Las redes sociales son una ventana al mundo. A través de sus cristales se pueden contemplar los mejores rincones de París o las largas colas que asolan los centros de salud de Madrid. Parte de los contenidos a disposición de los usuarios proviene de los denominados influencer. Tienen la capacidad de desatar una corriente de opinión o de convertir un producto en un éxito de ventas. En sitios como Instagram, donde la imagen acostumbra a primar sobre el texto, sus post reciben miles de visualizaciones. Deslumbran con un estilo de vida de ensueño. Sin embargo, entre cuerpos esculpidos sobre las arenas de Formentera y bolsos de la última temporada existe hueco para la concienciación.
Rogelio Santos Queiruga es un influencer de otra raza. En su perfil no aparecen camisas de Valentino o pulseras de Cartier. En su lugar, berberechos, morenas o centollos. Su objetivo es dar a conocer el oficio al que ha dedicado 25 años de su vida: la pesca. De fondo, una misión clara, la defensa del medioambiente con especial inciso en el cuidado de los océanos. "Todos estamos conectados al mar. Cualquier residuo que generamos sobre tierra firme, sea en el campo o la ciudad, acaba en el agua", destaca Santos a Sputnik Mundo.
Su vida ha estado marinada en sal y espuma. Nació en la parroquia de Queiruga, perteneciente al municipio coruñés de Porto do Son, en el seno de una familia de pescadores. Desde pequeño vivió el oficio, como el resto de infantes de la zona. "Antiguamente los padres llevaban a sus hijos a determinadas actividades pesqueras. Recuerdo que nos llevaban a todos los niños de la aldea al puerto cuando limpiaban las redes. Los más mayores ayudaban a transportar las redes a las chabolas o a llevar el pescado. Los más pequeños jugaban y nadaban. Esa fue mi infancia", relata. El mar subyace en sus recuerdos más felices.
No obstante, el océano de su niñez también trae momentos de dolor. Su padre murió en un accidente de pesca. Un golpe de mar volcó la embarcación en la que el hombre y su hijo mayor recogían las nansas. El más joven sobrevivió, pero su progenitor se ahogó en aguas del Atlántico. Tras el suceso, Santos abandonó la escuela con 14 años para ayudar a su madre con las tareas agrícolas y el cuidado de su abuela encamada. Su hermano siguió con la empresa familiar. Cuatro años después, el influencer se subió a un barco profesionalmente. "Mi hermano necesitaba ayuda y no quería meter a nadie de fuera. Fue él quien me convenció para trabajar de pescador", rememora.
Los inicios no fueron fáciles. Los mareos eran recurrentes y Santos tardó en acostumbrarse al movimiento de la nave al compás de las olas. "Me costó, pero ahora es como salir a dar un paseo", ríe. De sus 44 años, más de la mitad los ha pasado como pescador profesional. El frío nocturno, la fuerza del viento o la fuerza del sol desgastan a los hombres del mar. Sin embargo, para él, su profesión es un privilegio. A su juicio, la dureza de la pesca no compite frente a la posibilidad de contemplar el litoral gallego desde cubierta. Tampoco con las puestas de sol en el horizonte, el olor a percebe al acercarse a las rocas o el aroma a pino que penetra en el océano desde los bosques litorales. "Es mi sustento, sí, pero hay cosas que llenan más que el dinero", subraya.
La vida del mar
Santos labora en el Milena, una embarcación de siete metros de eslora. Se dedica a la pesca de bajura en la línea de costa entre las localidades de Fisterra y Corrubedo. Su rutina cambia según la época del año. En estos momentos, se dedica al berberecho y la almeja en la ría de Muros y Noia. Cada día se levanta a las 7:45 para rastrear con lancha la zona. En el interior del entrante marino la actividad es más tranquila y estable.
El resto del año, el pescador y sus compañeros no dejan de mirar al cielo. Tienen que salir a mar abierto y la meteorología es fundamental para la flota de bajura. Cualquier cambio en el oleaje les obliga a amarrar la nave. "Hay veces que por el tiempo tenemos que faenar por la tarde", indica. Si las condiciones acompañan, salen temprano para recolectar las redes. En el mismo lugar, vacían su contenido, las limpian y las vuelven a dejar para el día siguiente. Después, se dirigen al puerto con la mercancía. Declaradas las capturas, estas son transportadas con frío hasta la lonja de Ribeira. Allí, pasan los controles impuestos por la Xunta de Galicia y se venden. Al final de la semana, se ingresa el dinero en la cuenta de los pescadores.
Un día a día marcado por los designios de la naturaleza. De esta depende que el centollo, el rodaballo, la raya o el sargo entren en sus redes. Pero, también de la habilidad de los pescadores. Para conseguir su objetivo es necesario aplicar distintos conocimientos. Desde navegación hasta zoología. Un saber adquirido con el paso de los años. "No es fácil pescar. Nosotros no vemos las especies que capturamos, solo las podemos intuir. Y si podemos hacerlo y en general vivir de este oficio es gracias a los hombres y mujeres de Galicia que se enfrentaron al océano tiempo atrás. Su sabiduría pasó de generación en generación y permitió mejorar la actividad. Y por supuesto la vida de miles de personas. Les tengo un gran respeto", remarca Santos.
Un saber popular unido a medios modernos. Las redes, los sistemas que portan los barcos o la ropa de faena han mejorado. Pero, la pesca de bajura en Galicia no incurre en el arrase del fondo oceánico en estos momentos. Tras años de sobrepesca, el mar gallego comienza a recuperarse. El menor número de embarcaciones y las limitaciones impuestas marcan la actividad. "Realizamos una pesca muy artesanal y tradicional. Tenemos limitaciones horarias, en relación al número de redes que podemos llevar o vedas. Así se convierte en un formato muy tradicional y respetuoso con el medio marino. Permite que no se acaben los recursos", puntualiza.
Entre redes y redes
Este tipo de pesca sostenible es la protagonista de las cuentas de Santos en Instagram y Facebook. El influencer presenta el mar gallego ante curiosos y compañeros de profesión. Educa sobre las especies que pueblan las aguas en las que labora. "Intento que la gente conozca cómo es la actividad pesquera. Busco dignificarla. Quiero que se conozca la riqueza que hay en Galicia. Que se sepa la diversidad que ocupa el fondo marino, no solo las especies comerciales", señala el pescador. Una clase sobre fauna y costumbres marineras que, a su vez, busca mover conciencias sobre el cuidado de los océanos.
"El mar no es solo de los pescadores. Es algo que debemos de entender, ya que todos influimos en su mantención. Una toallita higiénica arrojada en Madrid puede llegar a Galicia. A su vez, esta puede afectar al marisco que se come en Madrid. Es más, más de una vez hemos pescado centollos con toallitas pegadas en la cáscara. Hay que generar conciencia y la mejor manera es enseñar la riqueza del mar", recalca Santos.
El pescador, que cuenta con 30.000 seguidores entre Facebook e Instagram, arrancó con su proyecto en redes sociales tras el consejo de su profesor de lengua castellana de ESO y Bachillerato para adultos. El docente le animó a compartir sus conocimientos vistas las dotes comunicativas de Santos. Sus grabaciones no tardaron en viralizarse. "El tirón no fue buscado. Simplemente empecé a compartir mi propia visión a través de la tecnología", afirma.
Sus publicaciones se visualizan en las aulas. Él mismo ha dado charlas sobre pesca sostenible en colegios y universidades. También ha recibido propuestas para participar en proyectos divulgativos sobre el mar. A su vez, rechaza el greenwashing. "No me gustan las campañas en las que se gasta más dinero en decir que somos muy sostenibles que en medidas para garantizar la sostenibilidad", sentencia. Su correo rebosa de proposiciones simplemente por dar ejemplo. "Yo si veo un bogavante de cinco kilos o con hueva lo devuelvo al mar y no cobro los 150 o 200 euros que me podrían dar por él fuera de la lonja. Creo que es la mejor lección que se puede dar", asevera Santos. Precisamente, la liberación de animales que están vedados por medida o momento es una de sus grabaciones más habituales.
"Soy el primero que debo predicar con el ejemplo. De nada sirve criticar la industria, si yo luego no me aplico el cuento y hago lo que me da la gana. No puedo decirle a nadie que respete al mar, si yo mismo no lo hago", apunta Santos, tanto en referencia a la pesca, como al vertido de sustancias contaminantes al agua.
Recientemente en MasterChef se realizó una prueba con un bogavante con huevas. Según la normativa de la Xunta de Galicia, esto es una irregularidad. El programa de televisión no fue sancionado al provenir el crustáceo de otro lugar. Sin embargo, se generó una fuerte respuesta crítica. "La respuesta de la gente fue unánime. Especialmente de la gente joven. Demuestra que hay una parte de la sociedad con valores", advierte. Tal vez, detectaron el error del formato audiovisual tras observar algunas de las publicaciones de Santos. Un influencer distinto, curtido en brisa y salmuera.