Lo de Floyd, de 46 años de edad, explotó como una caldera de vapor sometida a presiones por años y se escapó de Minneapolis, la ciudad donde ocurrieron los hechos, para llegar a todos el país con una violencia inusitada, que muchos se apresuraron a considerar como la más virulenta desde finales de los años 60 del siglo pasado.
La del 31 de mayo fue una mala noche para Estados Unidos, cuya Guardia Nacional terminó desplegada en 21 de su medio centenar de estados, según The New York Times, en tanto otros medios informaron de más de 4.000 detenidos por unas protestas respaldadas por íconos de la raza negra, entre ellos el afamado baloncestista Lebron James.
Las redes en contra de Trump
Unos años atrás, el episodio de violencia policial que se vivió en Minneapolis tal vez no hubiera llegado muy lejos. Algunas notas en algún medio, unos autos quemados —seguramente de la Policía— y nada más. Pero las redes sociales, esas aliadas de Trump camino a la Casa Blanca, le jugaron ahora una mala pasada.
Floyd murió unos minutos después en un hospital, el agente y otros que lo acompañaban fueron cesados y se abrió una investigación, pero comenzaron las protestas como el fuego sobre las briznas de pasto seco: primero en Minneapolis y después con más fuerza por muchos estados del país.
Las manifestaciones también se viralizaron y las redes se llenaron de imágenes violentas en varias ciudades, lo mismo en Los Ángeles que en Nueva York o Miami, en tanto en algunos lugares los bomberos no dan abasto para detener los incendios que pululan por doquier, en una situación que, al parecer, continuará.
Más lastre a la campaña
Las revueltas callejeras suman más lastre a la constante campaña de Trump con la intención de reelegirse en noviembre próximo para otros cuatro años al frente del país, en lo que ha sido un año de retos constantes para el controvertido mandatario.
Y encima de eso, frentes abiertos en el exterior contra los gobiernos de Venezuela e Irán, y una cruzada contra China, a la que acusa de no haber hecho lo suficiente por detener la propagación del coronavirus, incluso de ocultar información, además de enfrentar reiterados llamados de Pekín para que Estados Unidos no se inmiscuya en los asuntos de Hong Kong.
A un lado y otro
En uno de sus mensajes a través de las redes y en referencia al acecho a la Casa Blanca escribió: "Una gran multitud, profesionalmente organizada, pero nadie se acercó a atravesar la valla. Si lo hubieran hecho, habrían sido recibidos por los perros más feroces y las armas más amenazantes que he visto jamás. Ahí es cuando la gente podría haber sido herida de gravedad, por lo menos. Muchos agentes del servicio secreto solo aguardaban para pasar a la acción".
En sus palabras dejaba claro que le interesaba poco lo que pasara con cualquiera si se aventuraba a acercarse a la verja de la mansión presidencial, pero poco después, desde el Centro Espacial Kennedy, admitió el derecho a la protesta y a que todos sean escuchados, en un mensaje completamente opuesto al anterior.
"Apoyamos el derecho de los manifestantes pacíficos y escuchamos sus súplicas. Pero lo que estamos viendo ahora en las calles de nuestras ciudades no tiene nada que ver con la justicia o con la paz. La memoria de George Floyd está siendo deshonrada por alborotadores, saqueadores y anarquistas", dijo Trump.
Por el momento y a poco más de cinco meses de los comicios, muchos se preguntan si las constantes zancadillas en el camino de Trump no le impedirán ganarse otros cuatro años al frente de Estados Unidos. O si el coronavirus, la crisis económica que se avecina como consecuencia del mismo, y ahora las protestas, lastrarán el crédito que le queda y devolverán la Casa Blanca al dominio demócrata.