Internacional

Meghan y el racismo: Hollywood contra la monarquía británica

Una nueva guerra fría mantiene en vilo a millones de personas a los dos lados del Atlántico. Hollywood ataca al Imperio británico. Meghan Markle, actriz infiltrada en la familia real británica, libra una batalla contra la Monarquía que, de momento, le reporta millones de dólares.
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Para los medios de comunicación que los intelectuales detestan reconocer que siguen, la boda del príncipe Harry, nieto de Isabel II de Inglaterra, con la comediante norteamericana, Meghan Markle, suponía la ocasión de multiplicar sus lectores/espectadores gracias a una historia que era fácil vender como un cuento de hadas.
Tres años más tarde, la pareja no solo se distancia de la familia real, sino que osa atacarla, en una escenificación propia de las colinas californianas, donde se desarrolló la industria del cine norteamericano. De la historia de Disneyland, a U.K. Corral.
Para ello, ningún arma de destrucción más determinante que la acusación de racismo. La bomba que destruye cualquier capacidad de respuesta en un país polarizado por cuestiones relacionadas con identidades de color de piel, religión o sexo (o género, perdón) fue lanzada desde la plataforma adecuada, un portaaviones del periodismo/showbussines como es el programa de Oprah Winfrey, diosa protagonista de la empresa ViacomCBS.
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Winfrey, una de las mujeres negras más influyentes de la gauche-caviar de EEUU, se ofreció a oficiar también como actriz. Ante la aseveración de Markle sobre los comentarios sobre el tono del color de piel de su primer hijo con el príncipe de Sussex, la entrevistadora estrella exigió un primer plano y, después de dos segundos de espera para elevar la emoción, lanzó la expresión definitiva ante tal horror racista, "¿What?", en ese tono que los yanquis emiten para dudar de la enormidad de la ofensa, aumentándola.
Y como la industria del espectáculo tiene siempre en cuenta las cuestiones de actualidad, en Estados Unidos ese extracto de la entrevista calentaba bien el ambiente, horas antes del juicio al policía acusado de matar a George Floyd, otro despliegue de la información/espectáculo, dos conceptos difíciles de separar cuando las redes sociales no solo aplastan a la vieja televisión, sino que la vampirizan.
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Para los espectadores norteamericanos, que siguieron por decenas de millones el "show" de Winfrey, las denuncias sobre el racismo en Buckingham Palace son suficientes para denunciar al Imperio, sin esperar respuesta alguna de los acusados. En Londres, la norma se mantiene. "Never explain; never complain", "jamás dar explicaciones; nunca quejarse". La divisa de la reina Victoria se respeta. Pero…

El imperio contrataca

El programa protagonizado por Markle y su esposo coincidía también con el día de la Commonwealth, la institución que acoge al Reino Unido y a los 52 estados que un día pertenecieron al Imperio británico. En uno de esos países, Australia, el diario Sidney Morning Herald daba su versión sobre el escándalo: "La entrevista estaba destinada al público norteamericano para ofrecer una imagen negativa de la institución victoriana".
Un cometario certero, pues los sondeos de opinión en el Reino Unido mostraban que los compatriotas de la reina, habituados a las informaciones de la prensa sensacionalista, no daban mucho crédito a las palabras de la princesa que un día decidió el "Megxit".
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La soberana sí aprovechó la conmemoración de la Commonwealth para lanzar un mensaje sibilino, haciendo un homenaje al personal sanitario que ha luchado contra el COVID "con una dedicación desinteresada y sentido del deber".
Lo de "desinteresado" bien podría ir dirigido a la pareja de "disidentes" que decidió apartarse de la familia y criticarla. Cuando Harry y Meghan Markle optaron por "exiliarse" a Estados Unidos, su principal empeño fue encontrar la forma de obtener dinero. Como cualquier emigrante. La entrevista en el programa de Oprah Winfrey les habría reportado entre 7 y 9 millones de dólares. Con ello podrían pagar el crédito que por 9,5 millones tuvieron que pedir para comprar su casa en Montecito (California), valorada en 14.7 millones.

Lluvia de millones y final de la historia

Que nadie se preocupe. El segundo hijo de Lady Diana ya había firmado un contrato con la empresa de comunicación Harry Walker, que le asegura un millón de dólares por conferencia. Y, para cerrar el espectáculo, Netflix le habría adelantado 100 millones, una cifra aportada por el diario económico francés Les Echos y no producto de la perversidad de ningún bot. Netflix es la empresa que produce The Crown, una serie sobre la familia real británica que mezcla historia y ficción y que ha levantado tanta polémica como audiencia en Europa.
Este cuento del siglo XXI acaba con un desmentido de la protagopnista, Megahn Markle. Ni la reina Isabel ni su marido, el príncipe Philip habrían formulado inquietud alguna sobre el tono del color de piel de su bisnieto. Siento el "spoiler", pero para un periodista la información es lo primero, aunque en este caso, como nos enseña Oprah Winfrey, la realidad se desvele al final.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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