"No obstante, esa destrucción no es un fin en sí misma. Es desmantelando el Estado como Bolsonaro impulsa a sus simpatizantes. Al identificar unos claros enemigos y oponerse a ellos, enciende a sus seguidores, y lo que es fundamental: suma sus apoyos. Todo lo que hace —decretos, proyectos de ley, declaraciones, manifestaciones, alianzas— está encuadrado para la infraestructura digital. Cuanto más radicales son sus actos y sus palabras, más implicación genera", escribe el experto.
"Militantes y comprometidos: estos son los soldados rasos de cualquier futura revolución", distinguió Lago.
"La última vez que Brasil experimentó un caos político similar fue en 1964, cuando un golpe militar expulsó a un Gobierno democrático que estaba intentando emprender reformas progresistas. Sólo habían transcurrido unas horas cuando Estados Unidos, con Lyndon Johnson en la presidencia, reconoció al nuevo gobierno de Brasil", apuntó.
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