Es la historia de la mexicana Arely Robles Herrera, quien vive hace ya más de 20 años en la ciudad de San Petersburgo donde nacieron sus dos hijas y donde le conocen prácticamente todos, principalmente, por su sonrisa cautivadora.
Hoy ni piensa en irse de Rusia, donde valora altamente las condiciones de vida en sus numerosos aspectos. Algo que no fue así cuando llegó por primera vez a la antigua capital imperial rusa. Sí le impresionó "la arquitectura, las casas, los espacios", pero ello no quitaba que en aquel entonces fuera una ciudad 'bandidesca'.
Paradójicamente, la ruina económica en la que se hallaba el país jugó en su favor y le permitió encontrar trabajo en apenas unas semanas, una suerte que no tuvo su marido quien terminaba entonces su tesis doctoral.
"Conseguí trabajo rápidamente como maestra de español en una escuela del Gobierno, justo porque en ese momento se les habían ido tres profesores de idiomas. Recuerdo muy bien que me sorprendió mucho que un hombre, profesor de español, decidió irse a trabajar de cargador porque decía que ganaba más cargando cajas que siendo maestro, y eso me sorprendió y me dolió el hecho de la situación. Pero gracias a eso tuve trabajo y mucho antes que mi esposo", relató.
Arely Robles Herrera cuenta que en aquella época "era más extraño una mexicana en Rusia que un ruso en México". A punto tal que cuando fue a la casa de campo de su marido y en algún momento se asomó a la ventana, su mirada tropezó con una auténtica multitud de niños.
"Se ha corrido el rumor [de] que una extranjera, una mexicana, llegó y está en ese pueblito, y venían incluso de otros pueblitos los niños a verme", señaló.
Afirmó que los rusos siempre le han tratado "muy bien", particularmente, gracias a la popularidad en aquel entonces de las telenovelas protagonizadas por la actriz mexicana Verónica Castro.
Al mismo tiempo, confesó que en un principio los rusos le parecían muy agresivos debido a las particularidades de su idioma y la forma de hablar. Pero, con el tiempo, descubrió muchas cosas "simpatiquísimas" en esa lengua que le costó mucho trabajo aprender.
"En ese tiempo no había Internet tanto como ahora para estudiar idiomas. Ahora hay muchas páginas para aprender ruso y hacer ejercicios en línea. No fui a ninguna escuela, no tuve ningún profesor. El primer año simplemente tenía un viejo libro, después tenía una radio y me ayudaba mucho, porque yo trataba de memorizar las frases que decían. De las primeras frases que yo aprendí en ruso me las enseñaron mis alumnos escolares, y no todas eran frases correctas, algunas eran groserías", dijo sonriendo.
Entre los descubrimientos "simpatiquísimos" mencionó la frase rusa "pasear a la izquierda" que tanto aparecía en las conversaciones de sus colegas.
"La primera vez que oí esta frase, hablaban de un hombre, y yo estaba convencida de que tenía que ver con algo político, y durante muchos años pensaba que se referían a alguna cuestión política de izquierda. Luego descubrí que se trata de una infidelidad de un hombre a su esposa", manifestó.
Arely Robles Herrera sostiene que los rusos y los mexicanos tienen mucho en común.
Apuntó que, a diferencia de hace muchos años, hoy su familia está "completamente resignada" a que vive en Rusia.
"Han venido algunos de mis amigos y parientes, mi madre ha venido, y les gusta mucho cómo vivo. Así que ahora ya lo han asumido y no me piden que regrese, más bien todo el mundo quiere venirme a visitar", observó.
"Justo en este momento, si por algún motivo hubiera que decidir entre vivir en México y vivir en Rusia, decidiría quedarme en Rusia por cuestiones de seguridad y porque aquí veo mejor la situación económica, laboral y de educación para mis hijas. Creo que mis hijas están recibiendo mejor educación en Rusia gratis, lo que en México significaría que tendré que estar pagando colegios privados para que reciban una buena educación", recalcó
"Pero llegó un momento en que yo dije que no, que voy a vencer con mi sonrisa. Y en este momento todo el mundo me conoce por mi sonrisa y siempre me preguntan: '¿De dónde eres?'. Y es que llevo con mi sonrisa abriendo puertas, porque no quiero ir con muy mal humor, con una cara de pocos amigos. En este momento en mi colonia donde vivo me conocen todos, incluidos el hombre que vende el pan, todas las cajeras, o en la biblioteca. En este momento me conocen más aquí que en mi colonia en México", concluyó.