1.- La reacción del Gobierno central:
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, cometió un grave error al anunciar el estado de emergencia (que imponía en confinamiento) el viernes 13 de marzo y aprobarlo un día después, el sábado 14, dando así tiempo a miles de ciudadanos a "escapar" a sus segundas residenciales en la montaña y la playa, lo que hizo que se propagara aún todavía el agente patógeno SARS-CoV-2.
Otra equivocación gubernamental fue la falta de transparencia informativa. Alegando medidas de seguridad, las conferencias de prensa de los miembros del Ejecutivo se hicieron, durante las primeras semanas, con preguntas filtradas por un alto cargo de la administración que evidentemente escogía las menos comprometedoras. Varios periódicos se plantaron ante esta situación al considerarla como censura. Finalmente, el Gobierno cedió a la presión y cambió el sistema para que la prensa pudiera preguntar en directo y a través de videoconferencia.
Poco ayudó también la propia estructura estatal descentralizada de España con 17 gobiernos regionales (autonómicos), cuyas competencias incluyen la gestión sanitaria y hospitalaria. Tampoco el hecho de que el socialista Sánchez, presidente desde el 7 de enero, gobierne en minoría parlamentaria y acompañado por la extrema izquierda de Podemos; es el primer Gobierno de coalición de la historia española desde la transición a la democracia hace 45 años.
La oposición de derechas liderada por el Partido Popular (PP) está cada vez más enfrentada a la gestión de Sánchez y no firma un cheque en blanco. El partido de extrema derecha Vox ya aboga por un gobierno de concentración nacional y rechaza a Sánchez. Y ciertos medios de comunicación y periodistas fomentan la crispación y el descontento ciudadanos, aprovechando la delicada coyuntura nacional para defender sus intereses ideológicos.
2.- El elevado nivel de infección entre el personal sanitario:
Unas 20.000 personas, de las 140.000 infectadas hasta ahora, es decir, el 14% del total, corresponde al personal sanitario, lo que incluye doctores, enfermeros y celadores. Esta cifra tan abultada es consecuencia directa de la falta de medios de protección -mascarillas, trajes especiales- con que debe contar este colectivo.
España cuenta con un magnífico sistema de atención médica primaria, mayoritariamente público, pero sus hospitales no se habían recuperado todavía de una década de austeridad desde la crisis financiera de 2008.
3.- La falta de pruebas de detección del virus:
La escasa identificación temprana de los contagiados no cortó las cadenas de transmisión del coronavirus y no consiguió aislar a los infectados, muchos de ellos asintomáticos: es decir, aparentemente sanos pero transmisores de la enfermedad. Eso hizo que el virus se expandiera sin demasiados problemas, no ya a lo largo del mes de marzo, sino antes, en febrero.
Cuando las autoridades hispanas empezaron a calibrar la magnitud del problema se encontraron sin suficiente equipamiento específico: respiradores, y equipos de protección muy concretos, propios de una guerra biológica.
4.- La tragedia de las residencias de ancianos:
A falta de datos definitivos, los centros de acogida a personas de la tercera edad han sido, desgraciadamente, el blanco elegido del feroz coronavirus. El COVID-19 destapó con absoluta crudeza los más profundos y ocultos fallos del sistema de asistencia a los ancianos.
Sólo en la Comunidad de Madrid y en Cataluña murieron más de 5.500 personas en residencias para la tercera edad desde el comienzo de la crisis hace menos de un mes. Eso representa el 38% del total de las defunciones. España cuenta con 5.417 centros para personas mayores con 372.000 plazas en total. En su mayoría de titularidad privada que mantienen conciertos con las administraciones regionales.
5.- La sociabilidad cultural:
Las costumbres de este país ibérico fomentan que unos y otros se toquen, se abracen y se besen muy a menudo, hábitos muy distintos a los de los coreanos, chinos o japoneses, donde el contacto físico y esas demostraciones de afecto son mucho más escasas por razones culturales. La sociabilidad fomenta el contagio.