Así, al ser preguntado sobre el tema en Twitter, Tory Bruno, director general de la empresa United Launch Alliance (ULA), subcontratada por la NASA, dio una respuesta que pocos esperaban leer.
"El Gobierno de EEUU nos pidió que los compraramos al final de la Guerra Fría para evitar que los científicos rusos especializados en la construcción de los cohetes acabaran en Corea del Norte e Irán", escribió Bruno.
Sin embargo, respondiendo a una pregunta complementaria de por qué el país norteamericano sigue adquiriendo los motores rusos, el ejecutivo se contradijo. Dijo que su primera acción al llegar a la ULA fue comenzar el desarrollo de un motor estadounidense que pudiera reemplazar al RD-180.
En abril de 2019, Tory Bruno había declarado que la calidad de los motores rusos era muy alta. Lo hizo en los pasillos del 35º simposio dedicado al espacio y celebrado en Colorado Springs.
No obstante, Bruno experimentó dificultades a la hora de contestar si EEUU continuaría adquiriendo los RD-180 mientras que el Pentágono insistía en que los dejaría de comprar en 2022. Hasta aquel año, a la empresa le habían permitido adquirir unos 18 motores más con el fin de garantizar la seguridad nacional de EEUU.
La empresa rusa Energomash (forma parte de la corporación Roscosmos) desarrolló los RD-180 en la segunda mitad de la década de los 90. Estas piezas clave del cohete superpesado Energía se construyeron en base a los RD-170, el motor más potente en el mundo en aquella época.
Hoy en día, Rusia exporta los RD-180 a EEUU, y el país norteamericano los instala en sus cohetes de la familia Atlas.
En 2016, el Congreso de EEUU intentó terminar con las compras a Rusia de los RD-180 a partir de 2019. Finalmente no lo pudo hacer por la ausencia de análogos que pudiesen competir con el motor ruso, a pesar de todos los esfuerzos que se hicieron en Washington para acelerar su construcción.