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Rubén Darío: el poeta nicaragüense que conquistó Europa desde el idioma

El poeta, diplomático y héroe nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) es una presencia constante no solo en los parques, escuelas y obras monumentales de su natal León, también su efigie y literatura señorea otros espacios emblemáticos de Nicaragua y su nombre aparece como símbolo de identidad y orgullo nacional, incluso, en los documentos oficiales.
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Reconocido como el padre del modernismo, este innovador de la lengua española conquistó también escenarios de Europa. El escritor y académico nicaragüense Francisco Bautista contó a Sputnik cómo, en uno de los jardines de la ciudad española de Trujillo (oeste), percibió el rostro del poeta sobre una tarja, sumado a la huella latinoamericana en Panamá, Guatemala y Argentina.
"Darío tiene una característica interesante: lo puedes querer o lo puedes odiar, pero no puedes ser indiferente frente a él. Los escritores de la época no escaparon a su influjo, lo enfrentaban por su rebeldía idiomática o lo veneraban y se afiliaban a su corriente. Pero, te gustara o no, su estilo y transformación revolucionaria del idioma se impusieron", advirtió.
En su libro El Bardo Eterno. Rubén Darío. El poeta universal de Centroamérica, Bautista califica al intelectual de "emprendedor de éxito" ya que, mediado por las adversidades de un país considerado como de la periferia cultural y económica, alcanzó la mayor altura dentro de la literatura hispánica.
"Es sorprendente porque [Rubén Darío] ni siquiera tuvo un título de bachiller. Es un autodidacta que define su propósito, se encamina de manera persistente, estudia, lee y construye su propia concepción de la literatura, cambia las normas y se rebela contra el dogmatismo de las escuelas. Dice, por ejemplo, 'de las Academias, ¡líbranos, Señor!'. Por eso no tiene Premio de Literatura", afirmó.
Tampoco fue miembro de la Real Academia Española (RAE), no obstante, a juicio de Bautista, Rubén Darío impuso nuevas reglas y dentro del estudio del lenguaje existe una etapa anterior y otra posterior al autor nicaragüense, desprovisto, en sus inicios, de un currículo extenso o una plataforma política y cultural significativa.

Los discípulos del poeta mestizo

Cuando llegó a España, desde finales del siglo XIX, sus contemporáneos preguntaron: ¿y este quién es? Incluso, expresó Francisco Bautista, el escritor y filósofo bilbaíno Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, ofendió a Darío durante una tertulia celebrada en Madrid en 1907, al decir maliciosamente que al poeta mestizo "se le veían las plumas de indio debajo del sombrero".
Desde París, Francia, el 5 de septiembre de ese año y a manera de respuesta, el héroe nicaragüense le envío una carta que comenzaba de esta manera: "Mi querido amigo: ante todo, para una alusión. Es con una pluma que me quito debajo del sombrero con la que le escribo. Y lo primero que hago es quejarme de no haber recibido su último libro".
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Cuba, una de las tres patrias del Nobel colombiano Gabriel García Márquez
Los académicos de aquellas primeras décadas del siglo XX se niegan a reconocer el valor extraordinario de un hombre que impone el modernismo literario. Si bien, tras recibir la misiva, Unamuno se convierte en un respetuoso y admirador de la obra dariana, unido a otros coterráneos como Juan Ramón Jiménez (1881-1958), recordado por su memorable Platero y yo.
"Jiménez, por entonces joven y hoy Premio Nobel de Literatura, fue discípulo de Darío. También el colombiano Gabriel García Márquez reconoció en Rubén a un maestro e, incluso, algunos de sus libros como El otoño del patriarca, están basados en la poesía del bardo de la nación centroamericana, y Cien Años de Soledad incorpora algunas de sus frases textuales", puntualizó.
Bautista resaltó el carácter universal de Rubén Darío, pues todo el mundo hispanoamericano reconoce en el poeta nicaragüense una identidad y, a su juicio, es la primera vez que desde América Latina se conquista Europa desde el idioma.
"Nosotros fuimos invadidos desde España, pero la incursión inicial exitosa a partir de una lengua que se genera desde nuestra creación intelectual es de Darío, con su propia peculiaridad y sin renegar de su origen", argumentó.

León: cuna y sepultura

Para el catalogado como prócer de la independencia cultural de la nación, la urbe colonial de León, a unos 92 kilómetros de Managua, era Atenas (Grecia) o París (Francia), es decir, no anhelaba otro origen y siempre valoró su procedencia humilde, sencilla y simple en aquella ciudad, cuna y sepultura.
No es de extrañar, por tanto, que las calles y espacios más emblemáticos de ese territorio centroamericano recuerden la presencia y literatura de ese autor de una obra poética versátil, sensual, patriótica, con efectos exóticos y figuras retóricas, seducido especialmente por el movimiento posromántico francés.
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Monumentos a Rubén Darío en el Parque de los Poetas de la ciudad de León, Nicaragua
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Monumentos a Rubén Darío en el Parque de los Poetas de la ciudad de León, Nicaragua
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Monumentos a Rubén Darío en el Parque de los Poetas de la ciudad de León, Nicaragua
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Monumentos a Rubén Darío en el Parque de los Poetas de la ciudad de León, Nicaragua
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Monumentos a Rubén Darío en el Parque de los Poetas de la ciudad de León, Nicaragua
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Monumentos a Rubén Darío en el Parque de los Poetas de la ciudad de León, Nicaragua
El primero de esos monumentos es la tumba de Ruben Darío, caracterizada por la representación de un león que llora con una garra sobre el arpa y la otra provista de un ramo de laurel. La estatua constituye el homenaje a Darío del maestro Jorge Bernabé Navas Cordonero, considerado el más significativo escultor del país.
El sepulcro ubicado en la Catedral de León, declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura como Patrimonio Mundial de la Humanidad el 28 de junio de 2011, está cerca del sitio donde reposan otros dos poetas nicaragüenses: Salomón de la Selva y Alfonso Cortés.
Catedral de León, Nicaragua
Denominado como el león doliente, algunos críticos de arte consideran que ese obelisco resulta más emotivo y humanizado que el León moribundo de Lucerna o el León herido de Lucerna, en Suiza —al cual imita— pieza del escultor danés Bertel Thorvaldsen (1770-1844), representante del periodo neoclásico.
Los expertos comparan las exequias de Rubén Darío en 1916 con las del escritor francés Víctor Hugo en el París de 1885. Sobre todo, porque, de la misma manera que las autoridades civiles europeas consideraron que el intelectual, plebeyo de cuna, merecía el descanso eterno en el Panteón, el monseñor Pereira Castellón aprobó el traslado de los restos mortales de Darío al altar mayor de la Catedral más imponente de Centroamérica.
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El león doliente, en la tumba de Rubén Darío
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El león doliente, en la tumba de Rubén Darío
De ahí que el león doliente refleje la magnitud y duelo de la ciudad por la muerte del poeta nicaragüense; así como, los titulares de la prensa de la época; las numerosas elegías, sonetos y acrósticos creados en su nombre y los óleos con el reflejo de la agonía del autor de una prosa que incluye crónica, narrativa, ensayo y versos sobre mitología, erotismo, temas cívicos y sociales.
Según el autor de Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza, el modernismo "no era otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso de la buena prosa francesas". Fue también corresponsal del diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina, en esa época el de mayor difusión en el área y colaboró en el periódico La Época, de Chile.
"Utilizó el cisne blanco como símbolo del modernismo literario. Fue una figura ejemplar, posible de imitar y que, fuera de todo pronóstico, consiguió el éxito. Nadie hubiera apostado por él: pertenecía a una familia disfuncional; era mal alumno y pensaron que mejor estudiara para sastre. Sin embargo, trascendió el tiempo y las fronteras nacionales", concluyó el académico.
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