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El arte del tatuaje mexicano: del estigma a la popularización

Aunque el tatuaje mexicano "esté en pañales", tiene una rica historia de cinco décadas en que ha venido popularizándose y tomando la esfera pública cotidiana. Sputnik habló con dos personas que han dedicado su vida a este arte.
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Iván tenía 13 años cuando se tatuó por primera vez y se hizo dos diseños juntos: uno en cada brazo. En ese momento, era el único de la pandilla de los Murillos —nombre que habían heredado por juntarse dónde estaba la mueblería del mismo nombre— en una esquina del barrio Arenal, cerca de Pantitlán, en el entonces Distrito Federal, de la actual Ciudad de México que estaba tatuado.
"Veía aquí en el barrio a la gente o a los que se juntaban con mi papá afuera, tatuados y eso me llamó la atención. Dije: 'quiero tatuarme, quiero tener un tatuaje' y me gustó mucho. Aunque mis tatuajes eran muy feos, me gustaba cómo me veía con esos tatuajes. Entonces, me decidí a hacerme más porque me sentía bien conmigo mismo, me daba seguridad en mi persona", recordó Iván, conocido como Mexxxicano, en entrevista con Sputnik.
Treinta años después de ese momento, Iván tiene el 90% del cuerpo tatuado, un proyecto que ha venido completando con distintas imágenes o palabras significativas para su vida personal, su familia y también la historia y cultura de México.
Iván, "el mexxxicano"
"Entendí que a los tatuajes hay que darles un sentido. Hay que representar la cultura, el país, la familia, que con los tatuajes pudiese representar algo que yo quería, identificarme conmigo mismo y expresarlo con mi cuerpo. Hay muchas formas de expresión, y la mía fue ésta", recordó.
Una parte importante de los tatuajes que Iván tienen en el cuerpo son de figuras prehispánicas centrales de la cultura mexica: tiene a Mictlantecuhtli (señor del inframundo) de lado izquierdo de la cabeza y a Quetzalcóatl (serpiente emplumada) del derecho. En el centro del pecho tiene a Coyolxauhqui, hermana de Huitzilopochtli, hija de Coatlicue. La última de sus piezas es Xochipilli, señor de las flores, en su pierna izquierda.
"También es debido a que luego vienen extranjeros a nuestro país y saben más que nosotros que vivimos aquí. Por eso me motivé a tatuarme piezas de deidades en el cuerpo. Lo hice con ese sentido, porque me gusta expresar una reseña de lo que representan o lo que fueron", contó.
En ese trayecto, ha vivido el cambio del estigma a la popularización: al inicio de la década de 1990 cuando sucedió esa historia, el tatuaje estaba vinculado con el crimen y con la cárcel.

"Anteriormente era muy marginal y discriminatorio el tatuaje, pero ahora se ha vuelto una tendencia. Ya es más aceptable y se han dado cuenta que el tatuaje no te limita ni te quita capacidades. Por eso me adentré mucho más a esto, porque lejos de verlo como un negocio o algo que deje dinero, lo veo como un gusto, tatuar es un placer", explicó.

A los 30 años, comenzó a tatuar y lo ha venido haciendo desde entonces, a la par de su trabajo como instructor de natación en un Deportivo público. Su estudio, Tenochka tattoo, está en el mismo barrio dónde creció y se comenzó a tatuar de adolescente.
"A mí me gusta tatuar a la gente del barrio, a la gente que le cuesta trabajo juntar para pagar un tatuaje, al que se abstiene de comprarse un pantalón o unos tenis para tatuarse. Me gusta tatuar a ese tipo de personas porque yo también lo padecí y gracias a los compas que conocí y que conmigo se portaron la pandilla, me dejaban los tatuajes muy baratos", recordó.
Su cuerpo se convirtió en un lienzo dónde contar la historia del México prehispánico, que sirve para transmitirla, sobre todo a las nuevas generaciones, particularmente a su hija que tiene la edad de cuando él se comenzó a tatuar.
"Tiene que aprender y conocer de su cultura para que no sea tan fácilmente engañada. Por eso le digo que tiene que cultivarse, tiene que leer, investigar, enterarse de las cosas que a ella le gustan y quiera hacer. Tener libre albedrío, poder elegir, poder ser y no ser uno más", concluyó.

Una historia propia

Eduardo, el Cuervo, también se tatuó por primera vez en la misma época que lo hizo Iván. Para 1991 había hecho su primer tatuaje y para 1995 se dedicó profesionalmente. Actualmente lo hace en Zemca tatuajes, un estudio ubicado en el centro de la Ciudad de México, así como se especializó en el coverup de tatuajes viejos.
"Cuando me empecé a tatuar, era difícil que encontraras tatuadores, entonces me tatué en el tianguis. Quedo muy mal, se borró y me lo hizo tres veces, todas quedó mal. Al batallar tanto dije, 'si esta persona puede hacerlo, yo también'", recordó. La primera vez que tatuó fue sentado en dos botes de pintura vacíos que le prestaron en una tienda miscelánea.
"Ni siquiera se lo terminamos porque, aparte, no sabíamos nada. Le sacábamos un centímetro la aguja, imagínate lo que hicimos sufrir a esa pobre mujer. Era un corazón atravesado por un daga, pero ni se lo terminamos, le debe haber dolido horrible", recordó.
De adulto y consagrado como tatuador, Eduardo viajó a Europa y pudo ver el contraste de los mundos, en cuanto a las formas de organizar el tatuaje. Al regresar quejándose de ello, Adrián, un compañero, le dijo que mejor fuera propositivo y así comenzó el proyecto de La Casa del Tatuador, que se encuentra en Isabel La Católica #14, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Eduardo, "el Cuervo", tatuador mexicano
Primero empezaron con una serie de seminarios en que contactaron y reunieron a los tatuadores más viejos, y luego, fueron estrechando el vínculo y dándole forma hasta que tuvo un espacio físico: allí puede verse, por ejemplo, una colección de máquinas de tatuar que fueron pioneras en el país.
"A través de La Casa del Tatuador me empecé a acercar a Chino de Tepito, que es una persona bien importante en el mundo del tatuaje mexicano, a él fue quien entrevisté primero. Luego, él me dio una serie de preguntas para que hacerle a otras personas y ese mismo día, entrevistamos a cuatro o cinco tatuadores en el estudio DF Tatuajes, en Coyoacán", recordó.
Ese proyecto que comenzó en 2018, se ha mantenido incluso durante la pandemia por COVID-19. Esa serie de relatos le ha permitido comprender a Eduardo que el tatuaje en México comenzó en las cárceles y vinculado a la migración que llegaba desde Estados Unidos, pero que se expandió como una red por distintos puntos del país.
"Una de las conclusiones a las que he llegado es que el tatuaje mexicano está en pañales. Las personas más grandes, que tienen tiempo tatuando y que son primeras generaciones como Güello, Tito de Lecumberri, Sergio Reinoso, Chino de Tepito, tienen 45 o 50 años tatuando. En EEUU, las personas que eran segundas generaciones de tatuadores llevaban 70 años tatuando cuando murieron", explicó.
Sin embargo, Eduardo cree que vamos por buen camino. "He visto que las personas que se tatúan, están pasando por algo especial en su vida, ya sea positivo o negativo y lo están marcando en ese momento. Esa necesidad la hemos tenido todas las generaciones", señala.
La Casa del Tatuador ha editado una serie de libros respecto al tatuaje mexicano, dónde "bajar" toda la información que se ha generado en torno del sitio: primero, fue Sketch, un libro con bocetos del estudio Tatuajes DF; luego fue Historia de la calaverita de azúcar, dentro de tatuaje mexicano; también Body Suit; una biografía de Carroña, otro tatuador mexicano de relevancia. Junto a Calaca Books han editado recientemente Calaveras 2020, otro sobre dichos mexicanos respecto al tatuaje, y el más reciente: The mexican tattoo snake.
"Chino de Tepito recopiló 20 años de estudio del Quetzalcóatl, y de cómo desarrollar ese tatuaje. Calaca Books nos permitió materializar toda esa información que se genera dentro del tatuaje y la cultura del tatuaje mexicano", concluyó.
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