El golpe de Estado es el resultado de la confrontación abierta entre la cúpula política del país y los militares birmanos. Estos últimos se negaron a reconocer los resultados de las elecciones generales de noviembre de 2020, las segundas desde la llegada al poder del Gobierno democrático que puso fin a la usurpación de poder protagonizada por el Ejército, que gobernó el país durante casi medio siglo, hasta 2011.
El nacionalista y conservador Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo —que contaba con el respaldo de los militares— fue así derrotado en las urnas, y actualmente dispone de una representación minoritaria en el Parlamento birmano. El Tatmadaw, como se conoce al Ejército de Birmania, denunció fraude electoral, y después de semanas de confrontación con el Gobierno tomó las riendas del país por su cuenta.
El Tatmadaw detuvo a la consejera de Estado de Birmania, Aung San Suu Kyi —la primera ministra de facto— y al presidente, Win Myin. Declaró el estado de emergencia por un año y hasta prometió celebrar elecciones justas pasado ese tiempo. Actualmente el control absoluto sobre el país asiático está en manos de Min Aung Hlaing, quien a partir de ahora ostenta el cargo de líder del Estado.
Así que los habitantes de Birmania despertaron en un país diferente el 1 de febrero. Hay quienes temen que el actual golpe de Estado derive en un Gobierno militar que dure demasiado tiempo. Recuerdan bien el golpe de Estado de 1962, cuando los militares se hicieron con el poder y acabaron gobernando durante 49 años.
Con estos temores bien presentes, los birmanos han comenzado a retirar dinero de las entidades bancarias y empezado a hacer acopio de alimentos. Durante varias horas la red móvil no estuvo disponible en algunas partes del país. Toda la nación se encuentra sumida ahora en la certidumbre total. Suu Kyi, a su vez, llamó a la población a protestar contra el golpe de Estado.
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Las posibles repercusiones del golpe
El descontento y la negativa del Tatmadaw de reconocer los resultados electorales son el origen de la crisis, dijo a Sputnik Dmitri Mosiakov, especialista ruso en Asia y Oceanía. La cúpula comandante del Ejército, explica, estaba "celosa" de la popularidad de la líder birmana y ganadora del Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, y de su futuro político.
Tras el inicio del proceso de democratización en Birmania de 2011 a los militares se les privó de la mayor parte de su autoridad política. Y durante años han tratado de recuperar su peso de antaño en la política actual.
Mosiakov señala que Suu Kyi trató de seguir en contacto con el Ejército siempre teniendo en cuenta sus intereses, pero que lamentablemente las recientes negociaciones no han sido fructíferas. Fue un punto de inflexión, y el Tatmadaw escogió la opción del golpe de Estado, una elección a la que la historia birmana no es ajena.
"Con toda probabilidad los militares intentarán llegar a un acuerdo con la Liga Nacional por la Democracia —encabezada por Suu Kyi—, respaldada por la Unión Europea y Estados Unidos. Si no logran hacerlo, [el Tatmadaw] hará frente a las sanciones occidentales", prevé.
La inestable situación política en Birmania podría privar a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático —de la que Birmania es miembro— de la posibilidad de cooperar en la lucha contra las amenazas regionales. El golpe de Estado supone un paso atrás a la hora de lograr la estabilidad entre las naciones del sudeste asiático. En este sentido, Nguyen Khac Giang, analista vietnamita del Instituto de Investigaciones Económicas y Políticas, menciona la lucha contra el COVID-19 y la resolución del conflicto en el Mar del Sur de China.
"Las acciones del Ejército de Birmania resultaron ser bastante impredecibles, si bien los militares representaron cierta amenaza desde la democratización de 2011. Hasta ahora siguen con en control de la situación", señaló el entrevistado.
Según Nguyen, la inestabilidad política es la causa de la preocupación, porque a partir de 2011 muchos empresarios vietnamitas invirtieron en la economía de Birmania. Los países como Vietnam siempre han mantenido buenas relaciones con Birmania sin importar quién estaba en el poder: si los militares o un Gobierno civil.
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Turbulento pasado que desencadenó la crisis
La nación vive una época turbulenta desde que se independizó de los británicos en enero de 1948. Su soberanía es en gran medida el logro de Aung San, el padre de Aung San Suu Kyi, quien fue asesinado en 1947 por sus rivales políticos.
El principal problema de Birmania siempre ha sido su composición étnica. Las minorías siempre han exigido más autonomía y federalismo, e incluso la independencia. Cuando los grupos étnicos del país llamaron a descentralizar Birmania, los militares protagonizaron en 1962 un golpe de Estado que encumbró al poder a Ne Win, general del Ejército.
En 1974 el país optó por la vía socialista y el sistema político unipartidario. Llegaron las protestas, pero no tuvieron éxito. El punto de inflexión fue el inicio de las manifestaciones antigubernamentales de 1988, también conocidas como Levantamiento 8888. Según las cifras que se manejen, entre uno y cuatro millones de personas salieron a la calle.
La rebelión fue suprimida por los militares y se saldó con centenares o incluso miles de muertos, según la fuente. Muchos manifestantes huyeron a Tailandia o se unieron a los grupos insurgentes.
19 de enero 2021, 17:58 GMT
Es durante este período cuando Aung San Suu Kyi gana popularidad. Pasó 15 años bajo arresto domiciliario, y ahora, tras el nuevo golpe, vuelve a estarlo. Al fin y al cabo, llegó al poder tras el fin del Gobierno militar. El Tatmadaw dio un gran paso atrás, pero no se retiró de la política por completo.
Incluso con la llamada democratización el conflicto interno en Birmania continuó. Es más, cuando la minoría musulmana rohinyá se sometió a una limpieza étnica en 2016 y 2017 el mundo dio la espalda al Gobierno birmano y a la ganadora del Premio Nobel de la Paz y líder del país, Aung San Suu Kyi.
La comunidad internacional simplemente no pudo tolerar el genocidio del siglo XXI.
Durante los últimos años la situación política en el país ha seguido siendo inestable. El reciente golpe de Estado no es una buena noticia para la nación birmana porque en el peor de los escenarios podría alentar las rebeliones en regiones periféricas de Birmania y sumergir el país en una nueva guerra civil.
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