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Relaciones envenenadas

En esta edición de nuestro programa hablaremos de relaciones entre Rusia y Occidente envenenadas por el "caso Navalni".
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Así de claro se expresó esta semana el periódico ruso Novaya gazeta. "Está claro", escribió, "que el envenenamiento de Navalni y la reacción del inquilino del Kremlin han envenenado también la actitud del "querido Emmanuel" hacia el "querido Vladímir". Este atrevido juego de palabras se refiere a un problema muy serio que cada vez está más presente en relaciones internacionales.

Alexei Navalni, uno de los líderes de la oposición rusa, se sintió indispuesto durante un vuelo entre Siberia a Moscú el 20 de agosto, y más tarde fue trasladado en un avión medicalizado a Alemania, donde estuvo en coma inducido por más de dos semanas. Los médicos alemanes de un hospital de Berlín donde estuvo ingresado sostienen que Navalni fue envenenado por el agente neurotóxico Novichok, mientras Moscú lo desmiente.

Embajador de Francia descarta que el caso Navalni empeore las relaciones con Rusia
Esta semana, la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, María Zajárova, declaró que "no hay ni puede haber" ningunas pruebas de la implicación rusa en el "caso Navalni". Sin embargo, este asunto ya se ha convertido en un importante factor de las relaciones entre Rusia y Occidente. Según los medios internacionales, Estados Unidos ya está preparando sanciones por el presunto envenenamiento del opositor ruso que amenaza con complicar también las relaciones entre Moscú y París. "Navalni envenena las relaciones entre los líderes. Macron filtró los detalles de su conversación con Putin deliberadamente", titula a una de sus crónicas el diario moscovita Novaya Gazeta.

Según Novaya Gazeta, es dudoso que París cierre todos los canales de comunicación con Moscú. Los intentos de cooperación en muchas materias como Siria, Ucrania, Libia, Irán y Bielorrusia continuarán. El diario opina que a partir de ahora el nivel del diálogo dependerá, principalmente, de dos cosas: de los pasos que dé el Kremlin en la crisis política en Bielorrusia, y de si las autoridades rusas hacen algo para esclarecer el caso Navalni.

Sin embargo, es difícil estar de acuerdo con semejantes afirmaciones. Tal y como están las relaciones entre Moscú y Occidente, el nivel del diálogo no dependerá ni de los pasos del Kremlin en Bielorrusia, ni menos aun de las novedades sobre el caso Navalni. Parece que el futuro de esas relaciones está decidido de antemano, independientemente de lo que haga o no el Kremlin.

"Los senadores americanos proponen introducir sanciones contra las autoridades rusas debido a Navalni", titula la agencia rusa RBС.

Moscú tilda de inadmisible la retórica sobre su supuesta implicación en el caso Navalni
La verdad es que no da la impresión de que algo pueda hacer al Congreso americano reconsiderar su enfoque sobre el caso Navalni. Menos aun, cuando sirve como pretexto para conseguir que Alemania renuncie al proyecto de la construcción del gaseoducto Nord Stream 2.

Lo mismo se refiere al papel que juega Moscú en la crisis política en Bielorrusia, donde la Unión Europea y Estados Unidos no reconocen la legitimidad del líder bielorruso, Aldexandr Lukashenko, en un intento de obstaculizar la integración entre Moscú y Minsk.

La situación actual parece un callejón sin salida para Moscú con los próximos pasos de Occidente programados de antemano. Más aun, porque la actitud de Occidente en ambos casos no deja demasiadas opciones para Rusia, sino intenta ponerla contra las cuerdas. "Lukashenko se convierte para Occidente en una especie de una autoproclamada república tipo Abjasia", titula el diario moscovita Nezavisimaya Gazeta.

Se pregunta qué pasaría si Rusia a su vez en algún momento no reconocería la legitimidad, por ejemplo, del último plazo del presidente estadounidense, Donald Trump. Se pregunta también si esto sería legítimo desde el punto de vista del derecho internacional y qué consecuencias legales tendría. Desde un enfoque parecido, Rusia pidió a los demás países que respeten la ley internacional en un mensaje de video ante la ONU.

Rusia espera que Occidente deje de poner condiciones en diálogo sobre Navalni
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia criticó esta semana en un mensaje de video ante la ONU a los países que usan sanciones y se inmiscuyen en los asuntos internos de otras naciones. Sergei Lavrov habló durante la 75ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidos y afirmó que tales movimientos obstaculizan la respuesta a los desafíos mundiales, incluyendo la pandemia de coronavirus.

Lavrov se refirió al mismo tema que el presidente ruso, Vladímir Putin, en su mensaje ante la ONU. El líder ruso llamó a la ONU que se adapte al mundo moderno que cada vez es más complicado. Los desafíos globales y el peligro de actuar individualmente ante problemas generales a la humanidad como el COVID-19, fueron el eje central de la intervención del presidente ruso, quien regresó esta semana a la Asamblea General de la ONU.

Sin embargo, la gran mayoría de los medios internacionales omitieron ese llamamiento a dejar de actuar de manera unilateral en el escenario internacional. La gran mayoría de los medios  destaca solo la propuesta de Putin de regalar la vacuna rusa contra el COVID-19 a la ONU. "Putin regalará vacuna contra COVID a la ONU", titula Imagen Televisión.

Parece que nuestros colegas solo quieren escuchar lo que no les estropee una buena historia. Y esta semana la buena historia ha sido la nominación del presidente ruso, Vladímir Putin, al Nobel de la Paz. "Vladímir Putin nominado al Nobel de la Paz", titula la agencia ATLAS.

Vladímir Putin, nominado para el Premio Nobel de la Paz
Mussolini, Hitler, Stalin… y Putin. Una comparación que parece increíble desde el punto de vista común, pero que tal vez no les parece tan extraña a nuestros colegas de ATLAS que aparentemente consideran que la de Putin es una nominación al Nobel de la Paz muy sorprendente. La única explicación detrás de semejante reacción a la nominación del presidente ruso, que en la realidad no es tan sorprendente, es que las relaciones entre Moscú y Occidente realmente están envenenadas con o sin el caso Navalni, con o sin el caso de Bielorrusia. Pero los dos casos citados sirven como un pretexto perfecto para Occidente para envenenarlas aun más, así como perjudicar a los intereses rusos en el mundo.

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