Los espejos de sus puertas han reflejado los momentos más álgidos de la historia cubana colonial, neorepublicana y revolucionaria, a la que no le faltan derrumbes y explosiones; y sus habitaciones son testigos de algunos coqueteos de la isla con el mundo continental capitalista, también condimentado con sucesos de esa magnitud.
Es que la historia del residencial está dividida en dos. La primera, desde su apertura en 1933, tras su mudanza desde la calle Monte, hasta 2005, cuando fue reformado como un hotel moderno, con todos los lujos, para convertirse en un ícono de la industria turística de Cuba, que por estos días celebraba la Feria Internacional de Turismo 2022 en Varadero (noroeste).
Quien lo mandó a construir fue el comerciante español Gregorio Palacios, uno de los propietarios urbanos más ricos de la isla, sobre el 1879-1880, según una reseña del hotel.
Dos años después de su apertura, el Saratoga ya era uno de los mejores hoteles de la capital, gracias a su ubicación, a pocos metros del entonces Capitolio —hoy Asamblea Nacional y el kilómetro cero de la isla—, el parque de la Fraternidad —con sus 1.892 esculturas—, el teatro Martí y la entrada al Barrio Chino, entre otros atractivos.
Es por ello que, a diario, la zona es transitada por miles de turistas y transeúntes locales que, este viernes, sintieron de cerca la explosión que se llevó parte de la historia de La Habana Vieja, y hasta fueron alcanzados por sus esquirlas.
Es en esa fachada de columnas, rejas, postigos y celosías de madera -ahora derrumbadas- la que congelaba el tiempo de una zona de la ciudad que fue escenario de importantes batallas en la guerra de independencia norteamericana, cuando todavía servía para albergar almacenes, viviendas y casas de huéspedes.
La victoria de la Revolución, el 1 de enero de 1959, tuvo allí una de sus primeras decisiones de Gobierno, al disolver el entonces Capitolio y convertir al mítico edificio en la sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y de la Academia de Ciencias de Cuba.
Y el Saratoga también lo sintió.
Renovación
En la década de 1960 ese vigor se interrumpió, cuando el hotel fue intervenido por el Gobierno revolucionario, que lo convirtió en un edificio de vecindad con múltiples subdivisiones que fue deshabitado al ritmo de su deterioro.
Pero a partir de 2005, el Saratoga se convirtió en un hotel cinco estrellas, presente en todas las guías de turismo del mundo, con 96 habitaciones, tres bares, dos restaurantes, centro de negocios y otras comodidades.
Así, los mármoles cubanos de baños de habitaciones y del hall de entrada, la carpintería francesa de revestimientos y ventanas, las cerámicas de sus duchas y de su piscina y solárium en el rooftop son parte de otra historia: la moderna.
Fue esa renovación la que volvió a poner al Saratoga en la preferencia de los viajeros del mundo, algunos incluso famosos, como el escritor español Rafael Alberti, y hasta el ícono del pop Madonna, pasando por Beyoncé y Jay Z. Justo ahí, donde la música cubana había tenido un escenario de excelencia, en la zona del hotel conocida como Aires Libres.
Este 6 de mayo el Saratoga no recibirá a nadie y aún quedan escombros por levantar, en búsqueda de sobrevivientes. Luego, sí, comenzará una nueva parte de su historial, que no es otro que el de la propia Habana.
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