Los días 21 y 22 de septiembre los italianos votaron mayoritariamente a favor de reducir su representación parlamentaria de 945 escaños hasta 600 (400 diputados y 200 senadores). En España el Congreso cuenta con 350 diputados y el Senado con 265 senadores, una cifra total (615) algo superior al nuevo umbral en Italia.
¿Tendría sentido proceder a una reforma similar en España, donde según las encuestas la clase política parece haberse revelado en los últimos años como el segundo mayor problema del país tras el desempleo?
Un caso no extrapolable
En España la representatividad política equivale a una proporción de 1 parlamentario por cada 135.299 habitantes. En realidad, es una ratio menor que la de varios países de su entorno más inmediato. Así, por ejemplo, Francia presenta una relación de 1/116.289. La ratio en Reino Unido es de 1/103.116, y la de Alemania de 1/117.301.
"Si uno de los reproches habituales hacia el sistema electoral español es que produce una elevada desproporcionalidad, una reforma que redujese aún más el número de diputados, iría en contra de la proporcionalidad", explica.
Un ahorro tal vez insustancial
Tras las crisis de los últimos años, en la percepción de la ciudadanía española se ha instalado una especie de recelo ante la clase política en general y ante el supuestamente elevado gasto derivado del sistema parlamentario. En 2019, por ejemplo, el presupuesto ejecutado del Congreso ascendió a casi 76 millones de euros.
¿Un senado desconocido?
Tal vez el sentido de una iniciativa como la italiana tuviera acaso cabida en España en relación a la propia función del Senado, pues en los últimos tiempos el imaginario colectivo parece también albergar dudas sobre su utilidad.
En cualquier caso, subraya este experto en comunicación, "antes de plantearse una reforma de la cámara, cabe preguntarse si cumple o no con la función que en teoría tiene encomendada". "Porque se podría criticar que no se intente el cumplimiento de su cometido antes de un redimensionado". Para Aira, una hipotética reducción del número de senadores daría el mensaje de "que no se refuerza esa institución ni la función que debería ejercer".
"La duda entonces sería por qué directamente no se suprime o se prescinde del Senado", concluye.
El trámite jurídico
España no tendría que acudir a una reforma constitucional para proceder a una modificación de sus parlamentos. De hecho, la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) plantea la posibilidad de una modificación de la horquilla de representantes sin necesidad de tocar la Constitución.
El trasfondo de la reforma en Italia
"La reforma en Italia ha sido lo que yo llamo populista, dado que se ha planteado como un castigo a unas élites consideradas corruptas, ineficientes, que tienen secuestrada la voluntad popular frente a un pueblo homogéneo y estupendo", explica Fernández Esquer.
A su parecer, lo sucedido en el país transalpino no ha sido un intento de enfrentar los problemas reales de su modelo, "que es el llamado bicameralismo perfecto". La diferencia con España en este aspecto estriba en el predominio aquí del Congreso sobre el Senado, "por lo que no hay tanto riesgo de experimentar bloqueos políticos".
"Pero en Italia no han abordado el problema del bicameralismo perfecto, no se mejora la calidad democrática con un menor número de parlamentarios. Más bien es una reforma revanchista, que expresa la indignación de la ciudadanía hacia los políticos", zanja Fernández Esquer.
En su opinión, el caso italiano "no plantea reformas institucionales que sirvan para solventar los problemas que tienen las instituciones y el funcionamiento de la democracia en Italia. Y en España sería igual: los datos comparados no aconsejan reducir el número de diputados, más bien al contrario", concluye.