Todos los años, tal vez desde hace 5781, según la tradición judía, la celebración comienza con el sonido del shofar (cuerno de carnero) que anuncia la llegada del nuevo año y la entrada en un periodo de meditación de 10 días, en el que se hace un balance de lo realizado durante el año y el arrepentimiento por los errores cometidos, que termina con la celebración del Yom Kipur o Día del Perdón.
Este año sonarán los shofares en las sinagogas, sin embargo los fieles no acudirán porque no están permitidas las aglomeraciones.
Oposición a las nuevas regulaciones
En un país de más de 9 millones de habitantes, de los cuales más del 76% son de religión judía, según la Oficina Central de Estadística (CBS), la celebración del año nuevo es todo un acontecimiento, razón por la cual el confinamiento ha generado un gran malestar dentro de la población en general, además de numerosas protestas dentro de la comunidad ortodoxa.
"¿Qué se le va a hacer?", se quejó Ruth Blumstein, ultraortodoxa que vive en Tel Aviv. "Es muy muy triste no poder ir a la sinagoga en los Días altos, pero más importante es la salud," agregó.
Otros lamentan no poder estar con sus seres queridos en estos días tan importantes, como es el caso de la pareja de brasileños Camila y David Hollmamn, quienes residen en la sureña población de Ashdod: "Nuestras familias viven en Brasil y de por si para nosotros es muy difícil pasar estas fechas solos los dos en casa, sin embargo teníamos la esperanza de poder reunirnos esta vez con unos primos de David (su esposo) que viven en Tel Aviv, pero ahora resulta imposible con las nuevas restricciones", dijo Camila.
Por su parte, David sugiere entre palabras dubitativas que solamente queda la opción de reunirse "virtualmente" gracias a la tecnología, esperar que todo se solucione y el año venidero sea mucho mejor.
Granadas, manzanas y miel
Esta fiesta se celebra durante dos noches en las que se encienden velas, se recitan bendiciones y se preparan comidas festivas, cuyos alimentos aluden a la celebración.
Entre ellos la manzana con miel, para desearse un año dulce, y la granada, de la que se dice que tiene tantas semillas como preceptos debe cumplir un fiel judío.
"En estas fechas en la tienda acostumbramos a pedir el doble y hasta el triple de lo de lo que regularmente pedimos en la semana de granadas, porque los israelíes las compran en grandes cantidades", señaló Shlomit Cohen, vendedora de frutas y verduras en Ashdod.
Según el Ministerio de Agricultura de Israel el país produjo 50.000 toneladas de granada en 2019, mayormente para consumo interno, y con el desarrollo de una máquina cortadora, que permitía el rejuvenecimiento del fruto, creada por el Instituto agrario estatal Volcani en la última década, su comercialización se disparó. Tanto es así que en Israel se vende no solo el fruto, sino también semillas separadas, zumos, y productos con sus derivados en bebidas alcohólicas, cosméticos, aceites, yogures, helados…
Y probablemente de manera no casual, en estos días se ha publicado un nuevo estudio del Centro médico Hadasa en Jerusalén sobre esta fruta, una de las siete nativas de Israel, de la que se sabe que contiene muchas vitaminas y antioxidantes curativos, pero, además, parece que un derivado del aceite de semilla de granada ha demostrado mejorar la función cognitiva en pacientes con esclerosis múltiple.
Israel se ha convertido en el primer país del mundo en volver al confinamiento. No obstante, en el primer ataque del COVID-19, el primer confinamiento coincidió con otra fiesta importante, la pascua judía, Pésaj. Israel fue uno de los países que mejor contuvo los contagios, cuando cerró su frontera y dictaminó una cuarentena, incluso antes de que hubiera contagios locales. Seis meses después, en fin de año, la situación es diferente.