La rivalidad geopolítica entre Moscú y Ankara no ha llegado a límites peligrosos —por el momento— a pesar de defender intereses contrapuestos. Si en Siria, Libia, Asia Central, Medio Oriente y África la ofensiva de influencia turca choca con la política exterior rusa, es en Ucrania donde las diferencias se hacen más sensibles.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha impulsado las relaciones políticas y comerciales con Ucrania desde hace cinco años hasta convertirse en uno de sus principales proveedores de armas, en especial, de la "joya" de la industria militar de su país, el dron Bayraktar TB2, que ya mostró su eficacia desequilibrante en Nagorno Karabaj y en Libia.
"Turquía alimenta el sentimiento militarista de Ucrania"
Erdogan, que visitó Kiev el pasado 3 de febrero, se ha convertido en un aliado de peso de Ucrania en la crisis que mantiene en vilo a toda Europa. Y mientras Turquía avanza en cooperación militar con el gobierno de Volodímir Zelenski, se propone al mismo tiempo, como mediador entre Kiev y Moscú. Rusia rechazó la iniciativa y denunció que "Turquía alimenta el sentimiento militarista de Ucrania".
A los drones Bayraktar, utilizados ya contra las fuerzas de defensa de la región de Dombas, Turquía va a añadir los nuevos y más poderosos Akanci, que van a ser coproducidos en territorio ucraniano, lo que convierte a Turquía en uno de los actores de la recuperación de la industria militar local.
Turquía no ha reconocido la secesión de Crimea de Ucrania y su posterior incorporación a Rusia. Ankara ha jugado también la carta tártara, es decir la defensa, para intereses propios, de la minoría que en su día dependió del imperio otomano y habitaba la región. El panturquismo es la filosofía que barniza la acción exterior del presidente Erdogan, que acude a la historia para demandar o justificar acciones en el presente.
Reacercamiento a la OTAN y a EEUU
La integración de Crimea en Rusia supuso para Ankara un vuelco en el dominio naval del Mar Negro, donde, hasta entonces, aventajaba a Rusia en el número de navíos militares. En 2021, Turquía lidera la llamada "Fuerza Conjunta de Muy Alta Disponibilidad", una brigada multinacional de la Alianza Atlántica que debería desplegarse en cuestión de días en una situación de crisis.
Como miembro de la OTAN, su apoyo a Ucrania forma parte también de su interés por ganarse a la nueva Administración norteamericana y hacerse perdonar la compra de los misiles rusos S-400. Las relaciones de Recep Tayyip Erdogan con Donald Trump fueron execrables y desembocaron en sanciones hacia Ankara que, hoy, a pesar de los esfuerzos de Turquía por comportarse como fiel aliado atlántico, Joe Biden no ha levantado.
Único miembro asiático y musulmán de la OTAN, Turquía despliega su acción diplomática aprovechando sus lazos históricos con otros pueblos, su cultura y su lengua. Cuatro exrepúblicas soviéticas de Asia Central —Uzbekistán, Kazajistán, Azerbaiyán y Kirguizistán— integran con Turquía la "Organización de Estados Túrquicos", a la que Turkmenistán asiste como observador.
Una economía dependiente
Ankara se ha volcado en los últimos años en solidificar sus relaciones con estos países, en un acercamiento estratégico que se traduce en venta de armamento a cambio, entre otras cosas, de futuro aprovisionamiento de petróleo azerbaiyano y gas uzbeko. Kazajistán es para Turquía un aliado fiel. Astaná apoyó a Erdogan tras el intento de golpe militar de 2016; Turquía fue el primer país en reconocer a esa república desgajada de la Unión Soviética. La asistencia de Moscú al gobierno kazajo tras las revueltas del pasado mes de enero sonó como una advertencia para Ankara en su afán de ir demasiado lejos en su intento de sustituir la influencia rusa en el área.
Ankara sabe que en sus relaciones con Moscú juega con fuego, ya que su aprovisionamiento de gas depende en un 40% de Rusia, cuyos ciudadanos representan, además, un 20% de los visitantes extranjeros en las zonas turísticas de Turquía. Son solo algunos datos.
Rusia guarda también otra carta importante en Siria, donde una ofensiva militar en la provincia de Idlib, donde las tropas sirias hacen frente a una resistencia apoyada por mercenarios turcos, podría provocar un nuevo éxodo hacia Turquía, cuyo territorio acoge a más de tres millones de refugiados desde 2015.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK