La doctora Angelique Coetzee empezó a considerar la posibilidad del surgimiento de una nueva cepa del virus cuando algunos pacientes de su consultorio en la capital sudafricana, Pretoria, comenzaron a presentar síntomas de COVID-19 que no tenían una lógica inmediata.
"Sus síntomas eran tan diferentes de los que había tratado antes y tan leves", dijo a The Telegraph la presidenta de la Asociación Médica de Sudáfrica.
De acuerdo con la médica, alrededor de unas dos docenas de pacientes dieron positivo por COVID-19 con síntomas de la nueva variante. En su mayoría eran hombres sanos que se sentían "muy cansados". Aproximadamente la mitad de ellos no estaban vacunados, detalló el medio.
El 18 de noviembre, cuando cuatro miembros de una misma familia que dieron positivo por COVID-19 presentaban fatiga intensa, la profesional de la salud decidió ponerse en contacto con las autoridades responsables para alertar sobre la posibilidad de una nueva cepa.
Al hablar de los síntomas, Coetzee compartió un caso "muy interesante" de la ómicron que le llamó particular atención. Se trataba de una niña de unos seis años, que presentó fiebre y una frecuencia cardíaca muy alta. La médica consideró incluso internarla, pero decidió no hacerlo. Dos días después, la pequeña ya "estaba mucho mejor".
La médica puso de relieve que sus pacientes eran individuos sanos y relativamente jóvenes. Su preocupación principal respecto a la variante ómicron es su impacto en la salud de las personas mayores, especialmente aquellas que padecen diabetes o enfermedades cardíacas.
La cepa B.1.1.529, conocida como ómicron, se identificó por primera vez en Botsuana el 11 de noviembre. Luego que Sudáfrica anunciara el descubrimiento de la nueva variante el pasado 26 de noviembre, diversos países han confirmado casos en su territorio.