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Del barrio de Tepito al mundo: el sonidero más famoso de México recorre su historia con Sputnik

Con 55 años de trayectoria, Sonido La Changa de Ramón Rojo Villa es uno de los sonideros más emblemáticos de México. El 25 de marzo se presentó en el Gran Baile de Sonideras y Sonideros —en el marco del Festival Noche de Primavera, organizado por la Secretaría de Cultura local— ante más de 100.000 personas. Sputnik conversó con el rey de reyes.
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"¿Quién iba a pensar que un chamaco vendedor de discos en Tepito iba a ser tan popular como La Changa?", inquiere Ramón Rojo desde la sala de su casa en Huehuetoca, Estado de México, una localidad emplazada a unos 68 kilómetros al norte del Centro Histórico de la capital del país, en donde vive desde hace más de 10 años.
A Rojo lo rodean fotografías, reconocimientos, diplomas, regalos de sus admiradores y Monchis, un chango de peluche ataviado con un sombrero colombiano, el icónico vueltiao, que hace de mascota de La Changa.
Monchis
El sonidero quiere dejar una huella para la gente que viene atrás, los jóvenes: que agarren un buen camino, asegura. "Un legado para la juventud, [así] los jóvenes agarran un buen camino, no agarran otro camino de las drogas, este es un camino muy bonito, la música sonidera", declara en referencia al género artístico que lo ha consagrado, una práctica de barrio para congregar la cumbia y el baile.
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Es por ello que actualmente la investigadora y gestora cultural Mariana Delgado, integrante del colectivo Musas Sonideras —conformado por 47 mujeres sonideras, entre ellas Marisol Mendoza y Lupita La Cigarrita— escribe un libro sobre La Changa.

"Ella es la que me ha apoyado siempre, imagine, La Changa, un sonidero, estar en el Vive Latino, en el festival EDC, en el Festival Cervantino en Guanajuato, por la señora Marianita, [por eso] a ella le voy a dar la oportunidad de que ella va a hacer, fíjese nomás, el libro de La Changa, eso es lo que viene más adelante. Marianita y yo nos vamos a sentar, no sé cuánto tiempo, porque hay muchas cosas que contar en ese libro que va a ser muy importante, dejar una huella enorme para la gente que viene atrás, para que lean cómo empezó la Changa", declara en exclusiva para este medio Ramón Rojo.

¿Y cómo arrancó el viaje de La Changa?, pregunta Sputnik al sonidero originario de Tepito.

La Casa Blanca

Había una vez una vecindad llamada Casa Blanca, en Tepito, barrio histórico que motivó el libro de Óscar Lewis Los hijos de Sánchez —publicado en 1964 por el Fondo de Cultura Económica—, recuerda Rojo, "quiero que lo lean, que lo busquen, ganó un premio". Allí vivía Guadalupe Salazar, mejor conocida como la Socia, mujer pionera del movimiento sonidero de la capital latinoamericana y con quien Rojo Villa tuvo una amistad entrañable. "La amistad que tuve con Lupita, Guadalupe Salazar, fue muy grande", precisa.
Era tal el vínculo de los amigos que el adolescente —en ese entonces tenía 17 años— se la pasaba día y noche en la vecindad poniendo discos de la Sonora Matancera y bailando con Teresa, Beche, una de las hermanas de la Socia y de la que estaba enamorado.

"Esta familia, Salazar, yo los quería, era como parte de su familia, no salía de ahí, nos poníamos a bailar Beche y yo en la sala de su casa, ahí en la vecindad, tenía una consola de las antiguas, poníamos discos de la Matancera y nos poníamos a bailar", detalla. "Yo, ya que no está ella qué interesa, yo sentí un amor por ella, pero un amor limpio, un amor que fue platónico para mí", confiesa el maestro sonidero.

Sin embargo, pese a que eran pareja de baile, el amor de ese adolescente fanático de la Matancera no fue correspondido. "Nunca se fijó en mí, a pesar de que yo no salía de su casa, a pesar de que era mi pareja de baile, nunca se logró, un día que me le declaré para ser su novio, se molestó tanto que me corrió de su casa", recuerda el hombre casi seis décadas después, a los 74 años.
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Con todo, el joven siguió yendo a la casa de su amiga, "yo vivía ahí, yo ahí comía, ahí me dormía, ahí hacía todo". Mientras, a la Socia no le faltaba el trabajo, lo mismo se presentaba con su "amplificador de bulbos, una trompetita y una bocinita de 12 pulgadas" en bodas, XV años o bautizos, "era la más popular del barrio", apunta La Changa, que le ayudaba a trasladar el equipo, pero "no le ayudaba con el fin de que me pagara, le ayudaba con el fin de bailar con la hermana y estar con la hermana, era la única satisfacción que yo tenía, estar con ella. Y así empecé", confiesa Rojo Villa.

Discotienda Casa Vera

Para ese entonces, el adolescente comenzó a trabajar con sus tíos , que compraban chácharas y artículos varios, lo que lo llevó descubrir la discotienda Casa Vera, en donde la muchacha encargada ponía discos de la Sonora Matancera, danzones, chachachá y mambos de Dámaso Pérez Prado, el llamado rey del mambo.

"Yo iba todas la tardes, cuando salía de trabajar, de ayudarles a mis tíos, iba yo a pararme a la discotienda porque tenían una bocina en la puerta que daba para la calle y me ponía allí en la bocina (...), a mí me encantaba eso", cuenta con emoción y recuerda que, de tanto que se la pasaba en la discotienda, la joven que atendía el local comenzó a ponerle sus canciones favoritas.

Y entonces sucedió el milagro. Un anuncio que decía: se vende, se renta o se traspasa todo. "Sí, el señor ya quiere cambiar de giro y van a vender todo", le dijo la encargada al adolescente cuando le preguntó que cómo que se remataba todo. Entonces Ramón Rojo salió corriendo al local de sus tíos y les dijo: "Que venden la discotienda que está ahí en la calle de Argentina y Costa Rica, toda la tienda la venden, tiene muebles, tiene aparatos".
Ramón Rojo Villa, Sonido La Changa
"A ver, vamos a ver", le respondieron y fueron a la discotienda. "Mire, señorita, este es mi tío que se interesa en la tienda", dijo el adolescente a la muchacha que ya telefoneaba a su patrón. El jefe de inmediato se hizo presente para negociar el traspaso del local con sus discos de ranchera, los Beatles, Creedence… Ese mismo día cerraron el trato.

"Ya al otro día sacamos el montón de discos, en el suelo, apilados, la gente pasaba y yo los extendía, pero nadie compraba, entonces dije yo: pues estoy aburrido aquí, le voy a pedir prestado el amplificador a la Socia para oír algo de música, porque dentro de la compra de esa tienda salió un bafle, y el bafle traía una bocina suelta, la destapé, le puse la bocina, voy y le pido prestado a la Socia, el amplificador", cronica La Changa.

De inmediato, el joven puso el amplificador en un banquito, encendió la bocina y empezó a reproducir discos que atraían a la gente que compartía con él la pasión por la clave. El pequeño local desbordaba energía y clientes. "¿Cuánto por el disco ese? A ver, pruébame este. ¿Este cuánto? Era un probadero de discos", recuerda Rojo Villa.
Sin embargo, cuando la Socia se enteró de que con su aparato La Changa y sus tíos estaban haciendo negocios, pidió su amplificador de regreso. "Pero yo de lo que vendía, pues la mitad para mi bolsa, la mitad para la caja, entonces junté un dinerito, me fui a comprar un amplificador igualito hasta el mercado de Hidalgo, en la (colonia) Doctores, y ya me vine con mi amplificador al otro día".
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Y siguió la vendimia. Cierto día, una señora que acudía al mercado de Tepito por su despensa, más barato, atraída por la música que reventaba la bocina, le preguntó al joven de la tienda: "oiga, ¿no alquila su tocadiscos? ¿Cuánto cobra la hora? Es para una fiesta de mi hijo de tres años".
Así, en una fiesta infantil, el amplificador comenzó a reproducir a la Santanera, la Matancera, danzones, todo, poco antes de que un tormentón estuviera a punto de arruinarlo todo. "Yo creo que fue el bautizo de La Changa, ya después empecé a hacerme popular en el barrio (...) y a anunciarme por el radio, Radio Onda, y todo eso", asegura.
El siguiente paso era nombrar el proyecto: "A través del tiempo, dije: '¿cómo le voy a poner?' Aves del Trópico, Sonido Aves del Trópico, pero en el barrio me conocían como La Changa, y todos decían: la changa y la changa y la changa, y La Changa se le quedó".
No pasó mucho tiempo cuando, por invitación de un agente del servicio secreto que se encargó de conseguir los permisos, La Changa empezó a organizar tardeadas todos los domingos y poco a poco se fue abriendo camino, hasta que le presentaron al Rolas, un sonidero del barrio de San Juan de Aragón, pueblo originario fundado en 1854 por el entonces presidente Ignacio Comonfort.
"Eso fue la punta de la historia sonidera que empezamos La Changa y el Rolas, ser una mancuerna, yo aprendí mucho de él, él aprendió mucho de mí, él tocaba puros Corraleros de Majahual y yo tocaba pura Matancera", recuerda Rojo Villa sobre su mancuerna, quien introdujo los característicos saludos de la Changa a la audiencia bailadora mediante el micrófono.
Años después conocería al sonido Perla Antillana, del municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, que lo invitó a tocar en Estados Unidos.
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El Hollywood Palladium

Fue el 20 de noviembre de 1993 —un año antes de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)— cuando La Changa y Perla Antillana desbordaron el Hollywood Palladium de Los Ángeles, California.
"Yo viajé a los Estados Unidos en el año 93, nos fuimos de hindú, de indocumentados. Tres días antes de que llegara la fecha, el periódico más popular latino, hispano, en Los Ángeles, decía: sold out", recuerda Ramón Rojo, que ni siquiera sabía hablar inglés.
"Era para 4.000 almas el cupo límite, y allá todo es por ley, no pueden rebasar el límite de ese lugar, un lugar donde cantó Frank Sinatra, Elvis Presley, Marilyn Monroe, en ese lugar tan histórico (...) llegamos e hicimos un boom", recuerda con emoción La Changa y asegura que al día siguiente diversos medios informaban sobre un disc jokey mexicano que había causado un alboroto en el Hollywood Palladium.
Después vendrían los viajes a Colombia y Nueva York, en donde La Changa tuvo la oportunidad de comprar discos de orquestas que en ese entonces no se conocían en México: La Sonora Dinamita, Grupo Niche, Guayacán Orquesta, "iba yo a Nueva York única y exclusivamente a comprar discos del Gran Combo de Puerto Rico, de Héctor Lavoe, mi ídolo, Willie Colón, mi compadre Óscar de León, que es mi compadre, de tantas orquestas que ha habido, por haber, y que gracias al apoyo del Sonido La Changa se hicieron famosas", detalla.

Los picoteros colombianos, hermanastros del sonidero

Fue así como conoció a los picoteros colombianos, que, según cuentan los barranquilleros, han derrumbado casas, cuarteado paredes y dejaron sorda a media Colombia. Al igual que el sonidero mexicano, heredero directo del sound system jamaiquino, el picotero consta de tocadiscos y equipos de sonido llamados "picós".
"Allá en Colombia hay un lugar, un departamento, porque allí no le dicen estados, como aquí, se le llaman departamentos, el departamento de Barranquilla… A los sonideros se les llama picoteros, que también tienen muy buenas producciones, la música de ellos es muy diferente a la de nosotros, nosotros valorizamos la música de las cumbias colombianas, la salsa, y ellos valorizan la música mexicana", equipara Ramón Rojo, sorprendido por lo que considera una extraña contradicción.
"Era increíble que cuando viajaba yo a Colombia me decían: 'oiga, ¿es cierto que José Alfredo Jiménez no ha muerto? Oiga, que Juan Gabriel, que el Chavo del 8', tan popular allá, es un ídolo", comparte.
"Yo tengo que regresar a Colombia porque hay una invitación por parte del sindicato de los músicos colombianos, me quieren hacer un homenaje. Yo tengo que estar con toda esa familia de músicos colombianos, me encanta Colombia, me gusta su música, yo tengo que ir, primeramente Dios, este año, aunque sea una semana, quiero ir a Bogotá, a Cali, a Barranquilla, Cartagena, tengo que ir a visitar una ciudad que se llama Cúcuta, Colombia, tengo que ir a la casa donde nació mi compadre Andrés Landero, el mejor acordeonista, que se llama San Jacinto de Bolívar, Colombia, donde hacen los acordeones, los sombreros colombianos, todo eso, donde nació la cumbia, todo eso me interesa. Yo no soy conformista, me gusta la música, la música tropical al 1.000 por ciento", asevera don Ramón.
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Sonido Sincelejo y el kiosco Morisco

A principios de febrero de 2023, la titular de la alcaldía Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, ordenó el retiro de Sonido Sincelejo, que desde hace 12 años musicaliza los encuentros de docenas de adultos de la tercera edad, vecinos y personas que se reúnen a bailar salsa, cumbia, danzón y otros bailes populares en la alameda de la Santa María la Ribera, colonia histórica de la capital de México.
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Entonces, y para calmar las protestas de los afectados —que derivaron en represión y robo de su equipo musical— Cuevas convocó a los sonideros más emblemáticos del barrio bravo, como se conoce a Tepito, entre ellos a La Changa, para participar en un evento cultural en la explanada de su recinto de gobierno, al que llamó la Guerra de Sonideros.

"Eso fue un problema, vuelvo a repetir, yo no sé de partidos, yo no sé de política, aquí la situación fue que a la señora Sandra Cuevas, que vive allí donde se hacen todos los domingos los eventos para la gente de la tercera edad, le molestó el ruido, mandó a parar el baile, cosa que a la gente pues le molestó, no paró, no obedeció, entonces ya agresivamente llegó [la gente de la alcaldesa] a golpear a la gente, ahí sí no me pareció porque yo también soy partícipe de esa gente, no es un delito bailar danzón, no es un delito bailar chachachá, bailar tango, no es un delito recordar aquellos viejos tiempos que nosotros tuvimos cuando éramos jóvenes, es un espacio que se da todos los domingos y eso fue lo que molestó", evalúa Ramón Rojo.

Entonces, fiel a sus principios, La Changa rechazó la invitación a participar en el evento para evitar, así, lavarle la cara a la administración local.
"Después de que la señora se le echó encima a toda la gente, se quiso disculpar haciendo un baile en la explanada de la alcaldía Cuauhtémoc, llevando a otros compañeros sonideros. Yo no quise participar porque yo no estoy a favor de que la señora diga una cosa y después se retracta, hace un baile para que a la gente se le olvide y diga: 'uy, qué buena gente la señora'", comenta.
Así, en coordinación con Sonido Sincelejo, los vecinos, artistas y activistas de la colonia organizaron un mano a mano con La Changa que, finalmente, se canceló por motivos que no fueron esclarecidos. Sin embargo, Ramón Rojo confiesa a Sputnik que "sabía que iba a ir yo y la señora no iba a permitir hacer ese baile", por lo que prefirió esperar a que las cosas se enfriaran.
Pero La Changa es fiel a su palabra, así que "el día que quieran, hablamos y lo hacemos", dice a la cámara y confiesa: "yo tenía pensado hacer ese baile el mero día 10 de mayo, Día de las Madres, darle un regalo a las madrecitas que les gusta mucho bailar con La Changa".
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Un ídolo: Héctor Lavoe

Ramón Rojo comparte con Sputnik cómo conoció a su ídolo, el salsero puertorriqueño Héctor Lavoe, cuya biopic, protagonizada por el connacional Marc Anthony, le pareció una falta de respeto a la vida del llamado cantante de los cantantes.
"Héctor Lavoe vino a México contratado por el señor Tiberio González, que era el director de los Gatos Negros de aquel tiempo (...), hacían bailes y traían gente de aquella época que apenas empezaba en el movimiento de la música llamada salsa", recuerda el sonidero.

"Tuve la oportunidad de conocerlo esa noche de su debut en el Deportivo Nader (...). Tuve la oportunidad de escuchar su voz, cómo era él, Héctor Lavoe, caray, eso nunca jamás en la vida se me va a olvidar", narra Ramón Rojo Villa, "en lo personal, fue la [ocasión] más conmemorativa que llevo en mi corazón, ser yo el único sonidero de haberlo conocido, caray".

El tepiteño despide a este medio con su característico saludo. "Saludos a Sputnik de parte de Ramón Rojo, Sonido La Changa, súbele, papá".
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