Antes de la pandemia del coronavirus, los residentes locales toleraban a los macacos porque atraían a los turistas que pagaban buen dinero para alimentarlos con fruta y tomarles fotos. Se estimaba que había unos 6.000 de estos animales.
No obstante, debido a la pandemia la cantidad de turistas disminuyó drásticamente, lo que causó que los monos se quedaran sin su comida habitual, se volvieron violentos y se salieron de control.
La gente local ha tratado de apaciguarlos con comida basura, pero la dieta azucarada los ha vuelto locos por el sexo y ahora se reproducen más rápido que antes.
"Cuanto más comen, más energía tienen... así que se reproducen más", comentó Pramot Ketampai, que administra los santuarios circundantes del templo Prang Sam Yot.
El edificio de un cine abandonado sirve de base a los macacos y al mismo tiempo de cementerio para sus compañeros. Se apilan los monos muertos en la sala de proyección en la parte trasera del cine y cualquier humano que entra es atacado por los otros.
"Vivimos en una jaula pero los monos viven fuera", comentó Kuljira Taechawattanawanna a AFP, mostrando una red aérea que cubre su terraza. "Sus excrementos están por todas partes, el olor es insoportable, especialmente cuando llueve", agregó.
Las peleas entre macacos han llamado la atención de las autoridades, que reiniciaron un programa de esterilización después de una pausa de tres años. Los oficiales del departamento de vida silvestre atraen a los animales a jaulas con fruta y los llevan a una clínica donde los anestesian, los esterilizan y marcan con un tatuaje su castración.
Pero la campaña puede no ser suficiente para sofocar su número y el departamento tiene un plan a largo plazo para construir un santuario en otra parte de la ciudad lo que probablemente se enfrentará a la resistencia de los residentes.