"Por las características de la personalidad de mi padre, él se sintió siempre bastante libre y fue muy directo con Pinochet (...) El Gobierno de mi padre representó el fin a las violaciones de los derechos humanos y el restablecimiento de la verdad y de la justicia", dijo Aylwin, profesora, exparlamentaria y exministra.
Patricio Aylwin, líder del Partido Demócrata Cristiano durante el Gobierno de Salvador Allende (1970-1973), fue un duro opositor del mandatario socialista y apoyó inicialmente el golpe militar liderado por Pinochet.
El proceso de "transición a la democracia", con Aylwin a la cabeza, es cuestionado por algunos sectores de la sociedad chilena porque no se propuso una derrota frontal del régimen.
Mariana Aylwin, quien fue diputada (1994-1998) y ministra de Educación del Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006), observó que si bien Pinochet se mantuvo como jefe del ejército por ocho años, el Gobierno de su padre no dudó en crear la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación para investigar los crímenes de la dictadura.
"Pinochet le planteó a mi padre que no hiciera la Comisión de Verdad y Reconciliación; le dijo que eso era un error y mi padre le contestó "esa es una atribución mía". Se hizo la comisión, que fue muy importante, porque estableció que en Chile se habían violado los derechos humanos por parte del Estado", dijo.
— Hace 30 años Augusto Pinochet le entregaba el poder a su padre. ¿Qué implicancias tiene este 11 de marzo para usted y para el pueblo chileno?
Ese momento fue muy especial porque hubo un espíritu en el país de buscar acuerdos, la gente ya no quería más guerra, llevábamos 20 años divididos entre amigos y enemigos, patriotas y traidores. Eso ayudó mucho al Gobierno de mi padre, que representó el fin a las violaciones de los derechos humanos, el restablecimiento de la verdad y de la justicia y el fin de los detenidos políticos.
— Usted en ese momento trabajó como asesora. ¿Qué anécdotas tiene y qué le contaba su padre?
— Creo que hubo muchas cosas importantes que tuvieron que ver con cómo se manejó la relación con las Fuerzas Armadas. Pinochet le planteó a mi padre que no hiciera la comisión de verdad y reconciliación; le dijo que eso era un error, y mi padre le contestó "esa es una atribución mía". Se hizo la comisión, que fue muy importante, porque estableció que en Chile se habían violado los derechos humanos por parte del Estado.
— Entonces su padre enfrentó la tensión entre tratar de mantener a los militares bajo control pero también luchar por la verdad y la justicia. ¿Cómo se sentía en esa época esa tensión?
— ¿Cuándo el Gobierno comenzó a sentirse más libre y no tan presionado por los militares?
— Por las características de la personalidad de mi padre, él se sintió siempre bastante libre y fue muy directo con Pinochet. Por ejemplo, una vez Pinochet tenía un problema con unos cheques pagados por una empresa del Ejército a un hijo suyo y le pedía a mi padre que arreglara eso. Mi padre le dijo "usted está equivocado; usted antes podía porque era dictador, pero aquí hay separación de poderes. Yo no puedo intervenir en la justicia".
— Todo este relato que usted está haciendo parece aún más importante en el contexto que está viviendo Chile actualmente con masivas protestas y con el proceso de reforma de la Constitución. ¿Qué enseñanzas brinda el pasado a este presente?
— Desgraciadamente cada generación toma sus propias decisiones y me parece que las enseñanzas de la transición chilena están un poco en el olvido y son desvalorizadas. Hoy en día está desvalorizada la cultura de los acuerdos.
El mundo político está tremendamente desprestigiado; tenemos un presidente (Sebastián Piñera) con una bajísima popularidad y una clase política que la tiene más bajo aún.
Con todo, el país sigue funcionando, pero uno no sabe qué es lo que va a pasar; hay mucha incertidumbre; el camino constitucional creo que es la solución. No obstante, ese camino tiene una duración de dos años.