España es uno de los países donde las evidencias de los efectos del cambio climático son claras. La sequía pertinaz provoca que regiones enteras sufran desde hace meses restricciones de agua y los daños en la agricultura son incuestionables. El país ya depende de las importaciones de grano para satisfacer sus necesidades de cereal. Y las altas temperaturas de los veranos anormalmente largos, se hacen insoportables para amplios grupos de población y también para los turistas, cuya afluencia es menor.
Aun así, la cuestión del impacto del cambio climático en la vida de los ciudadanos y en la actividad económica del país no ocupó un lugar central en la campaña electoral para las elecciones generales del 23 de julio ni tampoco en los programas de los partidos. La formación que más aludió a él, Vox, lo hizo precisamente para negar su existencia. Y los estudios sociológicos muestran una preocupación apenas residual en la opinión pública.
Pero los datos menguantes de un sector como la agricultura, la menor afluencia de turistas en temporada estival, los estudios de meteorólogos y diversos informes de expertos avisan desde hace meses de un riesgo casi existencial para la actividad humana en el país.
Con todo, la agencia de calificación S&P avisa de que un eventual bloqueo a la formación del nuevo gobierno español pondría en peligro la llegada de fondos europeos. Y otra agencia, Moody's, prevé un déficit al alza del 4% para 2023, así como una incapacidad para "hacer frente a los retos fiscales" por el mismo motivo. Es decir, en el corto plazo, los riesgos para la economía española parecen diferir en cuanto a magnitud de los riesgos a largo plazo.
Golpe a la agricultura
La demanda exterior es una de las claves de la economía española, que se distingue por una productividad más bien baja que palía con sectores que se benefician de la bonanza natural del país, como la agricultura y el turismo.
Pero un invierno inusualmente cálido y la ausencia de lluvia en épocas clave de la primavera han condicionado la producción agrícola y un campo donde las cosechas cada vez son más escasas. Ya en mayo, la sequía asfixió al 80% del campo español, produciendo pérdidas irreversibles en más 5 millones de hectáreas de cereales de secano, según datos de la Confederación de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
La ausencia de lluvias es dramática en muchos puntos del país, y en Cataluña se ha decretado por primera vez una alerta máxima por sequía en 24 municipios en la comarca del Alt Empordà (Gerona), donde el pantando de Riudecanyes, que abastece los acuíferos, se encuentra al 5,25% de su capacidad.
El Gobierno catalán ha limitado el consumo de agua a 200 litros por habitante y día. Esta sequía ha provocado la reducción de la cosecha en un 70% a nivel global en Cataluña. Sin contar el maíz, en 2023 sólo se han alcanzado en esta región 4998.660 toneladas de grano, casi la mitad que en 2022 y casi un millón menos que en 2021 (1.361.922 entonces), según estadísticas de la Asociación de Jóvenes Agricultores (ASAJA).
Restricciones y bajos precios agrícolas
Hay problemas también en Extremadura, Castilla-La Mancha y Aragón. En Andalucía, 80.000 personas del norte de la provincia de Córdoba desde hace meses se abastecen de agua mediante un camión cisterna, dado que el embalse que se la suministraba se secó por completo.
En varias zonas del país se han alcanzado en julio temperaturas superiores a los +40 ºC durante las sucesivas olas de calor (+46 ºC en puntos de la provincia de Tarragona), y ha habido noches de +25 ºC. El 2 de agosto se registraron +41,7 ºC en Murcia.
"La cosecha de fruta este año ha sido muy mala, ha faltado casi un tercio de la producción habitual", declara a Sputnik J. López Marín, pequeño agricultor con cultivos hortofrutícolas de melocotones, nectarinas, peras y paraguayos en la huerta de Cieza (Murcia), que lamenta la "falta de frío" acaecida en enero que imposibilitó el "descanso invernal de los árboles" y la ola de calor en abril, que afectó a la floración.
"El ciclo de maduración ha sido muy corto y luego en junio hubo lluvias inusuales que impidieron que se recogiera la cosecha", afirma.
A pesar de estas anomalías climáticas, este agricultor afirma que el tema recurrente de conversación en su gremio no es el cambio climático. "De lo que sí hablamos es de la regulación de los precios en origen, pedimos que se ajusten a los precios de producción", destaca, luego de asegurar que los rigores del calor no suponen una situación nueva. "Mi padre, que también era agricultor, tuvo algún año en que veía cómo las peras de sus perales se secaban a una temperatura de casi +47º C al sol", recuerda.
Según datos de la COAG, en junio la diferencia porcentual del precio en origen y el precio en destino, expresdos ambos en euros por kilogramo, llegó a ser de un 535% en el caso de las aceitunas de mesa, de un 466% en el de los melocotones y de un 433% en el de las nectarinas. Es decir, el agricultor, acuciado por las malas cosechas, tampoco se beneficia del negocio y vende su escasa producción a un precio muy barato, pese a que luego el precio de venta al público en las tiendas es muchísimo más alto.
El futuro impacto en el turismo
España todavía no ha recuperado el volumen turístico previo a la pandemia y es aún es pronto para dilucidar si entre las razones de una menor afluencia de turistas también se cuentan las temperaturas extremas que se vienen registrando en los últimos años.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), 8,3 millones de turistas internacionales visitaron España en junio. Es un 10,9% más que en el mismo mes de 2022, pero un 5,8% inferior a la de junio de 2019, antes de la pandemia. El dato positivo es que gastaron un 14% más que entonces: 46.011 millones de euros.
"La subida de las temperaturas en las provincias costeras de Mediterráneo puede disminuir la predisposición de los turistas a visitarlas", alerta la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), un centro de análisis dedicado a la investigación económica y social. En su informe de 2022 sobre el impacto del cambio climático en España, Funcas cree probable que la temporada alta de los destinos de sol y playa se desplace en un futuro próximo "fuera de los meses de julio y agosto tradicionales".
No obstante, los expertos de esta organización todavía catalogan este riesgo de "no urgente", a diferencia del de "reducción o incluso desaparación" del turismo de nieve por la falta de este elemento.
El impacto en las ciudades y viviendas
Los efectos del cambio climático "exacerbarán muchos de los problemas actuales de las ciudades", aseguran en Funcas, que señala que las consecuencias no se dejarán sentir por igual entre los diferentes grupos socioeconómicos de población. En otras palabras quien tenga una buena casa con calificación energética óptima y encima al lado de zonas verdes, sufrirá menos que quien resida en una vivienda de materiales que se recalientan situada en un barrio sin árboles.
Entre los riesgos en este aspecto que cabe considerar de manera urgente, los expertos de Funcas señalan la potencial "pérdida y deterioro del confort y habitabilidad en viviendas", así como el "riesgo de estrés térmico" en espacios públicos, donde la infraestructura verde está amenazada de deterioro y el coste de su mantenimiento se eleva. Los cambios de temperatura también amenazan con deteriorar y deformar los "materiales de construccion y el mobiliario urbano".
Ante esta situación, desde hace años los inversores y promotores de edificios de viviendas y oficinas buscan soluciones acordes con la sostenibilidad. Como explica a Sputnik Antonio Díaz Curiel, arquitecto de la compañía de gestión Mace Group, la razón obedece también a dos motivos: "Porque ser verde hace que consigan una financiación más barata de los bancos y porque cuando llegue el momento de vender el activo, al ser verde, reportará más beneficios", afirma.
"La sostenibilidad ahora mismo está de moda y cada vez más. Nuestro departamento de sostenibilidad multiplica por dos la facturación cada año, por ejemplo", afirma.
En este aspecto y según datos del Banco de España, ya entre 2014 y 2019 las empresas más contaminantes parecieron experimentar una cierta reducción en la financiación procedente de las entidades de crédito españolas.
"Todos los grandes inversores están dando mucha importancia a la optencion de certificaciones de sostenibilidad. Son sellos como BREEAM, LEED, WELL o VERDE, reconocidos internacionalmente, y buscan la mejora de la eficiencia energética del edificio", explica A. Díaz Curiel, que cita como clave el análisis de consumo de carbono (CO2) en los edificios. "Una parte se consume en la ejecución (fabricación de materiales, transporte y construcción) y otra en la operación, que es el propio consumo energético una vez el edificio está en funcionamiento".
Y esa sostenibilidad surgida de fuentes de energía renovables también se aplica en el campo. "Aquí tenemos placas solares que alimentan el almacén y los cabezales de riego, para que el riego por goteo esté centralizado", señala J. López Marín, que asegura que su padre ya utilizaba el riego por por goteo en los años 80: "Porque cuando era joven, el riego se hacía por inundación, a través de las acequias".
Enfrentando al calor en las viviendas
La posibilidad apuntada por Funcas de que los diferentes grupos socioeconómicos de la población sufrirán los rigores del cambio climático de manera desigual, atañe tanto a la calidad de construcción de sus viviendas como a los elementos que pueden incorporar, como el aire acondicionado.
En España, hay lugares donde su uso es recurrente e incide en el global de la energía eléctrica consumida, cuyo precio en verano y en invierno se encarece. "Pero su consumo de carbono depende de su fuente de alimentación", recuerda Díaz Curiel, que señala que su recurrencia será "más sostenible" si la energía eléctrica que lo alimenta proviene de paneles solares o fuentes de aerotermia y geotermia.
"La forma de los edificios, los materiales, la orientación, su aislamiento térmico, la calidad de sus ventanas, etc., son muchos los factores que hacen que un edificio requiera menos consumo de energía para su aclimatación. Hay hormigones que en su fabricación consumen mucho menos CO2 que el hormigón tradicional. Y a menor consumo de carbono, más caro es el material", asegura este arquitecto, que a la pregunta de cuáles son los aislantes térmicos clave en una vivienda, responde que son las ventanas.
"Los aislantes son los materiales de fachada y cubierta, los mas evidentes son las ventanas. A mayor aislamiento, mayor precio. Pero la orientación es fundamental. En Sevilla procurarás no abrir grandes ventanas al sur, mientras que en Galicia quizá hagas lo contrario", concluye.
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