Sin duda, el resultado indiscutible alcanzado por la XXV Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático, COP25, es que los países y sectores responsables del actual estado del clima y la contaminación no asumirán responsabilidades, al menos por ahora.
Varios factores influyeron negativamente en el actual resultado. Posiblemente uno de ellos es que la presidencia de la Conferencia, a cargo del Gobierno del presidente chileno Sebastián Piñera, no tuvo ni la capacidad ni la credibilidad necesaria para inspirar confianza y lograr resultados mínimos satisfactorios.
Pero más allá de ese hecho no menor, era previsible que la prórroga de la COP25 por dos días más era solo prolongar su agonía.
La Conferencia sobre Cambio Climático no logró superar al menos dos males que arrastra desde su nacimiento: el mercantilismo como mecanismo predominante para intentar solucionar un problema multidimensional y un segundo problema referido a la capacidad de las instituciones multilaterales, horadadas en su credibilidad, obsoletas y profundamente burocratizadas.
Definir un precio al carbono no resolverá el problema
Es preocupante que se atribuya tanta atención a un solo aspecto para el combate de un problema con tantas aristas. Es grave también que sea el propio secretario general de la ONU quien refuerza esa visión mercantilista como si ese fuese el único salvamento.
En su discurso de apertura de la Conferencia, Guterres dijo que "la puesta en práctica del Artículo 6 ayudará a poner en marcha los mercados, movilizar al sector privado y garantizar que las reglas sean las mismas para todos".
Además, hay que agregar que el enfocarse en un solo "mecanismo técnico", contribuye a una visión fatalista del problema, que paraliza otras iniciativas.
Peor aún, es un mecanismo perverso que elimina del escenario a otros actores de la toma de decisiones, ya que la negociación se enfoca solo en los "mercados", donde la sociedad civil en su conjunto está ausente de esa discusión.
El mentado Artículo 6 no puede serlo todo. Hay problemas que el referido artículo no los va a resolver. Greta Thunberg, por ejemplo, nos recordó que "desde la adopción del Acuerdo de París los bancos invirtieron 1,9 billones de dólares en combustibles fósiles", que "100 empresas son responsables del 71% de las emisiones globales".
Esas inversiones exacerban más el problema mundial del calentamiento. Por tanto, el abordaje debe implicar otros mecanismos, además, de los mercantiles.
El multilateralismo en crisis
Este fracaso de Chile-Madrid tiempo de actuar sacó a flote una realidad inocultable: que la cooperación global para encontrar soluciones conjuntas está en su punto más bajo y que no existen valores compartidos.
La crisis que enfrentamos es tal, que necesitamos hacer un profundo análisis en relación a si el estado actual del multilateralismo, tanto global como regional, es un mecanismo con la musculatura suficiente para asumir este gran reto del caos climático.
Por cuanto el calentamiento global es una cruda realidad, que ha sido demostrada científicamente, no debiera esperarse a las nuevas cumbres o conferencias para ver qué hacemos.
La dimensión del desafío mundial que representa el cambio climático es tal, que, sin temor a caer en exageración, se equipara a la situación en que se encontró el mundo al concluir la Segunda Guerra Mundial.
Sería un craso error creer que para encontrar soluciones y llegar a acuerdos es solo cuestión de tiempo, es decir, que lo que no se pudo lograr estas dos semanas en Madrid se logrará el próximo año en Glasgow, Reino Unido.
La COP25 le ha fallado a los pobres
Fue desalentador y preocupante ver que, a diferencia de otros años, Latinoamérica y el Caribe participaron de manera dispersa, no estuvo cohesionada como lo requería el desafío y eso también es un resultado negativo que hay que agregar al inventario de la COP25.
La alerta mayor de hoy día para los países en vías de desarrollo y los países menos desarrollados, es que están solos, que deberán enfrentar la adaptación, la mitigación y la prevención por su cuenta, al menos por ahora.
Debemos trabajar todos en la búsqueda de mecanismos de cambios de conductas energívoras y consumistas. Es importante, además, que los países del G20 que representan colectivamente el 78% de todas las emisiones, asuman sus responsabilidades, que son ineludibles.
Los científicos coinciden en que es una tarea difícil y que la ventana de oportunidad se está cerrando. Esto exige continuar con los esfuerzos para llegar a acuerdos cooperativos y eso no lo resolverán unos pocos burócratas y tampoco la visión unidimensional mercantilista. La tarea es de todos, incesante y multidimensional.