Hace dos décadas, un equipo de científicos le quitó el sentido del gusto a varios ratones de laboratorio para comprobar si con la ausencia de papilas gustativas podían distinguir entre el azúcar o un edulcorante artificial. Para su sorpresa, los roedores aún con la limitación del gusto lograron distinguir la diferencia entre el azúcar y el edulcorante artificial.
Un reciente estudio dirigido por el profesor asociado de medicina y neurobiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, Diego Bohórquez, logró responder a este acertijo y demostró que el organismo es capaz de distinguir el azúcar o un endulzante natural en cuestión de milisegundos gracias al intestino.
La investigación publicada en Nature Neuroscience, detectó células del intestino que distinguen la diferencia entre el azúcar (sacarosa) y un endulzante artificial. El estudio profundizó el análisis del rol fundamental de esta célula como conexión entre el intestino y su influencia en el cerebro. Así llegaron a la conclusión de que el intestino es capaz de comunicarse directamente con el cerebro y modificar el comportamiento alimentario de las personas.
De esta manera, las células neurópodas especializadas, también conocidas como células enteroendocrinas, pueden comunicarse con las neuronas mediante conexiones sinápticas rápidas y se distribuyen por todo el revestimiento del intestino superior.
Los científicos explicaron que estas células, además de producir señales hormonales de acción lenta, también pueden producir señales neurotransmisores de acción rápida hasta llegar al nervio vago y luego al cerebro en milisegundos. Según la explicación de Diego Bohórquez recogida por el portal CuerpoMente, los neurópodos son células sensoriales del sistema nervioso, al igual que las papilas gustativas en la lengua que cumplen una función similar a la retina del ojo.
"Estas células funcionan igual que las células del cono de la retina, que pueden detectar la longitud de onda de la luz. Son capaces de rastrear y distinguir el azúcar de los edulcorantes y luego liberan diferentes neurotransmisores que van a diferentes células en el nervio vago. En última instancia, el animal sabe si 'esto es azúcar' o 'es edulcorante'", precisó.
Con la ayuda de organoides cultivados en laboratorio de células humanas y roedores para representar el intestino delgado y el intestino superior, llamado duodeno, los científicos demostraron que el azúcar estimula a las células neurópodas individuales que liberan glutamato como neurotransmisor. Mientras que un endulzante artificial desencadena la liberación de un neurotransmisor diferente, el ATP (adenosín trifosfato).
Los investigadores usaron la técnica optogenética para activar y desactivar estas células en el intestino de un ratón vivo y así lograron demostrar que la preferencia del animal por el azúcar era impulsada por señales del intestino.
"Confiamos en nuestro instinto para elegir los alimentos que comemos. El azúcar tiene sabor y calorías, y el intestino puede identificar ambas características. Ahora sabemos que podemos cambiar el comportamiento de un ratón desde el intestino, lo que ofrece una esperanza para nuevas terapias dirigidas al intestino", concluyó Bohórquez.
El equipo de científicos está convencido de que estos resultados no solo ayudan a comprender mejor por qué los endulzantes artificiales no son capaces de frenar los antojos en varias personas que luchan constantemente por dejar de consumir azúcar, sino que esto puede contribuir al desarrollo de nuevas formas del tratamiento de enfermedades relacionadas.
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