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Abandono y precariedad: la realidad de las trabajadoras de la maquila en México

La más reciente investigación en México de la coalición internacional Oxfam exhibe las precarias condiciones laborales en las que trabajan las mujeres de la industria maquiladora. Sputnik conversó con una investigadora del organismo, quien asegura que se necesita una reestructura profunda del sector para llegar a una solución.
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Margarita entró a trabajar a la maquila de Ciudad Juárez —una ciudad fronteriza con Estados Unidos— a los 18 años. Con tres hijos que mantener, la mujer aceptó la tarea en la línea de producción, dónde tenía que ensamblar piezas de forma manual, monótona y constante. Una tarea que le produjo, primero, un malestar en las muñecas. Luego, la situación se agravó, hasta el punto de no poder utilizar sus manos.
"Margarita es una mujer como tantas en Ciudad Juárez, donde se concentra una fuerte presencia histórica de la industria maquiladora, por la que ya han pasado varias generaciones de mujeres y personas trabajadoras. Con el paso de los años, la gente que ha envejecido en la maquila, desarrolla lesiones por esfuerzos repetitivos", explicó a Sputnik Andrea E. García, politóloga enfocada en asuntos sindicales y relaciones laborales.
García fue una de las encargadas, junto a Claudia Olvera, de la investigación más reciente de Oxfam, que fue publicada bajo el título México Precario. En este estudio, se repasan las condiciones de precariedad en la ya longeva industria maquiladora de exportación en México, particularmente enfocada en la rama textil y del vestido.
García explicó en entrevista que las lesiones por esfuerzos repetitivos son "dificilísimas de comprobar que son derivadas del trabajo" porque, aunque parezcan algo evidente y que cualquier médico podría certificar, "el sistema está diseñado para que poca gente o nadie tenga catalogadas estas enfermedades como lesiones profesionales".
Este es uno de los temas centrales que se abordan en el análisis que las investigadoras llevaron a cabo en los estados de Chihuahua e Hidalgo.
El motivo por el cual no se reconocen las lesiones por esfuerzos repetitivos como una enfermedad producida por el trabajo tiene que ver con un asunto económico y político, específicamente con el gasto social en salud pública que generarían para el Gobierno mexicano casos como el de Margarita.
"Margarita es una mujer que, derivado de su trabajo, dejó de poder usar ambas manos. Aunque atravesó varias cirugías, ella no puede sostener su propia mano para vestirse. Debe ser asistida por su hija o su esposo hasta para ir al baño y limpiarse, porque no puede agarrar nada en ninguna de las dos manos", explicó García.

Organizarse o morir

A pesar del evidente padecimiento que el trabajo en maquila generó en Margarita, ella tuvo que atravesar un largo proceso de 10 años para que se reconociera su enfermedad como consecuencia de su trabajo.
"Fue un proceso absolutamente colectivo, ella contó con la ayuda de la pastoral laboral de Ciudad Juárez, de la iglesia católica y de un montón de colectivos y activistas de derechos laborales, de género y de derechos humanos, incluso con un equipo de abogados que, de forma solidaria, le dieron acompañamiento legal. Con todo ese soporte, ella pudo lograr el reconocimiento", explicó García a Sputnik.
La experta asegura que "se encendería un foco rojo muy fuerte" si se exhiben los impactos que deja la industria maquiladora en sus empleadas debido a que no existe un diseño adecuado ni una correcta implementación de los sistemas productivos. Esto serviría, dice, "para que [las fábricas] no estén únicamente enfocadas en maximizar la producción, sino que en cuidar la salud de las trabajadoras".
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Esta investigación de Oxfam, que también recoge las particularidades del trabajo en el centro del país —particularmente en el estado de Hidalgo—, se publica en el momento en que México vive un debate amplio al respecto, motivado por la aprobación de la reforma laboral como uno de los requisitos del nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Sin embargo, para la especialista, hay una "sobre-confianza" en el discurso público respecto a la capacidad que tienen las leyes de transformar la realidad de las personas trabajadoras.
"Por más espectacular que sea una ley, no va a transformar lo que viven las personas en su realidad cotidiana. Lo único que cambia es la organización sindical, que lleve a regular esos procesos en cada unidad económica por medio de la negociación colectiva de la que participen directamente los trabajadores", apuntó la experta.
Así, en el caso del análisis que han realizado de la industria maquiladora mexicana, también surgen otros temas de atención prioritaria a la par de la discusión económica, que refieren a la violencia y el acoso en los centros de trabajo. Una situación que también requeriría la participación directa de organizaciones sindicales democráticas.
"Si no hay organizaciones sindicales realmente representativas y auténticas, que estén trabajado con las personas en cada fábrica y centro de trabajo, una ley no se va a traducir en acciones concretas", explicó la investigadora.
Mencionó como paradigmático el caso del surgimiento del SINTTIA en la planta maquiladora que la trasnacional General Motors tiene en Silao, Guanajuato, donde tras el proceso de legitimación del contrato colectivo —que rechazó el negociado por la vieja Confederación de Trabajadores de México (CTM)— se creó un sindicato democrático de los trabajadores de la planta.
"Si como movimiento sindical y social no apoyamos a estos trabajadores que están enfrentándose por primera vez en la vida a la posibilidad de elegir a una representación sindical real, no se va a poder transformar la realidad que tenemos ahora en el mundo laboral", concluyó.
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