Varios países, entre ellos Polonia y países del Báltico, se ofrecieron a mediar en Bielorrusia para lograr una solución pacífica a la crisis que vive el país.
"No necesitamos ningunos gobiernos extranjeros, ni mediadores", declaró Lukashenko durante una reunión en el Ministerio de Defensa.
El presidente destacó que Bielorrusia tiene su propio gobierno que, subrayó, logrará controlar la situación.
"No entregaremos el país a nadie", aseveró Lukashenko.
Bielorrusia, enfatizó, debe estar preparada para "hacer frente a cualquier desafío".
La oposición se negó a reconocer el recuento oficial.
En la noche del 9 de agosto se iniciaron a lo largo de Bielorrusia protestas multitudinarias, reprimidas por las fuerzas de seguridad que usaron gas lacrimógeno, cañones de agua, granadas aturdidoras, balas de goma y, en algunas ocasiones, armas de fuego para dispersar a los manifestantes.
Según el Ministerio del Interior, al menos una persona falleció en las protestas, varios centenares resultaron heridas y más de 6.700 fueron detenidas. El 14 de agosto, según el Ministerio, las autoridades liberaron a más de 2.000 detenidos.