Las protagonistas de esta peculiar tradición son las calaveras, que en algunos casos pueden ser hasta maquilladas. Además del aliento vital y del cuerpo, a estas les falta la nariz, de allí el nombre de ñatitas.
Los asistentes de esta celebración le piden a sus ñatitas —calaveras de sus familiares difuntos— milagros y a cambio le llevan ofrendas como cigarrillos, hojas de coca, alcohol y flores. Un sacerdote también bendice los cráneos durante una misa.
"Cada una de ellas tiene atribuciones, tiene misterios, cada una ha sido una persona diferente, entonces cuida también el negocio, a los clientes que vienen. Hacen de todo, protegen del sueño, hacen cosas milagrosas, ayudan a la gente en sus pedidos", comentó Pablo Villamil, un asistente a la festividad.
Según informes locales, la tradición se celebra cada 8 de noviembre, una semana después del Día de los Todos los Santos, aunque la festividad cuenta con un origen precolombino. Se trata de un rito tradicional de los Andes bolivianos en agradecimiento a los difuntos por los favores y cuidados que las personas reciben de estos.