Tras muchas presiones de la Conmebol, el ayuntamiento de Río de Janeiro accedió a permitir una ocupación máxima del 10% en las gradas del estadio para el partido que comienza a las 21:00 hora local (00:00 GMT).
Pero a diferencia de todas las finales anteriores en que el público era un jugador más, el partido del 10 de julio será alentado solo por 2.200 personas invitadas por la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y 2.200 por la Asociación de Fútbol Argentino (AFA).
La tribuna norte estará ocupada por los brasileños, y la sur por los argentinos, todos con mascarilla y manteniendo una distancia física de dos metros.
Todos los presentes tendrán que presentar un test PCR negativo para COVID-19 realizado a partir del 8 de julio (48 horas antes del partido) y no podrán comer o beber dentro del estadio.
El enfrentamiento entre dos rivales históricos, capitaneados por dos astros como Neymar y Leonel Messi añade tensión al ya de por si imponente escenario del estadio de Maracaná, escenario de tantos momentos épicos.
Brasil está en la final por novena vez desde 1989, periodo en que se disputaron 14 ediciones del torneo, con siete títulos brasileños, el último en 2019.
El poderío brasileño contrasta con la sequía de Argentina, que no conquista la Copa América con la selección principal desde 1993.
Se especula con la presencia del presidente brasileño Jair Bolsonaro en la final, aunque de momento no hay confirmación oficial.