Hay quien va a tiro fijo: Machado, Lorca, Gloria Fuertes. Lo normal, no obstante, es que sea necesario ofrecer distintas opciones. A Juan Sobrino le gusta proponer clásicos e intercalar estilos. Porque, aunque la iniciativa se llame Cuentos por teléfono, en realidad conviven sin rencillas la poesía, las adivinanzas, las fábulas o los aforismos.
Lo inició en 2013. Al principio, bajo el nombre de Biblioterapia para mayores, acudiendo de forma presencial a los centros. "Cuando lo empezamos, se apuntaron varios voluntarios y nos distribuíamos los días para ir a las residencias una vez al mes, por lo menos", detalla Sobrino, cifrando en nueve el equipo actual. "Varía por la disponibilidad, y tenemos una lista de espera importante por haber salido en medios", dice. Ahora, las circunstancias han cambiado: "Con el coronavirus y la imposibilidad de entrar, pensamos en darle continuidad con llamadas de teléfono. Seguimos igual, pero en vez de ir, leemos una vez por semana", comenta.
A Sobrino, por ejemplo, le toca los viernes por la mañana. De hecho, habla con Sputnik nada más colgar con su interlocutora, a quien le ha recitado unos versos. "Somos varios y siempre llamamos a la misma persona", explica, "así se crea un vínculo más íntimo y se puede continuar con la lectura". "Aunque también pasa que la cercanía lleva a otros temas y terminas charlando de todo, no es solo leer sino saber qué tal está el otro", agrega el responsable, de 48 años.
"Tiramos por cosas cortas, por géneros breves. A mí me gusta mezclar. Leo mucha poesía. A los de siempre, pero también a contemporáneos como Rosa Berbel, David Minayo, Luis García Montero, Agustín Fernández Mallo o Ben Clark", anota Sobrino, que en narrativa se decanta por Jorge Bucay o Elena Favilli y sus Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. "Ellos están deseando tener contacto con el exterior, y esto es un rato de conversación", dice.
Sobrino lo puso en marcha como un extra y ha visto que durante la pandemia es esencial. "Pactas con el terapeuta la hora y les viene muy bien", resume Sobrino, que sigue, incluso estando de vacaciones, cogiendo el móvil y arrancándose con unas líneas. Aunque le acompañe el sonido del mar de fondo. "Tengo una sensación extraña, porque hacerlo de forma presencial es diferente. Puedes ver las reacciones, improvisar, ir más lento… Pero algo es algo", sopesa después de que el COVID-19 haya impuesto el distanciamiento y de que en Soto del Real, donde alrededor de un 14% de sus 8.700 habitantes supera los 65 años.
"Me ha contado ya toda su vida, a veces más que escuchar lo que quiere es hablar", declaraba a El País, especificando que le había encontrado material sobre el Sahara Occidental porque hizo allí la mili. "Fue de los últimos, en 1974. Para hacérselo un poco más atractivo estoy buscando escritos y reportajes que tengan que ver con eso. Curiosamente encontré uno de un periodista catalán que estuvo en esos reemplazos y ha escrito artículos y libros de ello. Se los estuve leyendo y le encantó", aseguraba.
Una oyente veterana es Chus López, en 69 años. En las apariciones que ha hecho en periódicos o televisiones incide en que le gustan "los libros de amor" y en que confía en la elección del bibliotecario. Echa de menos cuando compartían espacio físico.
"Es mejor, porque les vemos, aplaudimos y cuando termina la lectura nos tomamos algo", manifestaba en una entrevista de TeleMadrid.
Encarna Riesco, terapeuta en su residencia, afirmaba que "la actividad es fundamental para que las personas se sientan conectadas al exterior" ya que la situación es "muy hermética". Durante la crisis sanitaria, estos espacios para mayores han sido de los más afectados. Se calcula que unos 27.000 de los casi 30.000 muertos que acumula España se produjeron en residencias. El aislamiento fue total, incluso posteriormente, restringiendo severamente el contacto con familiares.
Este proyecto, de hecho, se llevó el primer premio del IX Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas en la categoría de Biblioteca Municipal de entre 5.000 y 100.000 habitantes en 2018. El Ministerio de Cultura reconoció la "labor de inclusión" que realizaban desde Soto del Real "con los colectivos más desfavorecidos". "Soñamos este proyecto convencidos de que los libros, la literatura y la lectura nos pueden salvar. Cinco años después seguimos pensando de la misma manera", alegó Juan Sobrino en la entrega del galardón. Ahora mantiene la fe: echa de menos el contacto, pero se conforma con el teléfono. Un aparato que sirve de acompañamiento, independientemente de si se opta por el canon o por la vanguardia.