A mediados de la época del Mioceno, marcada por cambios climáticos dramáticos y un paisaje seco, se crearon unas condiciones perfectas para los arácnidos de Australia. Esta era ofreció a las arañas migalomorfas una oportunidad excelente, un fenómeno que intrigaba a los científicos durante mucho tiempo. Sin embargo, la escasez de sus fósiles de este período ha dejado muchas preguntas sin respuesta.
Durante el descubrimiento, los investigadores se toparon con un fósil colosal de un nuevo género y especie de arácnidos, que se remonta al Mioceno, hace aproximadamente entre 11 y 16 millones de años. Esta formidable araña trampilla, conocida como Megamonodontium mccluskyi, es un hallazgo asombroso que supera a sus contrapartes modernas por un factor de cinco
Con un tamaño asombroso de 50 milímetros, rivaliza con las arañas lobo actuales.
El nombre del género, Megamonodontium, rinde homenaje a sus parientes vivos más cercanos, las diminutas arañas trampilla con patas de cepillo del género Monodontium. El nombre específico, mccluskyi, es un honor al Dr. Simon McClusky, el dedicado científico que desenterró este extraordinario espécimen en junio de 2020.
"No solo es el arácnido fosilizado más grande encontrado en el continente de Australia, sino que es el primer fósil de la familia Barychelidae que se ha encontrado en todo el mundo", aclaró el Dr. Robert Raven, aracnólogo del Museo de Queensland y autor principal del estudio.
Este impresionante fósil pertenece a la familia de las arañas trampilla de patas de cepillo. Probablemente ese tipo usaba una estrategia de caza de emboscada, confiando en su madriguera camuflada para atrapar a presas desprevenidas. El estilo de vida único de estos animales puede explicar la rareza de sus fósiles en el registro científico.
El descubrimiento de Megamonodontium mccluskyi promete llenar vacíos críticos en nuestra comprensión de la evolución de los arácnidos. Un examen detallado mediante microscopía electrónica de barrido ya ha proporcionado información valiosa sobre las garras, las setas (estructuras parecidas a pelos) y las adaptaciones sensoriales de la araña.
Estos hallazgos sugieren que las setas cumplían una multitud de funciones, incluida la detección de sustancias químicas, la detección de vibraciones, la defensa contra depredadores e incluso la producción de sonidos.
El estudio fue publicado en la Revista Zoológica de la Sociedad Linneana.
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