Antes de ganarse el apodo de Dr. Q. y consolidarse en el campo de la neurocirugía, el mexicano Alfredo Quiñones-Hinojosa debió pasar por muchísimas dificultades. Fueron precisamente esas dificultades, que hacen única su trayectoria y su carácter, las que hicieron que el actor, productor y director estadounidense Brad Pitt se fijara en él para lanzar una película.
En un capítulo sobre Quiñones-Hinojosa de The Surgeon's Cut (o Ases del Bisturí en español), una serie documental de Netflix donde se abordan los aspectos más sorprendentes de la neurocirugía, su biografía fue llevada por primera vez a formato audiovisual. Ahora, Pitt se encuentra finalizando el guión para llevarla a pantalla grande. La historia del Dr. Q., sin embargo, empezó mucho antes.
¿Quién es el Dr. Q.?
Nació el 2 de enero de 1968 en Mexicali, capital del estado de Baja California, noroeste de México. Creció en la localidad de Palaco, a las afueras de Mexicali, en un área cercana al muro que separa México de Estados Unidos, que se animaría a cruzar años más tarde. De familia humilde, cuando él era un niño su hermana falleció a los seis meses por deshidratación: en su casa no tenían agua potable ni electricidad.
Con la crisis económica en México de 1977, cuenta que su padre entró en una profunda depresión, y que su mamá era la principal fuente económica de la familia. La mujer se dedicaba a toda clase de oficios, como limpiadora y costurera.
A los 19 años, y sin saber inglés, Quiñones-Hinojosa decide finalmente saltar el muro fronterizo. "Sale de la necesidad. Era lo que nosotros veíamos y es lo mismo que sigue pasando ahora. La idea de brincar el muro me vino porque no lo veía como un obstáculo físico que estaba frente a mí, sino como un reto", contó a la BBC.
"Yo estaba buscando una mejor vida, ganar un poco de dinero y mandárselo a mis padres. La gente me mira ahora, con éxito y todo, pero no tiene la menor idea de la cantidad de sacrificios que hemos tenido que pasar", asegura.
8 de abril 2021, 20:52 GMT
La primera vez que lo intentó no tuvo éxito. Los oficiales de migración lo detuvieron por la noche y a la mañana siguiente lo regresaron a México. Tuvo que hacerlo de nuevo. "Y la segunda vez salí triunfante. Al momento de caer del otro lado, cuando tus pies tocan tierra firme, hay una cantidad de adrenalina que te agarra con fuerza y empecé a correr hacia el otro lado sin parar, brincando, saltando cercos pequeños, casas, perros", recuerda.
Antes de convertirse en el director de neurocirugía Mayo Clinic Jacksonville, en Florida, el Dr. Q. trabajó en el país extranjero como soldador, limpiador de tanques de ferrocarriles y mayordomo en la misma empresa. Debieron pasar 10 años para que el Estado lo considerara ciudadano legal, de acuerdo a la política migratoria que regía entonces en EEUU.
¿Cómo Dr. Q. se convirtió en neurocirujano?
Durante esos años, cursó sus primeros estudios universitarios en el San Joaquin Delta College en Stockton, California. En la Universidad de California en Berkeley se licenció con los máximos honores en Psicología.
Ya como ciudadano legal, y con la ayuda de préstamos y becas otorgadas por sus buenas calificaciones, logró ingresar a la Universidad de Harvard donde terminó la carrera de Medicina, y de allí pasó a la Universidad de California en San Francisco, donde concluyó un posdoctorado de biología de células madre.
"Me acuerdo la primera vez que vi el cerebro completamente expuesto en un quirófano. Pensé que era increíble... para mí fue algo sagrado. Sentí una conexión que no la podía entender. Ahí se plantó la semilla para que después me especializara en neurocirugía", dice acerca de por qué decidió especializarse en el campo de la neurocirugía.
En particular, Dr. Q. se dedica a la extirpación de tumores cerebrales, buena parte ocasionados por el cáncer. "Siento ese deseo de pelear contra ellos, de luchar contra esa injusticia, porque siempre he pensado que el hecho de no encontrar una cura contra el cáncer, especialmente en el cerebro, es una injusticia", comenta al respecto.
Dice que eligió luchar contra el cáncer porque "me rehúso a creer que el cáncer es invencible. Me siento como un samurái que va a combatir contra un monstruo extraordinario". Dice, además, que siempre siente miedo ante una operación: "Siempre les digo a mis pacientes que si entran al quirófano con un cirujano que no tiene miedo, mejor córranle, porque ese cirujano te va a lastimar".
"Lo más difícil de mi trabajo no es la cirugía en sí, porque sabes lo que vas a hacer. Lo más difícil es tener la presión de que cualquier error puede tener una repercusión grave", añade al respecto.
Como investigador en su campo, asegura que el cerebro es el órgano es la parte más "hermosa" del cuerpo. "El cerebro es una belleza tan, pero tan grande, que no la entendemos. Cuando veo que el cerebro tiene más de 100 millones de neuronas, más de 160 trillones de sinapsis… más sinapsis que estrellas en la galaxia, me doy cuenta que ese universo que tenemos en nuestro cuerpo es hermoso", sintetiza.