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Raisa, la joven que conquista Río de Janeiro con pasteles rusos

RÍO DE JANEIRO (Sputnik) — Es el cuchicheo que corre como la pólvora por los hogares más glotones de Río de Janeiro: "¿Ya has probado las tartas de Raisa? ¡Te paso su contacto!". Los pasteles Medovik, uno de los dulces más famosos de Rusia, están inundando la ciudad a toda prisa.
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La responsable es Raisa Coppola, una joven psicóloga carioca enamorada de Rusia que lleva meses haciendo y entregando a domicilio cientos de estos postres.
Raisa Coppola fabrica pasteles Medovik
En una entrevista con Sputnik, cuenta que su pasión por el país le venía ya de cuna. Su madre le puso Raisa en honor a Raísa Gorbachova, la esposa de Mijaíl Gorbachov y última primera dama de la Unión Soviética, y ya de adolescente quedó fascinada por las obras literarias de Fiódor Dostoievski y León Tolstoi.
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Con el tiempo, descubrió otros emblemas nacionales, como la ópera y el ballet. Hasta que no pudo más. Tenía que ir a verlo en vivo y en directo.
"Tenía tantas ganas que renuncié al Carnaval y me fui a Rusia. Nadie entendió nada (se ríe). No sabía hablar ruso, había estudiado un poco el alfabeto pero poco más (…) Al llegar, un taxista me preguntó: ¿pero qué haces aquí?, ¡si está nevando! Estuve en San Petersburgo y en Moscú. Si ya estaba enamorada, allí me volví loca. En el (Museo del) Hermitage pensé: '¡Dios mío, necesito un mes sólo aquí!' Moscú también me pareció precioso, iba de museo en museo y por la noche a la ópera", recuerda.

Antes y después

Pero entre tanto éxtasis para los sentidos hubo un momento especialmente revelador. En la cafetería del Teatro Mariinski, Raisa, muerta de hambre, pidió un pastel. Era un Medovik. Ese momento marcó un antes y un después. "Pensé: ¡'Madre mía, qué cosa más buena!' Era muy diferente a todo lo que había probado. Miraba las capas e intentaba entender cómo estaba hecho… Después lo veía en todos los sitios. Desde el bar más simple hasta el lugar más elegante lo tenía. Cuando volví a Brasil pensé: 'Ok, a ver cómo lo hago ahora, porque lo echo muchísimo de menos'".
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El pastel Medovik
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El pastel Medovik
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El pastel Medovik
El pastel Medovik, típico de la gastronomía rusa y ucraniana, consta de varias capas alternas y de una masa hecha con azúcar, miel, harina y huevo, además de llevar crema con nueces.
Raisa, de sangre italiana pero que por sus facciones fácilmente podría pasar por rusa, echó mano al amor a la cocina que le inculcó su abuela cuando era niña, y se puso manos a la obra para intentar reproducir el famoso Medovik en tierras brasileñas.
Uno de los primeros pasteles, de realización muy laboriosa y con una crema muy difícil de encontrar en Brasil (Raisa ha inventado un sucedáneo tras unas ardua investigación en Internet), vio la luz nada más y nada menos que en la segunda clase de ruso de Raisa. Armada de valor, se lo dio a probar a su profesora, una rusa de pura cepa. La mujer no daba crédito. Había dado con el sabor perfecto.
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Pronto corrió la voz entre otros profesores y en la pequeña colonia rusa de Río de Janeiro, ávida de volver a saborear ese símbolo de la repostería nacional. A Raisa le hizo gracia el entusiasmo, pero mantenía el Medovik como uno más de los pasteles que empezó a vender por Internet casi como un pasatiempo. Todo cambió con la pandemia de COVID-19.
Raisa perdió muchos pacientes a los que atendía como psicóloga al tiempo que el confinamiento multiplicó las peticiones de pasteles, así que decidió tomarse más en serio su faceta de pastelera.
"Fue un 'boom', como un esquema de pirámide, un crecimiento exponencial. La primera semana tenía un pedido, a la siguiente ya eran dos tartas, la otra cuatro… Todo iba a creciendo a medida que la gente iba colgando fotos en Internet y etiquetándome", recuerda.
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Al cabo de un mes todo salió de control. Tuvo que retirar el resto de pasteles del menú y renovar la marca (@o.medovik) para dar más protagonismo al nuevo pastel favorito de los cariocas. "No dormía, no hacía nada más que pasteles. Llegué a perder peso. No es un pastel cualquiera, da mucho trabajo", asegura. Al final, acabó contratando a una ayudante y profesionalizando cada vez más el negocio.
"Nunca imaginé que fuera a gustar tanto, siempre que hay cosas de Rusia siempre son muy esterotipadas", resalta. Ahora ya piensa en añadir algunas variaciones en el menú para darle un toque más brasileño con sabores locales, y hasta en abrir una pequeña pastelería física. Una embajada de la dulzura de Rusia en Río de Janeiro.
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