Los investigadores han descubierto que al vincular dos copias de un tipo especial de anticuerpo producido por las llamas se genera un nuevo anticuerpo que se une fuertemente a la proteína espiga y logra neutralizarla.
La proteína espiga permite que el virus se rompa en las células huésped logrando multiplicarse para expandir la infección.
"Las vacunas deben administrarse uno o dos meses antes de la infección para brindar protección. Mientras que las terapias de anticuerpos actúan inmediatamente después del tratamiento. Además, los anticuerpos también podrían usarse para tratar a alguien que ya está contagiado y disminuir la gravedad de la enfermedad", dijo el doctor Jason McLellan, profesor asociado de biociencias moleculares en la Universidad de Austin.
De momento, los científicos se preparan para iniciar los estudios preclínicos en animales como hámsters o primates.