El 16 de septiembre de 1851 nació Emilia pardo Bazán en La Coruña en el seno de una familia de clase social alta y desahogada economía. Doña Emilia tuvo una infancia feliz y su padre, don José pardo Bazán, de talante liberal y comprensivo no se opuso nunca a la educación literaria de su hija, sino que la impulsó y favoreció. Además, según se desprende de los recuerdos de la escritora, era un hombre que veía con simpatía las reivindicaciones feministas.
"Era yo de esos niños que leen cuanto que cae por banda, hasta los cucuruchos de especias y los papeles de rosquillas; de esos niños que se pasan el día quietecitos en un rincón cuando se les da un libro y a veces tienen ojeras y bizcan levemente a causa del esfuerzo impuesto a un nervio óptico endeble todavía", narraba Pardo Bazán.
Doña Emilia siempre bizqueó un poco y se ve que atribuía ese rasgo a sus tempranas e intensas lecturas, aunque no parece que le diera demasiada importancia ni que lo lamentara, pues el placer de leer se sobrepuso a su coquetería o quizá pensaba, como diría Sender de la princesa de Éboli, que un ligero estrabismo hace más excitante el atractivo femenino.
En 1887, doña Emilia pronunció en el Ateneo de Madrid una serie de conferencias que dan origen a los tres volúmenes publicados en el mismo año, los cuales llevan por título La revolución y la novela en Rusia. Curiosamente no llegó a comprender bien a los dos grandes novelistas rusos. Tolstói y Dostoyevski, y aunque leía más al primero, el segundo la fascinaba.
"Más que Dostoyevski, que ve la humanidad a través de su turbio pensamiento y su confuso espíritu, produce Tolstói la impresión absoluta y suprema de la verdad, sin que sea posible decir, dada la admirable armonía de sus facultades, si acierta mejor al reflejar la realidad externa o la interna, si es más perfecto cuando describe, cuando dialoga o cuando estudia caracteres", escribió Pardo Bazán.