La doctora en Ciencias Tatiana Fiordeliso lo tiene claro: la idea de la ciencia tiene que ser siempre colectiva, el conocimiento se halla y debe compartirse colectivamente. Es justamente a partir de esta premisa que nació el biosensor que hoy es una prueba para detectar el virus del SARS-CoV-2 con niveles de exactitud de un examen PCR, pero a un precio muy por debajo del promedio ofertado en México.
"La colectividad nutre cualquier decisión humana, y en especial, cualquier decisión en la ciencia y en la innovación. Todo lo que somos como seres humanos debemos valorarlo en la perspectiva de los de a lado", dice la también académica de la UNAM en entrevista con Sputnik.
La historia del biosensor comenzó hace ya seis años. La idea inicial, explica Fiordeliso, era que este invento sirviera para diagnosticar enfermedades de alta prevalencia como la diabetes, el ovario poliquístico y las enfermedades tiroideas en las comunidades más remotas de México, en donde sus pobladores no tienen los medios ni los recursos para acceder a exámenes periódicos de laboratorios.
Poco antes de que la pandemia por COVID-19 llegara al mundo, la doctora y su equipo ampliaron el espectro de enfermedades detectadas por el biosensor y comenzaron a trabajar para que la herramienta fuera capaz de diagnosticar los virus del zika, el dengue y el chikungunya.
"Cuando empieza la pandemia dijimos: 'ya tenemos la idea, ya tenemos el concepto, entonces metámosle todo para hacer una prueba para SARS-CoV-2'", recuerda Fiordeliso.
Tatiana Fiordeliso, doctora en Ciencias
© Sputnik / Daniela Díaz
El biosensor tiene la exactitud de una prueba de PCR —cuyo precio llega a rozar los 3.000 pesos (150 dólares)—, pero su costo es equivalente al de una prueba de antígenos de laboratorio y los resultados se obtienen en tan solo 45 minutos. ¿Cómo se logra esto?
El equipo liderado por Fiordeliso usa la misma técnica de hibridación que se utiliza en las PCR; sin embargo, en lugar de necesitar ciclos de calor para amplificar la señal del virus, estos mexicanos usan perlas magnéticas y miden cuánto se pegan a las muestras.
"Esto hace que no se requieran equipos muy costosos que midan esto de la temperatura, no necesitamos personal altamente capacitado y tampoco necesitamos muchísimos de los insumos que se requieren para una PCR. Por eso decimos que es una y es otra: es una prueba rápida de 45 minutos y sensible y específica como una PCR", señala Fiordeliso.
Actualmente, ante las mutaciones del virus, las pruebas rápidas de antígenos —las más baratas cuyos costos oscilan entre los 300 (15 dólares) y los 800 pesos (40 dólares)— tienen hasta 60% de falsos negativos, ante ello, el hecho de que exista una prueba rápida, accesible económicamente y con un nivel de exactitud por encima del 90% ayudaría a la prevención y a la contención de la pandemia.
"Cuando tú dices: 'hay que seguir yendo a la escuela, hay que seguir yendo a trabajar' también debes de tener herramientas de prevención (...) El diagnóstico es un mecanismo de contención importante porque hay muchos asintomáticos, hay quienes piensan que es una gripe y esto hace que la pandemia se prolongue porque estas personas van a salir y van a contagiar", indica la académica, quien agrega que el caso del COVID-19 y de otras enfermedades lo mejor es apostar a la prevención.
Aunque el biosensor es una herramienta que ha demostrado ser confiable, este invento se topó con una pared difícil de roer: la burocracia mexicana, pues no se le ha avalado como una prueba reconocida ante el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (InDRE) debido a la falta de recursos para validar el método.
Prueba COVID-19 hecha por mexicanos
© Sputnik / Daniela Díaz
El grupo de especialistas liderado por Fiordeliso consta de 30 personas, en su mayoría jóvenes y pasantes de las diversas carreras de ciencias exactas que oferta la UNAM, y el 80% son mujeres. Es este equipo el que ha demostrado que en México hacer ciencia confiable es posible, al igual que poner la innovación al alcance de todos.