como prueba de que su vida estaba en riesgo. Entonces al agresor le revocaron las medidas sustitutivas a la prisión y fue recluido en la cárcel de Palmasola.

Por recomendación de varias instituciones María llegó a la Casa de la Mujer. "Estaba en un estado que usted no se puede imaginar. No articulaba palabras, no podía levantar la cabeza, no podía caminar. Estaba totalmente desequilibrada. Me internaron varias veces en el hospital y me dieron no sé qué medicamento, porque realmente tenía un estrés terrible. Prácticamente me veía muerta".

Y agregó: "Sentí que en cualquier momento esta persona me iba a matar".
Ni bien llegó a la Casa de la Mujer, conoció a la abogada Mayra Daza, con quien varias noches permanecieron despiertas para elaborar los documentos requeridos por la justicia.
Vivió por tres meses en la casa de acogida Ana Medina, de la Alcaldía cruceña. Pero aquí tampoco pudo encontrar la paz que necesitaba, porque recibía llamadas con amenazas provenientes del penal de Palmasola.
Durante su estadía en la cárcel, el agresor solicitó someterse a un juicio abreviado por violencia familiar, que preveía una pena de tres años excarcelables. Aunque la defensa de María rechazó este procedimiento, se realizó una audiencia en Palmasola por la cual su expareja fue liberada.
En ese momento, María se comunicó con sus familiares y amigos más cercanos. Les avisó que si algo le pasaba el responsable era su agresor. "Estoy segura de que de no llegar a la Casa de la Mujer ahora estaría muerta", sostuvo.
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Fueron necesarios varios años para que la causa fuera recaratulada como intento de feminicidio con lesiones graves y gravísimas. Luego de muchas dilaciones, este juicio oral debería comenzar este 13 de octubre.
Hay otra víctima del mismo agresor, quien lo denunció en 2019. Pero ni este caso ni el feminicidio cometido en 1997 —que no avanza porque su expediente misteriosamente se perdió— no serán tomados en cuenta en el juicio que está por iniciarse.
"Ahora, en los talleres que tengo, en las terapias psicológicas en la Casa de la Mujer, recuerdo cómo estaba en 2019 y no lo puedo creer. ¿Cómo pude llegar a ese punto? A tener tanto miedo, que gracias a Dios ya no tengo", contó.

Pero "sí tengo la mitad de mi cara paralizada, tengo mal los ligamentos de mi rodilla, tengo dañada mi columna y mi muñeca, que me había fracturado", cuando su agresor casi la mata en 2013.

"La doctora Mayra es un ángel. Voy a decir siempre que gracias a ella estoy viva. Gracias a ella y a la Casa de la Mujer ha cambiado mi vida. Me han hecho sentir que no estaba sola. Esa palabra es tan importante. Capaz, quienes no son sobrevivientes no valoran esa palabra tan importante: no estás sola".
Actividad de La Casa de la Mujer en Santa Cruz

Las sobrevivientes

Con seis mujeres que conoció en la Casa de la Mujer, María creó la asociación de Sobrevivientes de Violencia Machista en Busca de Justicia, con la cual apoya a mujeres que atraviesan situaciones que ella ya conoce.
"A las compañeras que están buscando justicia les digo que no pierdan la esperanza, que tengan bien seguro que no están solas", aseguró.
María y sus compañeras sobrevivientes tienen la formación y lamentablemente la experiencia. Pero no tienen recursos para ayudar a las víctimas.
"Yo en algún momento he escapado de la casa, he salido hasta sin documento ni nada. Muchas veces las víctimas escapan con los bebés, los niños o solas Y tenemos que trajinar para ir al forense, a la FELCV [Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia] y a veces las víctimas no tienen dinero. Pero nosotras no podemos pedirles, porque eso ya nos pasó en su momento", afirmó.

Un mejor trato

María notó que desde 2013 hasta la fecha cambió para bien el trato que reciben las víctimas cuando recurren al Estado en busca de auxilio. "Todo ha cambiado. Cuando voy a la audiencia estoy tranquila, me siento protegida. Antes, este agresor me arrinconaba, me chocaba, me empujaba y nadie le decía nada, ni el juez, ni el fiscal, ni mucho menos mi abogado de entonces".
También comentó que las y los policías de la FELCV ahora "demuestran empatía, se mueven, ayudan. Conocemos al coronel, quien de inmediato nos da apoyo cuando lo solicitamos".
Con la ayuda de sus dos hijas y su hijo, María creó su propio emprendimiento, Printex, con el cual fabrica pijamas en varios modelos, así como barbijos y trajes de bioseguridad que se vendieron muy bien en la época de la pandemia de COVID-19.
Para ella es fundamental que las mujeres víctimas de violencia puedan trabajar, tener una actividad que les permita contar con sus propios recursos para ya no depender económicamente del violento.
"Pedimos a las autoridades que, de acuerdo con la ley 348 [La Ley integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia], entre en vigencia la bolsa de trabajo para las víctimas y las sobrevivientes, quienes tienen derecho a trabajar", reclamó.

Una casa siempre abierta

Actividad de La Casa de la Mujer en Santa Cruz
Ana Paola García Villagómez es directora de la Casa de la Mujer. Es abogada y tiene 33 años, la misma edad que esta institución referente en la defensa de los derechos humanos en Santa Cruz de la Sierra.
"La Casa de la Mujer nace con ese sueño de alcanzar una sociedad más justa. Pero nos damos cuenta de que la violencia es uno de los principales problemas que detiene el desarrollo personal de las mujeres y también del país", dijo a Sputnik.
Contó que en lo que va de 2023 en el país se cometieron 66 feminicidios, de los cuales 18 tuvieron lugar en Santa Cruz. Si se toma en cuenta que Bolivia tiene 11,5 millones de habitantes, la tasa de asesinatos de mujeres es una de las más elevadas de la región.
De acuerdo al Gobierno de Bolivia, el delito más recurrente entre 2017-2022 es el de violencia familiar, del cual las mujeres representan casi el 90% de las víctimas. Estos datos son del Dossier de Estadísticas en Seguridad Ciudadana, dado a conocer a principios de septiembre.
La Casa trabaja las 24 horas todos los días del año. Esta disponibilidad "nos ha permitido salvar la vida de muchas mujeres", consideró. Desde enero hasta el 31 de agosto pasado, en este departamento se realizaron 11.900 denuncias por violencia de género.
"Muchas mujeres vienen hasta descalzas, porque tienen que huir de sus casas para salvar sus vidas, porque sus agresores las quieren matar. Pareciera realmente una película de terror", relató la directora.
"Hay feminicidios que se dan con violencia extrema. La crueldad es un común denominador. Están torturando a las mujeres antes de matarlas. Con eso no solamente pretenden aleccionar a sus víctimas: también quieren dar un mensaje a las otras mujeres", explicó García.
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Respecto a la ley 348, evaluó que aún le falta mejorar en varios aspectos para tener la utilidad necesaria.
De todos modos, es mejor que la anterior normativa, la 1.174, que "consideraba a la violencia una infracción, pero no un delito. El feminicidio era tratado como un delito de bagatela. En procedimientos abreviados les daban tres años a los agresores, sin entrar a la cárcel".
Y graficó: "Era más barato que robarse una vaca, porque el abigeato establecía penas de cuatro a ocho años, mientras por matar a una mujer podían dar tres años".
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